Decidimos regresar a Barcelona ese mismo día. En el coche me relajé y me abrí conversando, aunque me costaba asimilar que una persona tuviera tanto interés en mí. Me preguntó en qué pensaba, qué me gustaba, qué me hacía llorar. Me habló de sus planes futuros de pasar el tiempo conmigo mientras yo fantaseaba con una vida a su lado. ¿Cómo sería la rutina con él, el compartir el día a día? ¿Qué pasaría ante la primera diferencia de opiniones? ¿Y en la primera pelea? No había logrado darme las respuestas. Conocía a Russ muy poco, pero lo que intuía que podía darme me llenaba de vida, de esperanzas.

En algún instante, le oí preguntar:

—¿Te has enterado del resultado del partido de ayer del Manchester United?

Le lancé una mirada desconcertada; me acababa de dar cuenta de que llevaba varios segundos sin percatarme de lo que hablaba. Como era de suponer su monólogo había girado en torno al fútbol.

—No, la verdad que no.

Decidí seguirle la corriente y fingir que me interesaba el tema.

—¡El Manchester United ganó dos a cero! —dijo con aire feliz.

Vagamente recordé otras ocasiones en las que me había informado sobre los resultados de algún partido. Mi ignorancia era total sobre el mundo del fútbol y no tenía ni idea de partidos ni de equipos, pero Russ mencionaba ambas palabras, «Manchester» y «United», con bastante frecuencia.

—¿Russ, por qué estos dos equipos juegan juntos tan a menudo? —le pregunté con amabilidad intentando mostrar interés.

Le quité el habla. Al cabo de unos instante sin recibir ninguna respuesta, desvíe la mirada de la carretera y lo observé. Me miraba atónito. Inmediatamente pensé que había dicho algo malo.

—¿Qué dos equipos, Ana? —preguntó despacio.

—Estos dos de los que siempre hablas… Manchester y United.

Vacilé temerosa pensando que había metido la pata. Russ siguió mirándome un largo instante. No me atrevía a interrumpir el silencio y, para mis adentros, me regañé por no haber prestado más atención a lo que había dicho mientras yo pensaba en las musarañas.

—Esto no puede ser verdad… —murmuró él al final.

—¿El qué? —pregunté ansiosa.

—La pregunta que acabas de hacer —dijo lentamente.

Me miraba sorprendido.

—¿Tú crees que Manchester United son dos equipos?.

Un instante más tarde, Russ se llevó la mano a la frente y se la frotó con visible preocupación. Pero poco a poco comenzó a reírse con tal fuerza que parecía un desquiciado. No podía parar. Hasta se le salieron lágrimas de los ojos. Contagiada por su risa, me reía a su lado sin tener ni idea de lo que estaba ocurriendo.

—¿Me quieres explicar lo que está pasando? —le pregunté al rato, cuando su risa disminuyó un poco de intensidad.

—Amor, Manchester United es un solo equipo, el mejor equipo del mundo, ¿cómo puedes pensar que son dos equipos?

Y siguió riéndose en un nuevo ataque. Torcí los labios, algo más relajada.

—En mi defensa, debo decir que jamás has mencionado el nombre del equipo contrario, así que he asumido que eran dos equipos. No sé nada de fútbol y es lógico entender lo que he entendido. —Me defendí alzando la voz por encima de sus risas.

Russ me ignoró y continuó riéndose. Apoyé la cabeza sobre una mano en la puerta del coche esperando a que se le pasara.