Russ interrumpió el silencio después de un rato, mientras bajábamos los cien escalones que llevaban al paseo marítimo de Llafranc.

—Ana, no quiero remover el pasado ni hablar de temas delicados. De hecho, me habría gustado evitar esta conversación, pero ya que estamos, hay algo que quiero saber. ¿Qué sucedió exactamente con la empresa y con Jay y Jamie mientras yo no estaba?

Contemplé absorta las bonitas casas de pueblo construidas a ambos lados de la escalera. Algunas eran blancas, otras de color coral cálido, y tenían el tejado ocre. Persianas de madera y flores rojas adornaban las ventanas. Sin embargo, el grato entorno no atenuó el dolor de los recuerdos.

Le conté todo lo que había ocurrido con detalle. Comencé por la llamada de Jay el día en que los arrestaron y proseguí con la visita de Jamie y Darrell. Le expliqué que durante varios días no entendí qué querían de mí, hasta que comprendí que buscaban el número de la cuenta suiza. Le conté que fui a visitar a Vanessa y que la encontré en un estado deplorable. Russ me escuchaba absorto y a veces notaba como se le prendía una chispa de furia en los ojos. También le dije que conocí a Marc en el accidente de moto.

Entonces, Russ, que había estado caminando en silencio, se detuvo y me miró con inseguridad. La atractiva cara de Marc me vino a la mente; recordé su mirada intensa, lo sucedido durante la noche en la discoteca y en la víspera de Navidad. Por un instante, tuve el impulso de contárselo a Russ, pero me frené. No era el momento adecuado.

—Después de que detuvieran a Jay y de que me prohibieran visitarte, me sentí destrozada —proseguí con emotividad—. Me desplomé del agotamiento que me provocaban la angustia y la depresión. Hasta ese momento siempre había pensado que yo era incapaz de odiar, pero me sorprendí con la repulsión que sentía hacia las personas que te habían rodeado: Jay, Jamie, David, Vanessa… Aunque sabía que te habías metido en todo esto por decisión propia, pensé que ellos no tenían derecho a hundirte aún más en la mierda y a meterse conmigo. Fue cuando decidí darle la información a este policía.

Russ, que hasta entonces me había estado contemplando con expresión preocupada, me abrazó. Caminamos así un tiempo por el paseo, hasta que retomé el relato:

—No supe nada durante mucho tiempo, pero mientras tanto comenzaron a llegar tus cartas —Lo miré y sonreí; Russ apenas torció los labios—. Al cabo de dos meses, me enteré a través de Alejandra, que vino a visitarme a la oficina abatida y desesperada por encontrar trabajo, de que la policía había irrumpido en la oficina de Jamie, desde donde llevaban la operativa bajo el nombre de vuestra empresa. Me dijo que lo confiscaron todo, incluyendo tu maletín negro, que ella había guardado. Arrestaron a Jamie y me imagino que entonces pidió la expatriación al Reino Unido. Me dijeron que, una vez allí, iba a poder salir bajo fianza.

Observé a Russ, que caminaba cabizbajo.

—El policía me dijo que a Jamie ya lo habían estado buscando por otros delitos —continué, ya con ganas de cerrar el tema, porque era deprimente—. Como efecto colateral, se ve que al irrumpir en sus oficinas y pillarlo desprevenido, encontraron pruebas y destaparon el chiringuito financiero más grande de España. Tenían cerca de tres mil empleados y había sedes en Barcelona, Madrid, Alicante y Málaga. Jamie era uno de los socios. En el piso tengo una carpeta con toda la información que he recopilado sobre el caso. También están las advertencias que la CNMV y la FSA han publicado en su web contra todos vosotros. Supongo que esto no parará a Jamie o a otros de seguir clandestinamente con este tipo de negocio, pero por lo menos la CNMV está creando conciencia en el mercado.

De repente, Russ estalló en risas. Lo contemplé sin entender el motivo.

—¿Qué te pasa?

Él siguió riendo un rato más, cada vez en tono más burlón.

—Amor, varios ejecutivos de la CNMV estaban en nómina de Century —dijo con ironía mientras se calmaba poco a poco.

—¿Qué es Century?

—El nombre del chiringuito financiero en cuestión.

Me quedé helada. Entonces comprendí por qué Marc no había querido darme información sobre el caso y nunca habló de nombres.

—¿Cómo lo sabes? —le pregunté.

Intenté asimilar la magnitud de los hechos.

—Porque la información que la policía encontró estaba en mi maletín negro — dijo con sarcasmo—, porque lo había averiguado. Century tenía fama. La empresa fue fundada hace más de cinco años en España. Vendían acciones falsas de empresas que creaban ellos mismos, las registraban, alquilaban despachos y servicio telefónico a su nombre, reservaban los dominios en Internet y hacían sus páginas web. También vendían acciones de empresas existentes, pero inactivas. Sobre todo estadounidenses. Eran astutos y la CNMV tardó en ponerlos en su punto de mira. Entonces el socio principal de Century, Richard Brown, se las ingenió para conseguir sobornar a varios de los funcionarios para que hicieran la vista gorda mientras él estafaba millones de euros. Era la única manera de desviar la atención y mantenerse a flote durante tanto tiempo. Me alegro de que hayan arrestado a Jamie, se lo merecía.

—Y si lo sabías, ¿por qué no lo denunciaste hace tiempo?

—Porque me arrestaron.

Oí que le chirriaron los dientes. Recordé la conversación con Marc. Él no había mencionado fechas.

—¿Crees que Jay estuvo involucrado?

—Claro —respondió de forma elocuente—, él fue uno de sus transportadores.

«Vaya, qué mundo», pensé.

—Ana, eres demasiado ingenua —dijo Russ moviendo la cabeza.

—¡Estoy harta de que me digan que soy una ingenua! —exclamé frustrada—. Y, sobre todo, si me lo dicen con este tono de menosprecio.

—Mi amor, piensa… —exclamó, también frustrado.

Se detuvo y yo me giré hacia él.

—¡Qué oportuno crear conciencia en el mercado justo cuando la policía tiene la información por otras fuentes! —exclamó—. Ana, la ironía del caso no tiene límites y tú vas y me juzgas a mí. Jamie seguro que ya tiene la libertad condicional después de unas pocas semanas de cárcel en el Reino Unido, siendo uno de las cabezas del chiringuito financiero más grande de España. ¿Y yo?

—Russ, apártate de este mundo y de todos ellos —exigí.

—Ya lo he hecho —dijo distraídamente y me abrazó de nuevo.

Seguimos caminando.

—Ana —dijo de repente—. ¿Le tienes confianza a ese policía?

—Sí —contesté sin pensarlo dos veces.

—¿Cómo se llama?

—Marc... —Mi voz se quebrantó un poco y carraspeé—. Marc Puig.

—No le cuentes los hechos a nadie. Jamás.

—Bien —dije sin darle demasiada importancia.

No solía hablar de temas tan personales con nadie.

—Suficiente. Ya no hablemos de más problemas —decidió y me besó fugazmente en la boca—. Vayamos a otro restaurante donde te pueda atar a una silla para que no salgas corriendo y así emborracharte.

Abuso de confianza. La otra verdad
titlepage.xhtml
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_000.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_001.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_002.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_003.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_004.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_005.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_006.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_007.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_008.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_009.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_010.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_011.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_012.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_013.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_014.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_015.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_016.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_017.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_018.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_019.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_020.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_021.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_022.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_023.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_024.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_025.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_026.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_027.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_028.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_029.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_030.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_031.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_032.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_033.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_034.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_035.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_036.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_037.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_038.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_039.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_040.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_041.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_042.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_043.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_044.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_045.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_046.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_047.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_048.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_049.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_050.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_051.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_052.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_053.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_054.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_055.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_056.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_057.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_058.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_059.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_060.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_061.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_062.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_063.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_064.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_065.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_066.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_067.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_068.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_069.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_070.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_071.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_072.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_073.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_074.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_075.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_076.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_077.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_078.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_079.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_080.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_081.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_082.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_083.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_084.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_085.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_086.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_087.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_088.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_089.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_090.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_091.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_092.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_093.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_094.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_095.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_096.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_097.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_098.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_099.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_100.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_101.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_102.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_103.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_104.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_105.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_106.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_107.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_108.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_109.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_110.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_111.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_112.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_113.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_114.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_115.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_116.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_117.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_118.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_119.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_120.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_121.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_122.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_123.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_124.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_125.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_126.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_127.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_128.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_129.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_130.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_131.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_132.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_133.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_134.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_135.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_136.html
CR!MX428RNFB94S559PHSFSBBSE56A9_split_137.html