Russ tenía la prudencia de utilizar el Ferrari solo para salir de Barcelona y no para ir al trabajo o circular por la ciudad. El coche era demasiado lujoso y atraía las miradas como un imán. Hicimos varios viajes por España, Francia e Italia. Fuimos a visitar a mi amiga Erika a Madrid y condujimos por Navarra. Nos aventuramos hasta Cannes y conocimos Toulouse y Carcassonne. En algunos de los viajes nos acompañaron Jan y Magda, quienes quedaron fascinados con el coche de Russ. Jan no perdía la oportunidad de hacer competiciones de velocidad por las autopistas.

Un viaje que jamás olvidaré fue el de Florencia. Si bien en Roma, Russ me ofreció compromiso y en Las Maldivas me embriagó de amor, en Florencia me llenó de cultura. Yo no había visitado la ciudad ni él tampoco, pero se había aprendido la historia de sus obras medievales y renacentistas. Fue el mejor guía turístico que me podía imaginar. Visitamos la cúpula de Santa María del Fiore, el Ponte Vecchio, la Basílica de Santa Cruz, el Palazzo Vecchio los museos Uffizi, el Bargello y la Galería de la Academia, que acoge al enigmático David de Miguel Ángel. Disfrutamos de la vista nocturna de Florencia desde la Piazzale Michelangelo, donde destacaba el Palazzo Vecchio y el Duomo de Santa María del Fiore. En todo momento, Russ me contaba la historia del lugar o monumento que estábamos visitando. Me enamoré de un cuadro que había en el escaparate de una galería al lado del Ponte Vecchio. Era una pintura de la Florencia nocturna.

De regreso en Barcelona, al cabo de dos días, un servicio urgente de DHL me entregó un paquete alargado y estrecho. No se especificaba el remitente, pero no hacía falta.