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Agotada por el esfuerzo, tropieza y cae entre las malezas.
Estás confuso y te plantas ante ella sin saber muy bien qué hacer.
En ese mismo instante, surgen de la oscura arboleda cuatro figuras enormes que saltan hacia delante. Son lobos salvajes. El que se te viene encima tiene un tamaño descomunal. Es de color gris plomizo y tiene una cresta blanca sobre el lomo. Intentas esquivarlo pero su enorme pezuña te tumba contra el suelo. Los otros tres lobos encaran al resto del grupo, que retrocede temeroso.
Escuchas cómo Deilos grita:
—¡Huyamos de aquí! ¡Son bestias de Corocín!
Intentas incorporarte para ver si la chica está sana y salva. Puedes verla, acurrucada a un lado, sin que las bestias le hagan caso. Ha cogido su cuerno y se dispone a soplar en él con todas sus fuerzas… Detrás de ella puedes ver los árboles y una extraña figura que reconoces de inmediato: Es Tríane, que te está observando. Su mirada de reproche y odio no deja lugar a dudas. La has decepcionado.
El gran lobo abre sus enormes fauces y se acerca a tu rostro. Su ataque es tan veloz, que ni siquiera puedes reaccionar. Notas cómo sus colmillos desgarran tu cuello y un líquido viscoso y caliente se escapa de tus venas. Un momento de intenso calor te invade cuando tu sangre fluye, liberada por la carótida seccionada. Justo después, un frío intenso.
Y ahora, nada.
FIN