IV
En esos días, la joven germano-argentina Tamara Bunke empezó a recibir instrucción en el arte del espionaje en el departamento de Piñeiro después de someterse a lo que su biografía oficial cubana llama «meses de investigaciones de seguridad».
«Vino a vernos y pidió que la tuviéramos en cuenta para una misión», dijo Ariel, el segundo de Piñeiro. Los servicios secretos la «verificaron» y habilitaron para recibir instrucción. Según Ariel, en esa época la consideraron un elemento valioso para realizar actividades de espionaje en Argentina «cuando fuera necesario».
En vista del misterio persistente que rodea a «Tania», como se conocería posteriormente a Tamara Bunke, vale la pena detenerse en la referencia significativa de Ariel a su habilitación para realizar tareas de seguridad. Según los archivos de la Seguridad del Estado de Alemania Oriental, antes de ir a Cuba en 1961 ella era una «IM» (informadora informal) de la Stasi, la policía secreta. En esa época, la división de espionaje en países de ultramar, la HVA, consideraba la posibilidad de enviarla como agente ultrasecreta, primero a Argentina y eventualmente a Estados Unidos.
Dados el estricto sistema de control de la seguridad interior de la República Democrática Alemana y la formación marxista-leninista de la propia Tamara, no es casual que se convirtiera en informadora de los servicios secretos de su país. «Informar» sobre sus conciudadanos o los visitantes extranjeros era una tarea patriótica al servicio del Estado comunista en el cual creía con fervor, que ella hubiera realizado —y sin duda realizó— sin remordimientos. Pero ¿quién utilizaba los servicios de Tania en Cuba: los cubanos, la inteligencia de Alemania Oriental o los dos? Su amigo Orlando Borrego reconoce que «es posible que trabajara para los servicios alemanes, pero aun así, no tenía la menor duda sobre su lealtad a la Revolución Cubana». Casi tres décadas después de la muerte de Tania, en un Moscú extraordinariamente cambiado, el veterano agente del KGB Alexander Alexeiev sugirió que era una agente alemana adscrita a los cubanos. «Yo creo que los alemanes también querían ayudar —explicó—. Trataban de tener una amistad con la Cuba revolucionaria tan buena como nosotros, y querían hasta más, por eso ellos satisfacían cualquier deseo y cualquier capricho de los dirigentes [cubanos], más que nosotros».
Al solicitársele mayores detalles, Alexeiev insinuó que en el caso de asistir al Che en sus emprendimientos revolucionarios en el exterior, las inteligencias alemana y soviética habían acordado una «división de tareas». «Los alemanes se consideraban más, un poco más… revolucionarios, más agresivos. Eran más jóvenes; nosotros ya teníamos experiencia, madurez… Me parece que si nosotros [el KGB] hubiéramos entrado en el asunto, seguro que hubiera sido mayor el riesgo de fracasar… Nuestros servicios eran una gran burocracia; los alemanes técnicamente [estaban mejor equipados]… El problema de Tania era probablemente el más importante».
Alexeiev coincidió con Borrego en que sin duda era leal «a los cubanos, a Fidel y el Che». Reflexionó que el Che la había «conquistado con sus ideas; era una personalidad muy seductora y atractiva».
Un argentino, estrecho colaborador del Che, quien también conoció a Tania, ofreció la siguiente opinión: «Mi impresión era que Tania trabajaba para los servicios alemanes y fue transferida al servicio de inteligencia del Che, pidió licencia para ello. Ni al Che ni a los alemanes les hubiera complacido que enviara informes a dos lugares al mismo tiempo. El Che no era estúpido; no permitía la división de lealtades».
Según los archivos recientemente abiertos de la antigua Stasi alemana oriental, Tamara Bunke había sido reclutada como informante por un agente de contraespionaje llamado Gunter Mannel, jefe del departamento de Estados Unidos de la HVA.
En 1961, un mes después de la partida de Tamara a Cuba, Mannel pasó clandestinamente a Berlín Occidental, desertó y poco después empezó a trabajar para la CIA. No tardó en delatar a varios agentes suyos, detenidos en Occidente, y cabe suponer que también informó a la CIA sobre Tamara, la joven, inteligente y fervorosa agente comunista que acababa de viajar a Cuba.
Es evidente que la HVA llegó a la misma conclusión. Según un informe interno del 23 de julio de 1962, inmediatamente después de la deserción de Mannel, la agencia envió una carta a Bunke en Cuba para prevenirla sobre el peligro y pedirle que no intentara «ir a América del Sur o del Norte, y que en todo caso debía consultarnos previamente».
El informe añade que después no hubo nuevos contactos con Tamara, pero se «sabía» que «progresivamente se ganaba el respeto» en Cuba, colaboraba con varias instituciones del gobierno e «importunaba» a las delegaciones de la República Democrática Alemana para ser su intérprete. Dice también que «aparentemente ha abandonado su decisión de ir a Argentina [ya que] su intención es permanecer en Cuba y obtener la ciudadanía cubana. Tiene estrechos vínculos con la seguridad cubana [y] autorización para llevar uniforme militar, que viste constantemente».
Los archivos de la Stasi sugieren que la agencia de contraespionaje alemana oriental tenía un acuerdo con Tamara Bunke, pero que ella interrumpió el contacto a partir de su llegada a Cuba. No obstante, de los archivos surge una serie de preguntas. Cuando la inteligencia cubana aceptó los servicios de Tamara, ¿informó a sus superiores sobre sus vínculos anteriores con la inteligencia alemana o sobre el hecho de que su antiguo jefe hubiera desertado un mes después de su llegada? Si es así, ¿por qué los cubanos la enviaron a la misma región —Bolivia y Argentina— donde la HVA pensaba utilizar sus servicios? Sin duda, debían de dar por sentado que después de la deserción de Mannel, tanto la CIA como los servicios de inteligencia aliados conocían la identidad y las futuras funciones de espionaje de Tamara.
En respuesta a estas preguntas, Barbarroja Piñeiro dijo: «Yo dirigí a Tania directamente. Le pregunté si la habían reclutado los servicios [de inteligencia] alemanes. Dijo que no». Añadió que si hubiera sabido lo sucedido con Mannel y la carta que le habían enviado, de todas maneras la hubiera habilitado porque demostraba «excelentes cualidades» de agente y por su parte él tenía plena confianza en la capacidad de su organización para forjarle una identidad clandestina nueva e indetectable.