IV
Con el dinero de Celia, Guevara Lynch compró doscientas hectáreas de selva a orillas del río Paraná. Sobre un barranco con vistas al agua marrón y al exuberante bosque verde de la costa paraguaya construyeron una amplia casa sobre pilotes, con cocina y baño exteriores. Lejos estaban de las comodidades de Buenos Aires, pero Guevara Lynch estaba embelesado. Su ojo ávido de empresario contemplaba la selva que lo rodeaba y veía el futuro.
Tal vez creía que, emulando a sus abuelos, podría «restaurar» la fortuna familiar al lanzarse a la exploración intrépida de tierras vírgenes e inexploradas. Fuera esa emulación de sus antepasados consciente o no, es evidente que Misiones representaba para Guevara Lynch su propia aventura en el «Salvaje Oeste». Para él no era tan sólo una provincia atrasada de la Argentina, sino un lugar emocionante, plagado de «bestias feroces, los trabajos peligrosos, los robos y asesinatos, los ciclones en la selva, las interminables lluvias y las enfermedades tropicales».
«Allí, en el misterioso Misiones —escribió—, todo es obsesionante… todo en el territorio de Misiones atrae y atrapa. Y atrae como todo lo peligroso y atrapa como todo lo apasionante. Allí nada era igual a lo que nosotros conocíamos, ni su suelo, ni su clima, ni su vegetación, ni la selva poblada de animales salvajes, ni mucho menos sus habitantes… Desde el momento en que uno pisaba sus riberas sentía que la protección de su vida estaba en su machete o en su revólver…»
La casa de la propiedad estaba en un lugar llamado Puerto Caraguataí, el nombre guaraní de una bella flor roja, pero el puerto era apenas un muelle de madera. Se llegaba allí tras dos días de viaje por el río desde el viejo puerto comercial de Posadas en el Iberá, un venerable vapor victoriano con rueda de paletas que había transportado a funcionarios coloniales británicos por el Nilo. El caserío más cercano era Montecarlo, un asentamiento de colonos alemanes, pero a escasos minutos de caminata a través de la selva los Guevara hallaron a un vecino cordial. Charles Benson, maquinista retirado del ferrocarril inglés y ávido pescador deportivo, se había construido un gran bungalow blanco sobre el río que incluso tenía un auténtico water closet importado de Inglaterra.
Los Guevara disfrutaron unos meses mientras se instalaban y exploraban el terreno. Pescaban, paseaban en bote y cabalgaban con Benson o iban a Montecarlo en su calesa arrastrada por mulas. Gertrudis Kraft, de ocho años, hija de refugiados alemanes pobres que tenían una hostería en el camino a Montecarlo, admiraba a los Guevara, «gentes pudientes» cuyo rústico hogar junto al río era «una mansión».
En todo caso, el idilio de la luna de miel duró poco. El embarazo de Celia progresaba y en pocos meses llegó el momento de regresar a la civilización para que ella diera a luz en un ambiente más cómodo y seguro. La pareja viajó río abajo hasta Rosario, un importante puerto sobre el Paraná de trescientos mil habitantes. Allí Celia inició el trabajo de parto y dio a luz a su hijo Ernesto Guevara de la Serna.
La partida de nacimiento falsificada, redactada en el registro civil el 15 de junio, fue firmada en calidad de testigos por un primo de Guevara Lynch que vivía en Rosario y un taxista brasileño, evidentemente reclutado a último momento. El documento dice que el bebé fue dado a luz el 14 de junio a las 3.05 de la mañana en el «domicilio» de sus padres, calle Entre Ríos 480.
Los Guevara se instalaron en Rosario mientras Celia convalecía del parto de «Ernestito». Alquilaron un espacioso apartamento de tres dormitorios con cuartos de servicio en un lujoso edificio residencial en la dirección mencionada en la partida, cerca del centro. Tuvieron que prolongar su estancia porque poco después de nacer, el bebé contrajo neumonía bronquial. La madre de Ernesto, Ana Isabel Lynch, y su hermana soltera Ercilia fueron a ayudar a la madre.
Si los familiares de la pareja sospechaban algo, no dijeron palabra. Se había evitado el escándalo. La partida de nacimiento, aunque dudosa, era un documento oficial y por el momento nadie hacía preguntas molestas. Incluso Roberto, hermano menor del Che, dice que su madre le dijo: «Ernesto nació en una clínica de Rosario el 14 de junio de 1928. La casa que aparece en la inscripción de nacimiento es donde vivió los primeros días, pero no donde nació. Posiblemente fue la casa de un amigo o del chofer de taxi que fue testigo del nacimiento…»
Desde luego que la verdad, como diría Celia mucho después a Julia Constenla de Giussani (la que había solicitado la carta astral del Che a su común amigo el astrólogo), era que tal vez dio a luz en el mismo hospital, el mismo día y a la misma hora en que un obrero portuario huelguista llamado «Diente de Oro» moría de heridas de bala.
El diario rosarino La Capital confirma el resto de la historia. En mayo de 1928, una huelga portuaria en Rosario había dado lugar a actos de violencia. Casi todos los días se producían disparos y apuñalamientos, la mayoría realizados por rompehuelgas armados contratados por la agencia de empleos de los estibadores, la Sociedad Patronal. A las 17.30 del martes 13 de mayo de 1928, un estibador de veintiocho años llamado Ramón Romero, alias «Diente de Oro», recibió una herida de bala en la cabeza durante un tumulto en Puerto San Martín. Murió al amanecer del día siguiente, 14 de mayo, en el hospital Granaderos a Caballo de San Lorenzo, unos veinte kilómetros al norte de Rosario.