Logré separar los parpados fugazmente. Había luz, poca, pero la había. Ya no estaba rodeada de oscuridad. Recordaba la voz de Russ. ¿Dónde estaba él? Logré abrir los ojos. Despacio y emergiendo entre las múltiples capas del cansancio, mi visión enfocó a una mujer y a una niña. Ambas eran muy guapas y me sonreían. Los rubios bucles de la niña le llegaban hasta los hombros. Las dos vestían de blanco y parecían ángeles. ¿Eran reales? Con un esfuerzo casi monstruoso, me obligué a girar la cabeza. No me dolía, pero pesaba mucho. Quería ver de dónde provenía la luz. Vi una ventana grande con las cortinas entornadas por donde entraban los rayos del sol. Volví a girar la cabeza hacia la imagen de los ángeles. Seguían sonriendo. Cerré los ojos, relajada. La oscuridad volvió.