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Murmuras la secuencia de letras y números que te permiten alcanzar la primera aceleración y vas notando una tensión en tu columna vertebral, a la vez que se acelera el bombeo de tu sangre. Todo a tu alrededor transcurre ahora más lentamente.
Te abalanzas sobre Merkar que todavía se está girando con una lentitud exasperante y le barres ambas piernas, levantándolo del suelo con tu espada envainada, usándola como una remo que se propulsa en las olas. Su cuerpo todavía no ha tocado el suelo que tú ya estás entrando en tromba dentro de la cabaña que despide un extraño olor a sudor y sangre.
Escuchas el sonido opaco (debido a tu aceleración) de la espada de Taifos, segándole la pierna a una mujer que intentaba levantarse; ves cómo las gotas de sangre salpican lentamente la estancia y puedes ver como algunas te llegan al rostro. Dahzor se dispone a ensartar un niño por la espalda cuando éste intenta huir. Afuera, se escucha el sonido de un cuerno de caza que da la alarma. Interpones tu arma y ejecutas un giro de muñeca tan veloz que la espada sale volando hacia una de las paredes.
Y de pronto percibes que a tu espalda alguien se ha movido rápidamente… Es Deilos, que también ha entrado en Protahitéi.
Vas a necesitar mucha suerte para afrontar a un Ibtahán de sexto grado en igualdad de condiciones.
Lanza un dado. Si sale 1, 2 o 3, pasa a 145.
Si sale 4, 5 o 6, pasa a 186.