Yo seguía trabajando, a pesar de que Kiko, en varias ocasiones, tras mirar mi enorme barriga, insinuó que tal vez debería tomármelo con más calma. También viajé. En noviembre tuve que visitar con él la central de nuestro cliente en Nueva Jersey, ya que querían relanzar proyectos de mejora en dos de sus fábricas de Estados Unidos. Nos quedamos un par de días en Nueva York. Luego Kiko voló a México y yo a Barcelona, haciendo escala en Frankfurt.

El avión llegó con retraso y perdí la conexión. Tuve que esperar un par de horas el siguiente vuelo a Barcelona. Estaba leyendo Qué esperar cuando se está esperando, pendiente de que anunciaran el embarque y sentada en el área de espera, cuando una voz familiar interrumpió mi lectura.

—¿Ana? —preguntó inseguro.

Alcé la mirada del libro.

—¡Thomas! —exclamé.

Me quedé sorprendida y al instante me di cuenta de que él lo estaba aún más que yo.

—¡Ana! —exclamó otra vez.

Me levanté y, en un impulso espontáneo que tuvimos ambos a la vez, nos abrazamos.

—¿Qué es esto? —dijo sonriendo.

Se despegó de mí y me miró por todos lados. Yo iba vestía con un traje pantalón y una chaqueta de ejecutiva premamá. El corte disimulaba un poco mi barriga, aunque no la escondía ni remotamente. Me reí.

—¿Quién lo diría? —volvió a exclamar.

La expresión en su cara fue de auténtico asombro. Me di cuenta de que no llevaba gafas. Vestía un traje oscuro, la camisa blanca y una corbata en tonos verde y amarillo pastel. Al instante, recordé su debilidad por los colores alegres. Llevaba el pelo muy corto para disimular la creciente calvicie. En la mano sostenía un maletín negro y su abrigo. Y, con toda esa pinta de ejecutivo, contrastaba un aro de plata que llevaba en el pulgar izquierdo.

—Sí —asentí—. ¿Quién lo diría?

—Enhorabuena —me felicitó de forma sincera—. Estás muy guapa.

Lo miré emocionada. Lo había visto por última vez el día en que se fue de la empresa, hacía ya casi dos años. Ahora me alegraba de verlo. Descubrí que no le guardaba ningún rencor, que lo recordaba con cariño, me había quedado con todos los buenos recuerdos.

—Gracias.

Thomas consultó el reloj.

—¿En qué vuelo vas?

—En el de Barcelona, todavía no lo han anunciado. ¿Tú?

—En el de París, tampoco lo han anunciado.

Me volvió a mirar.

—Ven, entonces siéntate —lo invité animada.

—¡No me puedo creer que estés embarazada! —volvió a decir al sentarnos y me observó con curiosidad.

—Es de Russ.

La mirada de Thomas se oscureció un poco y apretó los labios.

—Ya me lo imaginaba —dijo algo resentido.

—¿Qué hay de tu vida? —le pregunté.

Se me hacía extraño hablar de mi embarazo con mi exmarido. Thomas se encogió de hombros.

—Bien, trabajando y viajando.

—¿Dónde trabajas?

—Sigo con AMR.

—¿Todavía? —exclamé sorprendida.

Hacía dos años había dicho que no quería seguir en la consultoría. Thomas arrugó la frente y alzó las cejas.

—De momento, sí, aunque estoy buscando comprar algún negocio.

—¿En serio?—Sí —contestó con una sonrisa—, alguna fábrica pequeña.

—¡Anda! —exclamé.

—Algo cerca de Barcelona.

—¿No llevas gafas? —pregunté señalando su cara.

—Me operé de la vista. No te imaginas el alivio que se siente al no depender de ellas.

—Y del resto, ¿cómo estás? —le cuestioné con curiosidad.

—Bien. No tengo tiempo para mucho más. Ya sabes, el deporte, la pareja…

—¿Con quién estás? —le interrogué intrépida.

—Con alguien de Cataluña.

Me reí.

—¿Y qué tal? ¿Cómo os va?

—Bien —asintió y una sonrisa tierna apreció en su cara.

Me di cuenta de que no estaba muy abierto a hablar. Contestaba a mis preguntas, pero la conversación no fluía. Me preguntaba si sería por lo de mi embarazo. Creía que él ya había superado lo nuestro. Las pocas veces que tuvimos contacto durante los dos años anteriores había sido por teléfono y por asuntos de trabajo. Se había mostrado abierto y colaborador, y no habíamos hablado de nada personal.

—¿Sigues a tope con el deporte? —pregunté cuando no supe qué más decir.

—Sí, es lo que me gusta hacer.

Sonrió de nuevo.

«Así que no has cambiado los hábitos, sino la mujer», pensé.

En este instante, noté que alguien se había acercado. Alcé la mirada y me encontré a un modelo de revista de moda masculina o, por lo menos, esa fue mi impresión. Era alto, casi tanto como Thomas, y esbelto como él; tenía el cabello negro azabache y la tez morena, con la que contrastaban unos grandes ojos azul claro. Llevaba el pelo peinado de lado con la ayuda de un poco de gomina. Los rasgos de su cara, ovalada, invitaban a adorarlo. Tenía la frente ancha, las cejas pobladas, la nariz recta y los labios carnosos. Llevaba también un traje oscuro y una camisa blanca, pero su corbata era más elegante, en tonos negros y plateados. Llevaba el mismo maletín negro que Thomas.

—Hola, Eric —exclamó Thomas y se incorporó—. Te presento a Ana.

Eric sonrió revelando unos dientes blancos y parejos y estiró una mano fina y hermosa.

—Encantado —dijo con la mirada fría.

—Ana, este es Eric.

—Encantada —murmuré sorprendida.

Me preguntaba quién sería ese hombre tan espectacular.

—¿Qué hacemos? —le preguntó Thomas a Eric—. ¿Todavía no han anunciado el vuelo?

—No he comido nada en todo el día —contestó Eric, que me ignoró de inmediato y miró a su alrededor.

—Bien, busquemos un restaurante para que comas algo —contestó Thomas, ansioso, después de mirarlo fijamente unos instantes.

Lo contemplé sorprendida. Ni siquiera en nuestros mejores años de matrimonio había mostrado tanta predisposición hacia mí como lo hacía ahora con Eric. Me di cuenta de que entre ellos había una formidable complicidad, las respuestas se adivinaban en las miradas. Thomas cogió el maletín que había dejado en el suelo.

—Enhorabuena —dijo Eric, posando los ojos sobre mí y observando mi barriga.

—Gracias.

—Ana, ha sido un placer verte. —Dijo Thomas y se agachó para darme dos besos—. Cuídate, espero que te vaya todo bien.

—Gracias —contesté.

Ambos se alejaron. Los seguí con la mirada absorta. Thomas ni siquiera me había preguntado si esperaba un niño o una niña. Aunque ahora ya fuéramos exmarido y exmujer, la conversación no podía haber sido más superficial. Entonces vi como Thomas abrazaba a Eric por los hombros e inclinaba la cabeza hacia él para escuchar mejor lo que le decía. El acercamiento era discreto, pero me hizo sospechar algo tan inverosímil como… Mi pensamiento se interrumpió por el temor a aceptarlo. Vi que, aparte del abrigo, Thomas llevaba los maletines de los dos en la mano. Pasmada, me recliné en el respaldo y los miré hasta que se perdieron entre la multitud. No fui capaz de pensar con claridad durante todo el vuelo de vuelta. La imagen de mi exmarido abrazando a otro hombre me había dejado estupefacta. Él mismo había dicho que estaba «con alguien de Cataluña», sin especificar el sexo. Me pregunté si Thomas habría cambiado de preferencias y si había sucedido mientras todavía estábamos casados. Comencé a recordar situaciones acontecidas durante los años en que estuvimos juntos, pero no pude evocar ningún indicio. Si era verdad, de haberlo sabido antes nos habríamos ahorrado mucho tiempo. Yo no habría podido competir contra alguien como Eric. El brusco aterrizaje me sacó de mi trance.

Abuso de confianza. La otra verdad
titlepage.xhtml
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_000.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_001.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_002.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_003.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_004.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_005.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_006.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_007.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_008.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_009.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_010.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_011.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_012.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_013.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_014.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_015.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_016.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_017.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_018.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_019.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_020.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_021.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_022.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_023.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_024.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_025.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_026.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_027.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_028.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_029.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_030.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_031.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_032.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_033.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_034.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_035.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_036.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_037.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_038.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_039.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_040.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_041.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_042.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_043.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_044.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_045.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_046.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_047.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_048.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_049.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_050.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_051.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_052.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_053.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_054.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_055.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_056.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_057.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_058.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_059.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_060.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_061.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_062.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_063.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_064.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_065.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_066.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_067.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_068.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_069.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_070.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_071.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_072.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_073.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_074.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_075.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_076.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_077.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_078.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_079.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_080.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_081.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_082.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_083.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_084.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_085.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_086.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_087.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_088.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_089.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_090.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_091.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_092.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_093.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_094.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_095.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_096.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_097.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_098.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_099.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_100.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_101.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_102.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_103.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_104.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_105.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_106.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_107.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_108.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_109.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_110.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_111.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_112.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_113.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_114.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_115.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_116.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_117.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_118.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_119.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_120.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_121.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_122.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_123.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_124.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_125.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_126.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_127.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_128.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_129.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_130.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_131.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_132.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_133.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_134.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_135.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_136.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_137.html