Lapso crucial

María me ayudó a organizar la fiesta de fin de año en el restaurante. Aunque estaba con casi todos mis amigos y conocidos, no logré relajarme y disfrutar. La velada fue tortuosa para mí. Russ no me llamó y, aunque era de esperar, me deprimió por completo. Por lo visto las únicas llamadas que podían hacer eran en Navidad y cuando moría algún familiar. Durante la cena, me senté junto a María, pero estaba tan agobiada por una discusión que había tenido con su madre, que no paró de hablar del tema. Helen se había sentado a mi otro lado, pero desde que empezó la cena y los camareros trajeron la comida, se fijó en Fernando, y aquella fue su sentencia. Se cambió de silla, se sentó en la que estaba en la punta de la mesa y, tan pronto acabó la cena, desaparecieron. Jordi y Tatiana estaban tan preocupados por si la nueva canguro iba a poder con sus cinco hijos, que no disfrutaron de la noche. Me senté a conversar un rato con Svetlana y Brian, pero él comenzó a contar chistes irlandeses que yo no entendía y mi interés se esfumó. En fin, cada loco estaba con su tema y yo con los míos. Decidí ahogarme en el champán. Después de la cena, al bajar todos al sótano, donde un dj que María había contratado mezclaba música actual, me senté sola en la barra con una cubitera y una botella helada de Bollinger. A la una de la madrugada, cuando María se plantó a mi lado, yo ya iba casi borracha.

—No he sabido nada de tu vida últimamente —anunció con cierta alegría.

La observé embriagada. Tenía la sensación de que flotaba como una burbuja. María llevaba un minivestido de lentejuelas de color plata que le resaltaba su perfecta y menuda silueta. Llevaba el maquillaje impecable, como si se lo acabara de aplicar.

—¿Qué has estado haciendo?

—Lo mismo de siempre, trabajar —dije en tono aburrido.

—¿No fuiste a ver a Russ? —preguntó antes de sentarse en el taburete de al lado.

—Ah, sí, el día 26.

—¿Y qué tal?

Me encogí de hombros. De repente, María me tiró de una oreja.

—¡Aaaau! —exclamé—. ¿Por qué me has hecho eso? —pregunté sorprendida.

Me froté la oreja.

—¿Quieres dejar de comportarte como una boba y tener una conversación decente de amigas conmigo?

Al principio, la contemplé fastidiada, pero luego reconocí que tenía razón. Debía de ser difícil tratar conmigo la última temporada, me encerraba y hablaba poco.

—Vale —dije después de beber champán y coger coraje—, te lo contaré, pero no te quejes si suena ridículo, absurdo, o lo que sea…

María me dirigió una sonrisa sarcástica.

—Cuenta, tía, que la noche es joven —me animó.

—Desde que detuvieron a Russ, tres hombres han intentado liarse conmigo —dije.

María me miró con ojos desorbitados.

—Sí, sí, he presenciado tres declaraciones —continué—. Una de ellas fue de amor, la otra en plan amante y la tercera… No estoy segura de qué fue exactamente, pero fue la más directa.

—¿Te has enrollado con alguno de ellos? —preguntó María sin morderse la lengua.

—No, pero casi. Lo que me frenó…

—Fue tu ridícula obsesión por Russ —interpuso.

—Sí —acepté resignada—, pero me di cuenta de lo que hay detrás de lo que llamas mi ridícula obsesión por Russ. María, no confío. Tengo miedo a que me hagan daño si doy un paso adelante. Me siento vacía por dentro y a la defensiva. Me mortifica no saber si jamás seré capaz de volver a confiar en algún hombre y menos en Russ. Siempre estaré dudando de él. Y, a pesar de ello, sigo queriéndolo. He decidido esperarlo, pero la duda de si en realidad vale la pena me tortura cada vez más y más. María —dije acercándome a ella—, a veces creo que voy a perder la razón. Cuando mejor estoy es cuando tengo tanta faena que no puedo pensar en nada más. Me autoexploto trabajando dieciséis horas al día para no dormir, porque tengo pesadillas, y además bebo, y todo porque un hombre no me dijo que era un estafador.

—¿Quién se te declaró en amores?

—Carlos —contesté.

Me pregunté si habría escuchado algo de lo que acababa de contarle. Puso una cara como diciendo «y qué más da».

—¿Quién te propuso ser su amante?

—Enrique.

—Típico… —Rio—. El dinero lo intenta comprar todo. ¿Y quién te ha… lo que fuera?

—Besado —completé—. Marc.

María casi se cayó de la silla.

—¡No te creo! —exclamó con la típica voz baja que empleaba para confesiones.

Asentí y rellené mi copa con más champán. Desde el sótano se oía Crazy in love, de Beyoncé, y también a la gente reír y bailar, en fin, pasándolo bien.

—¡Feliz año! —brindé, definitivamente borracha.

Sentía la lengua pesada y me costaba enfocar la vista. María cogió la botella de champán.

—¡Feliz año de amores! —me deseó haciendo alusión a mis pretendientes.

Bebimos, yo de la copa y ella de la botella. Era muy graciosa.

—¿Dónde está tu glamour? —le pregunté.

Ella ignoró mi comentario y se secó la boca con el dorso de la mano.

—¿Y cómo es? —preguntó en voz baja.

—¿Quién?

—¿Quién va a ser?

—¿Marc?

—Sí.

—Ya lo has visto.

—Te volveré a tirar de la oreja —me amenazó—. ¿Cómo besa?

La observé con mirada alegre. Tenía que reconocer que mi amiga, tarde o temprano, siempre lograba subirme el ánimo.

—Es muy bueno.

María sonrió.

—Ya me lo imaginaba. Debo admitir una cosa, los hombres que te buscas son todos unos machotes. Thomas no estaba nada mal, Russ… —Formó una pequeña «o» con los labios y silbó—. Y este Marc… —Sacudió la manó e hizo un chasquido con los dedos.

—No me imaginaba que tuvieras a mis hombres tan controlados —murmuré.

—Oye, Ana, que tengo ojos —exclamó riéndose.

—Sí y mucha imaginación —asentí y volví a beber champán—. No los busco, María, ellos me encuentran —Suspiré—. No sé qué tengo que atrae tanto a los hombres problemáticos.

—Pero hay que estar loca para rechazar a Marc —anunció ella con intención provocadora.

—¿Por qué?

—Porque es alguien que te atrae, Ana. Fíjate bien. ¿Por qué no disfrutas de él y cuando vuelva Russ ya verás cómo te sientes? Si no le quieres ocultar cosas, le puedes decir la verdad: un error en mi opinión, pero tú eres tú. Vaya, con lo que él te ha hecho a ti…

Me quedé un instante callada.

—María, Marc tiene problemas casi peores que los míos. Está en una relación que quiere salvar a pesar de que su mujer le es infiel, tiene una hija a la que adora. No quiero meterme en más líos, ya tengo suficientes. Pero hay algo más —proseguí pensativa, admirando las burbujas del champán en mi copa—. Marc me explicó la índole del negocio de Russ y en realidad tramaban una gran estafa.

Comencé a llorar en silencio. María me abrazó.

—No estás bien, Ana, ¿te das cuenta? —me dijo con cariño.

Suspiré y me enjugué las lágrimas.

—Sí, me doy cuenta.

—Te estás torturando a ti misma.

—Ya no sé si lo que digo, hago y siento tiene algún sentido —comenté.

—En parte, lo tiene, lo que no sé si tiene sentido es pasar por todo esto por Russ —opinó pensativa.

—Lo sigo queriendo —objeté débilmente.

—También quisiste mucho a Thomas y te torturaste durante años hasta que te convenciste de que habías estado perdiendo el tiempo. Ana, el daño te lo haces con tu propio carácter. Eres demasiado dura contigo misma, no te permites cambiar de opinión y cometer errores. Y de tanto perfeccionismo, acabas machacándote.

La observé, cansada, y no dije nada.

—Tía, si quieres esperar a Russ, espéralo, pero ponte un límite de tiempo —propuso con convicción—. Si lo sentenciaran a un montón de años, todo esto no tendría sentido. Y si lo liberan pronto, cuando vuelva a estar aquí, abre los ojos. Si vuelve a descarrilarse, aléjate de él —Sonrió y volvió a coger la botella—. Ahora anímate un poco.

Sonreí y brindamos de nuevo.

Abuso de confianza. La otra verdad
titlepage.xhtml
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_000.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_001.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_002.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_003.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_004.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_005.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_006.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_007.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_008.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_009.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_010.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_011.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_012.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_013.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_014.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_015.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_016.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_017.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_018.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_019.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_020.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_021.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_022.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_023.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_024.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_025.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_026.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_027.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_028.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_029.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_030.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_031.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_032.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_033.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_034.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_035.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_036.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_037.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_038.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_039.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_040.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_041.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_042.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_043.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_044.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_045.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_046.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_047.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_048.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_049.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_050.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_051.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_052.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_053.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_054.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_055.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_056.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_057.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_058.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_059.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_060.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_061.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_062.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_063.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_064.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_065.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_066.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_067.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_068.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_069.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_070.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_071.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_072.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_073.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_074.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_075.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_076.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_077.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_078.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_079.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_080.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_081.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_082.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_083.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_084.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_085.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_086.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_087.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_088.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_089.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_090.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_091.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_092.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_093.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_094.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_095.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_096.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_097.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_098.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_099.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_100.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_101.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_102.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_103.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_104.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_105.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_106.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_107.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_108.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_109.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_110.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_111.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_112.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_113.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_114.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_115.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_116.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_117.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_118.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_119.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_120.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_121.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_122.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_123.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_124.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_125.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_126.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_127.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_128.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_129.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_130.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_131.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_132.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_133.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_134.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_135.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_136.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_137.html