VII
Con ayuda de Fidel, el Che ponía en marcha sus piezas; preparaba el tablero para su siguiente «aventura con causa». Desde luego, su plan era ir a Argentina, pero el país aún no estaba preparado; debía crear las condiciones desde Bolivia. Allí irían a combatir guerrilleros de los países vecinos y luego se irradiarían para formar guerrillas aliadas en sus naciones de origen. Cuando la rebelión argentina estuviera en marcha, él partiría de Bolivia para tomar el mando.
Según los cubanos, el Che tenía en mente este objetivo final al enviar a Tania a La Paz. Al principio les enviaría información valiosa sobre el régimen y la situación política bolivianos, pero más adelante serviría de enlace entre las insurgencias en curso en los países vecinos, sobre todo en Argentina.
Hasta entonces su elección como agente daba buenos frutos. Con su identidad de «Laura Gutiérrez Bauer», una mujer atractiva, soltera y blanca, una etnóloga argentina con ingresos propios, penetró rápidamente en el círculo pequeño, racialmente estratificado, de la sociedad paceña. Dos meses después de su llegada a La Paz, en noviembre de 1964, Tania había logrado establecer valiosos contactos en la comunidad política y diplomática, había obtenido su residencia y permiso de trabajo e incluso un puesto voluntario en el Comité de Investigaciones Folklóricas del Ministerio del Interior. Además enseñaba alemán a un grupo de estudiantes.
Uno de sus mejores contactos era Gonzalo López Muñoz, secretario de prensa del presidente Barrientos, quien le dio documentos con el membrete de su oficina y una credencial de representante de ventas de una revista semanal dirigida por él.[115] A fines de 1965 consiguió un «novio» adecuado, un joven estudiante de ingeniería boliviano, y unos meses después se casó con él. Con ello logró conseguir la ciudadanía; en cuanto al esposo, se deshizo de él mediante una oportuna beca de estudios en el exterior, una idea que ya había implantado en su ingenua cabeza de novio.
En enero de 1966 la visitó «Mercy» un agente de Piñeiro que se hacía pasar por hombre de negocios. («Mercy» era un revolucionario guatemalteco cuyo nombre verdadero era Carlos Conrado de Jesús Alvarado Marín. Había conocido al Che en 1954, cuando, después de la caída de Jacobo Arbenz, estuvieron refugiados juntos en la embajada argentina de la capital guatemalteca. Después del triunfo de la revolución en Cuba, Alvarado fue a la isla para prestar sus servicios, y, desde entonces, había trabajado en tareas clandestinas de apoyo a los grupos revolucionarios latinoamericanos.) Le traía a Tania una carta en el tacón hueco de su zapato y la noticia de que se la había honrado con la afiliación al flamante Partido Comunista cubano. Tania dijo a sus conocidos que le habían ofrecido un trabajo de intérprete y a finales de febrero partió hacia La Paz para reunirse con Mercy en San Pablo, Brasil. En una casa veraniega cercana a San Pablo repasaron técnicas de contraespionaje durante varias semanas. A finales de marzo, Tania hizo un breve viaje en solitario a Uruguay, aparentemente por su propia iniciativa, para afinar su historia de cobertura. A principios de abril, a su regreso de Brasil, Tania voló a México. Allí se reunió con Ariel, quien había llegado con órdenes del Che de asegurar que Tania estuviera en condiciones de trabajar en la red de apoyo para el núcleo guerrillero que pensaba formar en Bolivia. Ariel le explicó que muy pronto se iniciaría la lucha intercontinental, y que se preparara para asumir nuevas responsabilidades. Antes de que Tania viajara de vuelta a La Paz, con un nuevo pasaporte falso argentino, a finales de abril, Ariel le dijo que un agente cubano contactaría con ella a su regreso con nuevas instrucciones. Por razones de seguridad, no le explicó que éste sería Papi.
«Mercy», escribió un extenso y detallado informe sobre Tania. Dijo que estaba profundamente comprometida con la causa y entregada a su tarea, pero que padecía una extrema tensión nerviosa y emocional, hasta el punto de sufrir ataques de histeria. Decidió que esa conducta se debía al estrés de vivir por tanto tiempo sola en un «país capitalista», pero concluyó su informe con una frase optimista y propagandística: «Creo que es consciente del honor de ser un eslabón de la cadena que en un futuro no muy lejano estrangulará al imperialismo, y está orgullosa de haber sido escogida para una tarea especial en ayuda de la Revolución Latinoamericana».[116]
Sin embargo, un poema escrito por ella en abril revela un estado de ánimo sentimental y melancólico en el que aparentemente se pregunta si valió la pena llevar una vida clandestina y borrar su verdadera identidad. El título del poema es «Para dejar un recuerdo»:
Pues bien, ¿debo partir, como flor que se marchita?
¿Algún día caerá en olvido mi nombre
Y nada de mí quedará en la tierra?
Al menos, flores y canto.
Entonces, ¿cómo debe portarse mi corazón?
¿Es en vano que vivimos, que aparecemos sobre la tierra?
Para proteger la cobertura de Tania, en La Paz, el Che dio órdenes de que Papi tuviera escaso contacto con ella. Era un conocido mujeriego, y temía que si pasaba demasiado tiempo con ella acabaría por delatar su identidad. Ordenó además que no se la usara en la etapa de preparación de la guerra. Era un valioso efectivo clandestino que no se debía perder; además, el Che quería usarla como correo capaz de viajar sin despertar sospechas a Argentina, Perú y otros países donde pudiera reclutar combatientes.
Sin embargo, cuando Pombo y Tuma llegaron a fines de julio con las órdenes del Che, Papi mantenía contactos regulares con Tania desde dos meses antes. Le había revelado los planes guerrilleros e incluso la había presentado al hombre que sería el enlace permanente de la misión con La Habana, Renán Montero, también llamado «Iván». Ella lo había conocido dos años antes en La Habana, cuando el Che le había explicado su misión.
Como siempre, Argentina ocupaba un lugar principal en los pensamientos del Che, y ahora que faltaban pocos meses para el viaje a Bolivia, trató de poner en marcha los planes en ese frente. En mayo de 1966, cuando aún se encontraba en Praga, pidió a Piñeiro que convocara a su lugarteniente argentino Ciro Bustos a La Habana. Se habían visto por última vez en el verano de 1964, seis meses antes de que el Che partiera en su gira mundial y desapareciera de vista. Allí le había ordenado que volviera a Argentina y continuara sus tareas organizativas «apoyándose en las escisiones», es decir, que evitara los contactos con el Partido Comunista argentino y reclutara cuadros de sus fracciones distanciadas. Bustos había dedicado dos años a esa tarea con la esperanza de formar un futuro grupo guerrillero. La tarea no era fácil por cuanto carecía de plazos firmes del Che para atraer a los aspirantes, pero Bustos había logrado hacer progresos. La desaparición del Che en abril de 1965 no lo arredró: sabía que estaba realizando su trabajo revolucionario en alguna parte y que algún día vendría a hacerse cargo de la red guerrillera que estaba construyendo para él.
En mayo de 1966, Bustos recibió la orden de viajar a Cuba. Daba por sentado que se reuniría con el Che, pero lo dejaron solo en una casa clandestina, una mansión en el barrio habanero de Marianao. Un camión pasaba regularmente para dejarle comida y cerveza. Lo hicieron esperar durante varias semanas sin darle explicaciones sobre cuánto tiempo pasaría allí ni qué debía hacer. Finalmente, hirviendo de rabia y enterado de que su amigo Furry era el comandante militar en Oriente, voló a Santiago y se reunió con él en una base en Mayarí.
Bustos presentó su retahíla de quejas y a continuación Furry se comunicó por radioteléfono con alguien —según él, con el Colorado Piñeiro— con quien mantuvo una larga y acalorada conversación. Exigió que atendiera a Bustos «como corresponde» y concertara su encuentro con «el hombre», presumiblemente Guevara. Bustos guarda un recuerdo muy nítido de la insólita escena. Mientras Furry hablaba, «oficiales soviéticos se paseaban nerviosos en medio de la niebla a las cinco de la mañana».
De regreso en la casa clandestina de La Habana, «todo cambió», dijo Bustos. Le dijeron que el Che necesitaba un informe suyo inmediatamente; trajeron a un taquígrafo para que se lo dictara. «Dicté un informe sobre nuestro trabajo y la situación política [argentina] en el que vaticiné que habría un golpe militar. Éste se produjo antes de que yo volviera al país», dijo Bustos. Finalmente, le dijeron que no vería al Che en esa ocasión; que debía regresar a Córdoba a esperar un «contacto», pero no le dijeron cuándo se produciría ni con quién.[117]
En Córdoba, Bustos se disfrazó con una peluca para visitar a los camaradas encarcelados en Salta y «conferenciar» en susurros con el «estado mayor». Habían apelado sus condenas, pero el fallo se demoraba y las perspectivas bajo el nuevo régimen militar eran sombrías. En Cuba, Bustos había estudiado la posibilidad de organizar la fuga, y Ariel, el lugarteniente de Piñeiro, había prometido que lo estudiaría.[118] Por el momento, sólo le quedaba volver a su hogar y reanudar la «vida normal» a la espera del «contacto» prometido que lo llevaría hacia el Che.