XIV

Por las callejuelas de Jámovniki, los prisioneros avanzaron solos con sus guardianes y detrás venían los furgones y carros que les pertenecían. Pero al acercarse a los almacenes de intendencia se encontraron en medio de una gran columna de artillería que avanzaba con dificultad y entremezclada con vehículos de particulares.

A la entrada del puente se detuvieron todos, esperando que abrieran paso los que iban delante. Los prisioneros veían, lo mismo delante de ellos que detrás, hileras interminables de otros convoyes. A la derecha, en el sitio donde el camino de Kaluga tuerce a lo largo de Neskuchni para perderse en la lejanía, se alineaban incontables filas de soldados y carros. Eran las fuerzas del cuerpo de Beauharnais, que habían salido en primer lugar. Detrás, a lo largo de la orilla del río y sobre el puente Kámmeni, avanzaban las tropas y los convoyes del mariscal Ney.

Las tropas de Davout, entre las cuales iban los prisioneros, pasaron Krimski-Brod, se detuvieron y volvieron a avanzar: por todas partes se iban acumulando cada vez más carruajes y hombres. Después de emplear más de una hora en recorrer los pocos centenares de pasos que separaban el puente de la calle de Kaluga, cuando llegaron a la plaza donde la calle Zamoskvorétskaia se junta con Kalúzhskaia, los prisioneros, apretujados, tuvieron que detenerse y permanecer así algunas horas. Por todas partes se oía el estrépito confuso y continuo, parecido al oleaje del mar, en que se mezclaban el chirriar de ruedas, el pataleo de caballos y los incesantes gritos y juramentos de los hombres. Pierre, apretado contra el muro de una casa quemada, escuchaba aquel estruendo, confundido en su imaginación con el redoble de los tambores.

Algunos oficiales prisioneros, para ver mejor, subieron al muro de la casa junto a la cual se hallaba Pierre.

—¡Cuánta gente! ¡Cuánta gente!… ¡Hasta encima de los cañones!— decían. —Fíjate, llevan pieles… ¡Canallas! Lo han robado todo… Mira, mira a ese que viene detrás, en el carro… Trae unos iconos, seguro. Deben de ser alemanes. Y nuestro mujik no le va a la zaga. ¡Qué canallas! Han cargado tanto que apenas pueden avanzar. Llevan hasta un cabriolé. ¡Y aquel que va sentado en los baúles! ¡Dios mío! ¡Se están peleando!…

—¡Dale en los hocicos, en los hocicos! A este paso vamos a estar aquí todo el día. ¡Mirad, mirad! Seguramente es del mismo Napoleón… ¡Vaya caballos! Llevan blasón y corona. Es como una verdadera casa sobre ruedas. Se le ha caído un saco y no se dan cuenta. Otra vez vuelven a pelearse… Ahí va una mujer con un niño… y no es fea. Cómo no, a ti te van a dejar pasar. Mira, no se ve el fin… Son chicas rusas… os lo juro: muchachas rusas… Fijaos qué tranquilamente van en los coches.

De nuevo, lo mismo que en la iglesia de Jámovniki, una oleada de curiosidad general empujó a todos los prisioneros hacia el camino. Pierre, gracias a su estatura, pudo ver por encima de todas las cabezas lo que atraía la curiosidad de los prisioneros: en tres coches, en medio de baúles, iban, muy apretadas unas contra otras, algunas mujeres engalanadas, pintadas y vestidas de colorines, que gritaban con voz chillona.

Desde que Pierre sintió de nuevo la presencia de la fuerza misteriosa, ya nada le parecía extraño ni terrible: ni el cadáver con el rostro tiznado de hollín, ni aquellas mujeres que se apresuraban a ir sin saber dónde, ni el aspecto de Moscú incendiado. Todo cuanto ahora veía no le producía impresión alguna; se habría dicho que su alma, preparándose para una lucha difícil, rechazaba cualquier sensación que pudiera debilitarla.

Pasaron los coches de las mujeres. Detrás, de nuevo, otros carros y filas de soldados; de nuevo furgones y soldados, carrozas, baúles y otra vez soldados. De vez en cuando aparecían algunas mujeres.

Pero Pierre no veía figuras aisladas, sólo advertía su movimiento.

Todos aquellos hombres y caballos parecían empujados por una fuerza invisible. Durante una hora, en que Pierre no dejó de observarlos, afluían incesantemente desde diversas calles con el mismo deseo de adelantarse lo más pronto posible. Chocaban unos con otros, se encolerizaban, llegaban a las manos; enseñando los dientes blancos y frunciendo el ceño, intercambiaban las mismas injurias. Y en todos los rostros había esa expresión de resuelta energía, de fría crueldad, que por la mañana había sorprendido en el rostro del cabo cuando comenzó a sonar el tambor.

Avanzada ya la tarde, el jefe del convoy reagrupó a sus hombres y, en medio de gritos y discusiones, se introdujo entre las otras columnas; los prisioneros, rodeados por todas partes, salieron así al camino de Kaluga.

Marcharon rápidamente, sin paradas, y se detuvieron sólo a la hora del crepúsculo. Colocaron los carros cerca unos de otros y los hombres se prepararon para pasar la noche. Todos parecían inquietos y enfadados. Durante largo rato se oyeron injurias, gritos furiosos y peleas. Una carroza que seguía al convoy de los prisioneros embistió un carro del convoy y lo agujereó con su timón. Varios soldados corrieron hacia el carro, desde varias direcciones, unos la emprendieron a golpes con los caballos del coche, tratando de darles la vuelta, mientras que otros se enzarzaban en una pelea. Pierre vio que un alemán quedaba gravemente herido de un sablazo en la cabeza.

Detenidos en mitad del campo, al atardecer de un frío día de otoño, todos aquellos seres parecían tener el mismo sentimiento de un desagradable despertar después de la prisa que les imponía la huida y el precipitado movimiento que los empujaba no sabían adonde. Cuando se detuvieron, soldados y prisioneros parecieron comprender que el lugar adonde los llevaban era desconocido y tendrían que soportar un sinfín de penurias.

En esa parada los guardianes trataron a los prisioneros peor aún que a la salida de Moscú. Por primera vez dieron a los cautivos carne de caballo.

Desde los oficiales hasta el último de los soldados, se notaba en todos una especie de cólera personal hacia cada prisionero, sentimiento que desplazaba ahora las cordiales relaciones de antes.

La irritación subió de punto cuando, a la hora de pasar lista a los prisioneros, se halló que en la confusión de la salida de Moscú había huido un soldado ruso que fingía dolores de vientre. Pierre vio cómo un francés golpeaba a un prisionero porque se había separado demasiado del camino y oyó los reproches que el capitán, amigo suyo, hacía a un suboficial por haber dejado escapar al soldado, amenazándolo con el consejo de guerra. A las palabras del suboficial, de que el fugitivo estaba enfermo y no podía caminar, respondió el capitán que tenía orden de rematar a los rezagados.

Pierre sintió que aquella fuerza fatal bajo cuyo imperio estuvo en las horas de la ejecución y que había desaparecido durante el cautiverio lo dominaba de nuevo. Sintió miedo, pero se dio cuenta de que en la misma medida en que esa fuerza fatal procuraba aplastarlo, en su alma crecía y cobraba ímpetu otra fuerza independiente de ella: la enorme fuerza de la vida.

Como todos, cenó una sopa de harina de centeno y carne de caballo y conversó con sus compañeros.

Ninguno hablaba de lo que habían visto en Moscú, ni de la conducta de los franceses, ni de la orden de disparar contra el que se rezagase, que les habían comunicado. Todos parecían especialmente animados y alegres, como si desearan de esa manera oponerse al empeoramiento de la situación. Charlaban de recuerdos personales, de los diversos hechos durante la marcha, sin dejar que la charla derivase a la situación en que se encontraban.

El sol se había ocultado hacía tiempo; se encendieron en el cielo algunas estrellas brillantes y el rojo resplandor de la luna llena, como el reflejo de un incendio lejano, se extendió por el cielo; la enorme bola cárdena se balanceaba en aquella grisácea penumbra como por arte de magia. Clareaba en aquella hora vespertina, antes de que la noche lo llenara todo. Pierre se levantó y, por entre las hogueras, se dirigió a la otra parte del camino, donde, según le habían dicho, se hallaban los soldados prisioneros. Deseaba conversar con ellos. Pero un centinela francés lo detuvo y ordenó que regresara.

Lo hizo, pero no volvió con sus compañeros sino que se acercó a un carro desenganchado cerca del cual no había nadie. Encogió las piernas, se dejó caer con la cabeza baja sobre la tierra fría junto a la rueda del carro y permaneció largo rato inmóvil y pensativo. Pasó así más de una hora sin que nadie lo molestara. De repente estalló en una risa bonachona, tan sonora y solitaria que hizo volverse a todos cuantos estaban cerca.

—¡Ja, ja, ja!— reía. Y siguió hablando en voz alta consigo mismo: —No me ha dejado pasar. Me detuvieron y encerraron. Me tienen prisionero. ¿A quién? ¡A mí! ¡A mí! ¡Tienen prisionera mi alma inmortal!… ¡Ja, ja, ja!… ¡Ja, ja, ja!

A fuerza de reír se le llenaron los ojos de lágrimas.

Un hombre se acercó para ver de qué se reía aquel hombre extraño y grande. Pierre calló, se levantó, se alejó del curioso y miró a su alrededor.

El enorme vivac, tan animado antes por el crepitar de las hogueras y las innumerables voces humanas, se iba apagando. Las luces rojas del fuego, aquí y allá, se extinguían mortecinas. En lo alto la luna llena lo dominaba todo con su claridad. Campos y bosques, antes invisibles, se veían ahora por doquier. Y más allá de los bosques y los campos próximos quedaba la infinita lejanía oscilante, iluminada y atrayente. Pierre levantó sus ojos al cielo y contempló las estrellas. “Todo esto es mío, todo está en mí, todo eso soy yo mismo —pensó—. ¡Y ellos capturaron todo eso y lo encerraron en una barraca tapiada con tablas de madera!” Sonrió y fue a reunirse con sus compañeros para dormir.

Guerra y paz
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
Nota_editores.xhtml
parte001.xhtml
parte002.xhtml
parte003.xhtml
parte004.xhtml
parte005.xhtml
parte006.xhtml
parte007.xhtml
parte008.xhtml
parte009.xhtml
parte010.xhtml
parte011.xhtml
parte012.xhtml
parte013.xhtml
parte014.xhtml
parte015.xhtml
parte016.xhtml
parte017.xhtml
parte018.xhtml
parte019.xhtml
parte020.xhtml
parte021.xhtml
parte022.xhtml
parte023.xhtml
parte024.xhtml
parte025.xhtml
parte026.xhtml
parte027.xhtml
parte028.xhtml
parte029.xhtml
parte030.xhtml
parte031.xhtml
parte032.xhtml
parte033.xhtml
parte034.xhtml
parte035.xhtml
parte036.xhtml
parte037.xhtml
parte038.xhtml
parte039.xhtml
parte040.xhtml
parte041.xhtml
parte042.xhtml
parte043.xhtml
parte044.xhtml
parte045.xhtml
parte046.xhtml
parte047.xhtml
parte048.xhtml
parte049.xhtml
parte050.xhtml
parte051.xhtml
parte052.xhtml
parte053.xhtml
parte054.xhtml
parte055.xhtml
parte056.xhtml
parte057.xhtml
parte058.xhtml
parte059.xhtml
parte060.xhtml
parte061.xhtml
parte062.xhtml
parte063.xhtml
parte064.xhtml
parte065.xhtml
parte066.xhtml
parte067.xhtml
parte068.xhtml
parte069.xhtml
parte070.xhtml
parte071.xhtml
parte072.xhtml
parte073.xhtml
parte074.xhtml
parte075.xhtml
parte076.xhtml
parte077.xhtml
parte078.xhtml
parte079.xhtml
parte080.xhtml
parte081.xhtml
parte082.xhtml
parte083.xhtml
parte084.xhtml
parte085.xhtml
parte086.xhtml
parte087.xhtml
parte088.xhtml
parte089.xhtml
parte090.xhtml
parte091.xhtml
parte092.xhtml
parte093.xhtml
parte094.xhtml
parte095.xhtml
parte096.xhtml
parte097.xhtml
parte098.xhtml
parte099.xhtml
parte100.xhtml
parte101.xhtml
parte102.xhtml
parte103.xhtml
parte104.xhtml
parte105.xhtml
parte106.xhtml
parte107.xhtml
parte108.xhtml
parte109.xhtml
parte110.xhtml
parte111.xhtml
parte112.xhtml
parte113.xhtml
parte114.xhtml
parte115.xhtml
parte116.xhtml
parte117.xhtml
parte118.xhtml
parte119.xhtml
parte120.xhtml
parte121.xhtml
parte122.xhtml
parte123.xhtml
parte124.xhtml
parte125.xhtml
parte126.xhtml
parte127.xhtml
parte128.xhtml
parte129.xhtml
parte130.xhtml
parte131.xhtml
parte132.xhtml
parte133.xhtml
parte134.xhtml
parte135.xhtml
parte136.xhtml
parte137.xhtml
parte138.xhtml
parte139.xhtml
parte140.xhtml
parte141.xhtml
parte142.xhtml
parte143.xhtml
parte144.xhtml
parte145.xhtml
parte146.xhtml
parte147.xhtml
parte148.xhtml
parte149.xhtml
parte150.xhtml
parte151.xhtml
parte152.xhtml
parte153.xhtml
parte154.xhtml
parte155.xhtml
parte156.xhtml
parte157.xhtml
parte158.xhtml
parte159.xhtml
parte160.xhtml
parte161.xhtml
parte162.xhtml
parte163.xhtml
parte164.xhtml
parte165.xhtml
parte166.xhtml
parte167.xhtml
parte168.xhtml
parte169.xhtml
parte170.xhtml
parte171.xhtml
parte172.xhtml
parte173.xhtml
parte174.xhtml
parte175.xhtml
parte176.xhtml
parte177.xhtml
parte178.xhtml
parte179.xhtml
parte180.xhtml
parte181.xhtml
parte182.xhtml
parte183.xhtml
parte184.xhtml
parte185.xhtml
parte186.xhtml
parte187.xhtml
parte188.xhtml
parte189.xhtml
parte190.xhtml
parte191.xhtml
parte192.xhtml
parte193.xhtml
parte194.xhtml
parte195.xhtml
parte196.xhtml
parte197.xhtml
parte198.xhtml
parte199.xhtml
parte200.xhtml
parte201.xhtml
parte202.xhtml
parte203.xhtml
parte204.xhtml
parte205.xhtml
parte206.xhtml
parte207.xhtml
parte208.xhtml
parte209.xhtml
parte210.xhtml
parte211.xhtml
parte212.xhtml
parte213.xhtml
parte214.xhtml
parte215.xhtml
parte216.xhtml
parte217.xhtml
parte218.xhtml
parte219.xhtml
parte220.xhtml
parte221.xhtml
parte222.xhtml
parte223.xhtml
parte224.xhtml
parte225.xhtml
parte226.xhtml
parte227.xhtml
parte228.xhtml
parte229.xhtml
parte230.xhtml
parte231.xhtml
parte232.xhtml
parte233.xhtml
parte234.xhtml
parte235.xhtml
parte236.xhtml
parte237.xhtml
parte238.xhtml
parte239.xhtml
parte240.xhtml
parte241.xhtml
parte242.xhtml
parte243.xhtml
parte244.xhtml
parte245.xhtml
parte246.xhtml
parte247.xhtml
parte248.xhtml
parte249.xhtml
parte250.xhtml
parte251.xhtml
parte252.xhtml
parte253.xhtml
parte254.xhtml
parte255.xhtml
parte256.xhtml
parte257.xhtml
parte258.xhtml
parte259.xhtml
parte260.xhtml
parte261.xhtml
parte262.xhtml
parte263.xhtml
parte264.xhtml
parte265.xhtml
parte266.xhtml
parte267.xhtml
parte268.xhtml
parte269.xhtml
parte270.xhtml
parte271.xhtml
parte272.xhtml
parte273.xhtml
parte274.xhtml
parte275.xhtml
parte276.xhtml
parte277.xhtml
parte278.xhtml
parte279.xhtml
parte280.xhtml
parte281.xhtml
parte282.xhtml
parte283.xhtml
parte284.xhtml
parte285.xhtml
parte286.xhtml
parte287.xhtml
parte288.xhtml
parte289.xhtml
parte290.xhtml
parte291.xhtml
parte292.xhtml
parte293.xhtml
parte294.xhtml
parte295.xhtml
parte296.xhtml
parte297.xhtml
parte298.xhtml
parte299.xhtml
parte300.xhtml
parte301.xhtml
parte302.xhtml
parte303.xhtml
parte304.xhtml
parte305.xhtml
parte306.xhtml
parte307.xhtml
parte308.xhtml
parte309.xhtml
parte310.xhtml
parte311.xhtml
parte312.xhtml
parte313.xhtml
parte314.xhtml
parte315.xhtml
parte316.xhtml
parte317.xhtml
parte318.xhtml
parte319.xhtml
parte320.xhtml
parte321.xhtml
parte322.xhtml
parte323.xhtml
parte324.xhtml
parte325.xhtml
parte326.xhtml
parte327.xhtml
parte328.xhtml
parte329.xhtml
parte330.xhtml
parte331.xhtml
parte332.xhtml
parte333.xhtml
parte334.xhtml
parte335.xhtml
parte336.xhtml
parte337.xhtml
parte338.xhtml
parte339.xhtml
parte340.xhtml
parte341.xhtml
parte342.xhtml
parte343.xhtml
parte344.xhtml
parte345.xhtml
parte346.xhtml
parte347.xhtml
parte348.xhtml
parte349.xhtml
parte350.xhtml
parte351.xhtml
parte352.xhtml
parte353.xhtml
parte354.xhtml
parte355.xhtml
parte356.xhtml
parte357.xhtml
parte358.xhtml
parte359.xhtml
parte360.xhtml
parte361.xhtml
parte362.xhtml
parte363.xhtml
parte364.xhtml
parte365.xhtml
parte366.xhtml
parte367.xhtml
parte368.xhtml
parte369.xhtml
parte370.xhtml
parte371.xhtml
parte372.xhtml
parte373.xhtml
parte374.xhtml
parte375.xhtml
parte376.xhtml
parte377.xhtml
parte378.xhtml
parte379.xhtml
parte380.xhtml
parte381.xhtml
parte382.xhtml
parte383.xhtml
parte384.xhtml
parte385.xhtml
parte386.xhtml
parte387.xhtml
parte388.xhtml
parte392.xhtml
Mapas.xhtml
autor.xhtml
notas.xhtml