Tan pronto acabé de revisar las cuentas, salí apresurada del local, me subí en la moto y en diez minutos estaba aparcando frente a la oficina de Russ. Contemplé con nostalgia el impresionante edificio de estilo neoclásico. Cuántas veces me había encontrado allí con Russ después de la jornada de trabajo… Sin embargo, nunca había subido a su oficina, tan solo sabía que estaba en la segunda planta.
Respiré profundamente, me ajusté las gafas de sol y me dirigí hacia la entrada. Había mucha gente entrando y saliendo, y nadie me prestó atención. Mi corazón palpitaba con tanta fuerza que me punzaban los oídos. Me preguntaba con quién me encontraría en la oficina y si me darían el maletín negro. Ignoré el ascensor, subí hasta la segunda planta por las escaleras. Al llegar, vi que había dos oficinas. Una era de Notaría y la otra no tenía letrero. Debía ser la de Russ. La puerta era de vidrio mate y no se podía ver lo que ocurría dentro. Me acerqué con temor y toqué el timbre. Este sonó fuerte, pero al instante reinó un silencio absoluto. La puerta permaneció cerrada. Esperé unos momentos y volví a tocar. Nada. Acerqué la oreja, no se oía ningún ruido. Insegura, la empujé suave y, para mi sorpresa, se abrió. Puede ver que el lugar estaba casi vacío; aparte de un par de escritorios, algunas sillas y carpetas tiradas por el suelo, no había nada. Abrí la puerta del todo y entré, a pesar de tener un nudo en la garganta y el corazón acelerado. Recorrí toda la oficina, un área grande y diáfana y dos pequeños despachos. No descubrí nada, se lo habían llevado todo.
Confundida, salí y bajé las escaleras. Sospechaba que Jay había desalojado la oficina. Me preguntaba si tenía el maletín negro de Russ y si aquello representaba un problema. Entonces, un pensamiento me atravesó la mente. Salí corriendo del edificio, me puse el casco y conduje la moto lo más rápido que pude.