Intenciones ocultas

Mi vida seguía igual de ajetreada y caótica que siempre, mientras que la de Russ era aparentemente tranquila. Por lo que yo sabía, aún no había salido la fecha del juicio. Seguían esperando las respuestas de los clientes. Habían enviado un total de 167 cartas y, de momento, solo habían recibido diecisiete respuestas, todas ellas acusatorias. Anton tenía las manos atadas y poco podía hacer, aparte de apelar cada vez que el código penal de Mónaco lo permitiera. A pesar de sonreír y de hacer bromas cuando lo visitaba, me daba cuenta de que Russ estaba empezando a deprimirse y notaba miedo en sus ojos. La incertidumbre y la falta de libertad estaban haciendo su efecto. Hice el esfuerzo de escribirle más a menudo sobre cuestiones triviales de la vida diaria y, durante las visitas, evitaba hablar de su caso.

Así las cosas, ambos seguíamos a la espera y yo continuaba ahogándome en el trabajo para mitigar el tortuoso remolino de pensamientos que amenazaba con invadirme si alguna vez me relajaba. María me invitó a su casa el día de San Valentín para que lo celebrara con ellos. Era obligatorio ir disfrazado y a mí me tocaba vestirme de sirvienta cachonda con minifalda y peluca roja. Me negué en rotundo y preferí saturarme de trabajo. Aquella noche reservaron hasta el último taburete del restaurante y, a pesar de las sugerencias y las protestas de Toni, decidí servir en la sala.

Antes de abrir, me encontraba repasando y ultimando algunos detalles con Pierre y Toni, cuando me percaté de que Fernando no estaba.

—¿Toni, donde está Fernando? —le pregunté sorprendida.

Torció los labios.

—Me ha llamado hace poco para decirme que no se encontraba bien y le he dicho que se lo tomara con calma. No sonaba bien por teléfono.

Lo miré con los ojos entrecerrados.

—No me parece lógico, está todo completo y necesitarás personal.

—No te preocupes, Ana. Lo tendré todo controlado —contestó con una amplia sonrisa.

—Eso espero, ya sé que eres muy buen profesional —dije despacio—, pero lo voy a llamar para ver cómo se encuentra y le pediré que venga más tarde, porque creo que habrá demasiado trabajo.

Al parecer, Toni me estuvo observando de forma tensa hasta que oyó que dejaba un mensaje en el contestador de Fernando. Pierre me lo dijo al final de la jornada, cinco horas más tarde.