IV
Sucedió dos días después, el 23 de marzo, jornada que el Che mencionó en su diario como «de acontecimientos guerreros». Había montado varias emboscadas en un perímetro defensivo, y a las ocho de la mañana Coco vino a informar que habían copado una unidad militar, matado a siete soldados y tomado veintiún prisioneros, cuatro de los cuales estaban heridos. Además se habían hecho con un buen botín: tres morteros, dieciséis carabinas, dos bazucas y tres metralletas Uzi. Además capturaron un documento que exponía el plan operativo del ejército. Al ver que era un avance a dos puntas, el Che envió a varios hombres a montar una emboscada en el otro extremo del cañón. Inti Peredo, que le había causado muy buena impresión y a quien pensaba designar comandante de los bolivianos, tuvo a su cargo el interrogatorio de dos oficiales prisioneros, un mayor y un capitán. «Hablaron como cotorras», anotó el Che.
Dedicó unas líneas breves a la victoria: le preocupaba el abastecimiento ahora que los accesos a Ñancahuazú estaban bloqueados y habían abandonado el campamento donde almacenaban todas sus provisiones. Otro problema, muy grave, era que el transmisor estaba descompuesto: podían recibir mensajes de «Manila», pero no enviarlos.
Al día siguiente no aparecieron tropas, pero un avión bombardeó los alrededores de la Casa de Calamina. Inti interrogó nuevamente a los prisioneros y después los dejaron en libertad; los soldados tuvieron que desnudarse y dejar sus uniformes; los oficiales pudieron conservar los suyos. Le dieron plazo al comandante hasta el mediodía del 27 de marzo para que volviera en busca de sus bajas.
Después de la partida de los prisioneros, el Che se ocupó de sus hombres. Marcos se había insubordinado varias veces, su maltrato de los bolivianos había causado rencor y quejas, y ya estaba advertido de que en caso de no modificar su conducta lo expulsarían de la guerrilla. En esa ocasión lo relevaron de su cargo de jefe del pelotón de vanguardia y designaron a Miguel en su lugar.
La guerrilla del Che en ningún momento había demostrado ser una «familia» feliz, y después de las deserciones había crecido la tensión entre los reclutas bolivianos y sus camaradas cubanos. La «firmeza» revolucionaria de los cuatro bolivianos reclutados por Moisés Guevara —Paco, Pepe, Chingolo y Eusebio— estaba en duda; eran objeto de desprecio y sospechas, y se los llamaba desdeñosamente la «resaca». El 25 de marzo, el Che los degradó y les dijo que si no trabajaban no recibirían comida. Suspendió sus raciones de tabaco y entregó sus efectos personales a «otros camaradas que los necesitaban más». A otro boliviano, llamado Walter, lo criticó por su «debilidad» durante la expedición y por el «miedo» demostrado durante el bombardeo aéreo de la víspera. Tuvo palabras de aliento para un par de hombres que habían cumplido con su deber. Por último, ese día bautizó a su pequeña fuerza como «Ejército de Liberación Nacional», o ELN.
Dedicaron los días siguientes a la búsqueda de alimentos. Los exploradores avistaron grupos de soldados a poca distancia; había unos sesenta con un helicóptero acantonados en la casa de Algañaraz. El 27 de marzo, el Che escribió: «Hoy hizo explosión la noticia acaparando todo el espacio radial y produciendo multitud de comunicados, incluida una conferencia de prensa de [el presidente] Barrientos». Anotó que el ejército se jactaba de haber matado a quince guerrilleros y tomado cuatro prisioneros, entre ellos dos «extranjeros». Decidió enviar el primer comunicado de la guerrilla para refutar las afirmaciones del ejército y a la vez anunciar su presencia.
«Es evidente que los desertores o el prisionero hablaron —escribió—, sólo que no se sabe exactamente cuánto dijeron y cómo lo dijeron. Todo parece indicar que Tania está individualizada [ha sido descubierta], con lo que se pierden dos años de trabajo bueno y paciente… Veremos en el futuro».