VI

El 2 de febrero, el encargado de negocios de Estados Unidos en La Habana, Daniel Braddock, envió un telegrama secreto al Departamento de Estado, la CIA, el ejército, la marina, la fuerza aérea y las embajadas estadounidenses en Ciudad Trujillo (República Dominicana) y Managua (Nicaragua). Su título era «Cuba como base de operaciones revolucionarias contra otros gobiernos latinoamericanos».

Varios dirigentes del movimiento revolucionario triunfante en Cuba consideran que ahora se deben emprender esfuerzos para «liberar» al pueblo de varias naciones latinoamericanas de sus gobiernos «dictatoriales». Si bien se considera generalmente a Ernesto «Che» GUEVARA Serna la fuerza principal que impulsa esas ideas, y en efecto, las planifica activamente, dista de ser el único. Se dice que Fidel CASTRO ha realizado observaciones similares, en particular durante su visita reciente a Venezuela.[63]

En este caso, el análisis de la inteligencia norteamericana era acertado. Con apoyo de Fidel, el Che había convocado a presuntos revolucionarios de todo el hemisferio en busca de respaldo cubano para sus propias expediciones armadas del tipo del Granma. Uno era el nicaragüense Rodolfo Romero, quien había enseñado al Che a usar un arma automática durante la invasión de Castillo Armas a Guatemala. Cuatro años y medio después, se invertían los papeles. Después del desastre guatemalteco, Romero había regresado a Nicaragua para convertirse en asesor del intelectual marxista Carlos Fonseca, dirigente estudiantil antisomocista cuyo grupo apoyaba la causa revolucionaria cubana por medio de discursos y actos de homenaje. El Che ofrecía ayuda a los nicaragüenses para organizar un ejército guerrillero y un partido revolucionario que lo condujera. Pero los revolucionarios nicaragüenses no eran los únicos que recibían aliento, según el telegrama de Braddock:

Los países mencionados con mayor frecuencia [como candidatos a invasiones con respaldo cubano] son la República Dominicana, Nicaragua, Paraguay y Haití. Paraguay parece demasiado distante para una intromisión cubana directa, pero hay muchas conversaciones y planes preliminares en curso relacionados con los otros tres países. Varios exiliados dominicanos están en Cuba, entre ellos el «general» Miguel Ángel RAMÍREZ. Aparentemente, los dirigentes revolucionarios, a diferencia de los funcionarios del gobierno provisional, creen que tienen una tarea inconclusa con respecto a la República Dominicana: la frustrada expedición a Cayo Confites de 1947 en la que participaron varios dirigentes revolucionarios, entre ellos Fidel Castro.

Luis DEJOIE se encuentra en La Habana, donde espera organizar y obtener apoyo para un movimiento que derroque el gobierno «fraudulento» de DUVALIER [en Haití]. Lo ayuda Pierre ARMAND, que se hacía llamar «presidente del Frente Revolucionario Haitiano en La Habana». Parece que los planes haitianos interesan a los revolucionarios cubanos principalmente como medio para obtener una base desde la cual podrían atacar a TRUJILLO. Apoyarían a Dejoie a cambio de que les permitiera montar una expedición contra Trujillo en Haití.

Aquí se encuentran varios exiliados nicaragüenses, entre ellos Manuel GÓMEZ Flores. La embajada supo hoy de una fuente bastante fiable que el grupo nicaragüense piensa que serán los primeros en atacar. El informe nombra concretamente a Guevara como participante activo en la planificación y en el entrenamiento de algunos de los participantes. Se indicó que esperan poder lanzar una invasión dentro de dos meses.

Braddock concluyó su telegrama con un vaticinio notablemente acertado. «La planificación de estas diversas aventuras parece preliminar y escasamente realista en esta etapa, y los grupos aparentemente están desunidos. Pero dados la formación de muchos de los principales dirigentes revolucionarios cubanos y el apoyo que recibió su movimiento en el exterior, cabe esperar que Cuba se convierta en un centro de conspiraciones y actividades revolucionarias durante un cierto tiempo, lo que causará preocupación y dificultades a varios gobiernos, incluido el nuestro».

Para los hombres del Che en La Cabaña no era un secreto que éste se reunía con revolucionarios de otros países, y los rumores de conspiraciones como los detectados por la embajada estadounidense circulaban por toda la isla. Escolares tan jóvenes que no podían haber participado en la lucha contra Batista escribían al Che para pedir que los enviara a luchar contra el dictador Rafael Trujillo. El 5 de febrero, el Che envió cartas para desalentar amablemente a tres jóvenes que ofrecían sus servicios.

A Juan Hehong Quintana, de Cárdenas, escribió: «Agradezco su gesto. Siempre es bueno que la juventud esté dispuesta a sacrificarse por causas tan nobles como dar la libertad a Santo Domingo, pero estimo que en este momento nuestro puesto de lucha está aquí, en Cuba, donde hay enormes dificultades que vencer. Dedíquese por ahora a trabajar entusiásticamente por nuestra Revolución, que será la mayor ayuda que podamos ofrecer al pueblo dominicano, es decir, el ejemplo de nuestro triunfo completo».

A pesar de las cartas destinadas a desalentar a los jóvenes, el Che ponía los cimientos de una agencia secreta dentro del aparato de Seguridad del Estado de Ramiro Valdés; esta unidad clandestina (que con el tiempo se llamaría «Departamento de la Liberación» dentro del DGI, Directorio General de Inteligencia), encabezaría la organización, el entrenamiento y la ayuda a las empresas guerrilleras en el exterior. Manuel Piñeiro Losada, un exasesor de Raúl en el Segundo Frente y futuro jefe de la agencia, dijo que las «primeras expediciones guerrilleras auspiciadas por Cuba eran “muy artesanales”», y en el caso de Nicaragua y Guatemala resultaron de las «relaciones personales» del Che en Centroamérica y México. Según Piñeiro, a principios de 1959 no existía una «política estructurada» del gobierno cubano con respecto a esas misiones. Pero eso cambiaría rápidamente. En 1959, Osvaldo de Cárdenas, estudiante secundario mulato de Matanzas, tenía apenas dieciséis años, pero al año siguiente Piñeiro lo reclutó como agente de inteligencia especializado en la ayuda a las guerrillas extranjeras. Cárdenas recordó lo que pensaban él y sus jóvenes camaradas en los primeros meses de la Revolución Cubana.

«Estábamos convencidos muchos de que el destino de Cuba era impulsar la revolución…, los cambios en América Latina, que la Revolución Cubana no era nada más que un comienzo de un proceso, y que además iba a ser muy rápido…, todo el mundo aquí quería ir para una guerrilla en alguna parte. Hubo planes para irse para Paraguay, todavía no sé cómo íbamos a llegar a Paraguay, planes para ir a Paraguay y tumbar a Stroessner. Hubo planes para pelear contra Trujillo y algunos se fueron, unos con autorización y otros sin ella. Hubo planes para derrocar a Somoza. Sí, cuanto tirano, cuanto dictador había en América Latina, era ya automáticamente nuestro enemigo».

La fiebre liberacionista contagió incluso a Orlando Borrego, el joven y esforzado protegido del Che. En febrero o marzo de 1959 corrió el rumor entre los oficiales de La Cabaña de que se organizaba una fuerza expedicionaria de revolucionarios cubanos para apoyar las nacientes guerrillas nicaragüenses.

«Varios de nosotros tratamos de enrolarnos para irnos hacia Nicaragua. Y había un oficial de la tropa nuestra que parece que era el centro de la organización de eso, pero eso era, como se decía, “por la libre”, no estaba autorizado por el Che, ni estaba orientado… y entonces sí recuerdo que el Che llamó a ese grupo y los amonestó seriamente, porque estaban haciendo ese movimiento de recopilar armas e irnos sin autorización, y aquello se paralizó».

Así era, pero el secreto que rodeaba las operaciones guerrilleras más serias era más estricto que el del plan al que había querido unirse Borrego. A fines de febrero, tras una primera reunión más bien frustrante con un grupo de izquierdistas del Partido Socialista Nicaragüense (PSN), el Che mandó llamar a La Habana a su antiguo conocido Rodolfo Romero. En su encuentro, el Che le pidió a Romero un informe sobre la situación nicaragüense y preguntó qué se podía hacer para socavar el régimen de Somoza. Romero explicó que el PSN estaba políticamente «postrado» y que había un solo camino, «el camino de Cuba». El Che reveló que ya estaban entrenando una «columna» guerrillera nicaragüense en la isla bajo el mando de un exoficial de la Guardia Nacional somocista llamado Rafael Somarriba, e invitó a Romero a unirse a ella.

Éste lo hizo y participó en la expedición que partió en junio hacia Centroamérica para iniciar las operaciones. El intento acabaría en un desastre, pero con el tiempo y con apoyo del Che los camaradas de Romero formarían el Frente Sandinista de Liberación Nacional, o FSLN. Veinte años después, los sandinistas derribarían a Somoza y tomarían el poder.

Che Guevara
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