Un par de días antes de Navidad, Toni me propuso una cita con sus amigos inversores. Decidí posponerlo para después de las fiestas. Ya tenía preparada una visita del cliente potencial de la agencia John Taylor para entonces.
«Algo saldrá», pensé esperanzada.
Pierre y Toni se llevaban cada día peor. El cliente no lo sufría, pero el ambiente entre los trabajadores era tenso. Pierre me importaba más y Toni era reemplazable.
—¿No hay manera de que os entendáis mejor? —le pregunté a Pierre después de terminar la jornada.
—No —Sacudió la cabeza—. Es un falso. Quiere controlarlo todo y más cuando tú no estás. Yo no dejo que se meta en la cocina, pero me viene con órdenes sobre qué platos hacer y recomendar.
—Bueno, es jefe de sala. A veces recibe opiniones de los clientes —lo defendí.
Pierre refunfuñó.
—Sí, pero no es la opinión de los clientes lo que me trae a la cocina. Yo sé qué platos se venden más, porque me das el informe de caja y porque lo veo en la cocina, y justamente me dice de cambiar esos platos.
—¿Y por qué crees que lo hace? —pregunté extrañada.
—No lo sé —dijo con aire pensativo—, pero te recomiendo que no lo pierdas de vista.
Suspiré.
—Pierre, ¿quieres que lo sustituya?
—No, aguantaremos un poco más. Ya me dijiste que vendría un cliente nuevo, ¿verdad?
Asentí.
—Pues esperemos a después de las fiestas.
—Bien.