Tartas y pasteles para los más pequeños
No es ningún secreto: a los niños les pirra el dulce. Es uno de los primeros sabores que aprenden a reconocer y de los pocos que jamás rechazan. Mientras que pueden negarse a comer muchos preparados salados o un tanto amargos, rara vez rechazan el sabor dulce de un pastel o una tarta.
Pueden negarse a comer una manzana a media tarde, por mucho que la lavemos, pelemos y cortemos en pequeños dados para que sea ingerida con facilidad. Sin embargo, son pocos los niños que rechazan una deliciosa porción de un pastel de manzana o de una tarta de fresa.
Por esta razón debes extremar el cuidado cuando elabores
algún tipo de preparado destinado a un niño. El sentido del gusto
no está desarrollado por completo en la infancia y muchos de los
sabores, texturas e ingredientes que una persona adulta puede
digerir sin mayor problema, en el caso de los pequeños puede
provocar indigestión, alergia o rechazo. De ahí que prestes
atención a los ingredientes y cuidados que hay que tomar siempre
que prepares una receta de repostería destinada al consumo
infantil. Cuáles son los sabores e ingredientes que más aceptan,
qué otros ingredientes debemos eludir o sustituir, qué productos
pueden producir alergias, etc.
Sabores que más gustan a los niños
¿Sabías que nuestro
paladar tiene veintisiete receptores para los sabores amargos y tan
sólo tres para los dulces? Esto se debe a un mecanismo biológico de
defensa desarrollado para distinguir los matices de sabor de
distintos alimentos. Aunque hoy día ya no es necesario, hace miles
de años el consumo de alimentos en muchas ocasiones se realizaba
por un proceso de ensayo-error. De esta forma, fuimos aprendiendo
qué productos eran digeribles y qué otros podían no serlo o incluso
ser venenosos.
Ésta es la razón por la que tenemos veintisiete receptores para identificar los matices amargos y tan sólo tres para los dulces. De forma inconsciente, rechazamos los sabores amargos y consideramos el sabor dulce como beneficioso o satisfactorio. Conforme desarrollamos el sentido del gusto, comenzamos a aceptar otros sabores más o menos amargos como beneficiosos; pero esta aceptación es producto del aprendizaje.
Los
niños suelen ser reacios a probar nuevos sabores o texturas. No han
tenido tiempo para este aprendizaje y lo normal es que rechacen los
sabores amargos y sean, sin embargo, más propensos a consumir
productos dulces. Por eso para ellos, los postres constituyen el
mejor momento de la comida, algo que los mayores debemos aprovechar
para comenzar su educación gastronómica. Podemos enseñarles a
colaborar en las preparaciones y también estamos obligados a
educarlos para que, poco a poco, vayan admitiendo otros sabores que
deben formar parte de su dieta. Como en todo, la alimentación
también forma parte de la educación.
Anímate a preparar postres que tengan como ingredientes
principales la fruta, aprovechando que, entre otros nutrientes
beneficiosos, tiene un alto contenido en fructosa, que da ese sabor
dulce a los alimentos. Será mucho más beneficioso, sano y nutritivo
que cualquier otro producto dulce elaborado de forma industrial o
endulzado con azúcar.
Los niños deben comer de todo y bien
Si tienes hijos y no les gusta probar nada nuevo fuera de esos tentadores dulces, aquí tienes una serie de trucos que te ayudarán a que se acostumbren a ampliar su abanico de sabores y, así, consumir todo tipo de alimentos.
A
lo mejor piensas que estoy tirando piedras contra mi propio tejado,
porque la repostería es el objetivo de este libro. Y por supuesto
no seré yo la primera en criticar los postres que descubres en
estas páginas. Pero por encima de todo me gusta la cocina, toda la
cocina, y sé que para que una persona disfrute de un buen postre su
cultura culinaria debe ser lo más amplia posible. Y eso es algo que
hay que empezar a trabajar desde niños. Por tanto, si tienes
pequeños, apunta esta serie de reglas:
Intentarlo e
insistir. Existen muchos sabores e
infinidad de texturas que muchas veces, sin haberlas probado, ya
producen cierto rechazo en el niño. Si no le gusta no es necesario
que lo fuerces a consumirlos, pero hazle comprender la importancia
que supone comer de forma variada y de la necesidad de probar un
alimento antes de rechazarlo. Insiste en presentarles comidas
variadas.
Los postres,
un aliado excepcional para habituar al consumo de fruta.
De esta forma, con divertidas presentaciones,
puedes conseguir que el rechazo continuado del niño a consumir
fruta termine convirtiéndose en un hábito beneficioso para su
salud.
Practica con
el ejemplo. Los niños imitan todos
nuestros comportamientos. Así, no puedes obligarlos a seguir una
dieta que tú también rechazas. Siéntate a su lado, comparte con
ellos el momento de preparar los alimentos, servirlos y
disfrutarlos. Te sorprenderá la facilidad con que asimilan esos
hábitos.
Refuerza tu
capacidad de decisión. No limites la
oferta de alimentos e ingredientes en la dieta de un niño, dale a
elegir. Con ello no sólo estás fomentando su capacidad de decisión,
sino que además, a partir de ella, puedes ir descubriendo qué
sabores o texturas prefiere; lo que te ayudará más tarde a la hora
de planificar tus compras y menús semanales.
Cuida la
presentación. Los niños son muy sensibles
a las formas y colores. Puesto que no están condicionados por
experiencias anteriores, la introducción de un nuevo alimento y su
aceptación puede estar muy ligada a la forma de
presentarlo.
Involúcralos
en la cocina. Hazlo así desde el momento
de la compra, de la colocación de los ingredientes en la nevera o
la despensa, hasta en la elaboración del plato. Pídeles que te
ayuden a presentarlos en el plato, hazlo con imaginación...
Convertir la hora de la comida en un juego del que se sientan
partícipes es quizá la mejor manera de conseguir que aprendan a
comer de forma saludable.
Combina
alimentos. Pese a todos estos esfuerzos,
puede ser que los niños continúen rechazando algunos alimentos.
Cuando suceda esto, trata de combinarlos con otros alimentos que sí
acostumbren a tomar. Puedes añadir pequeños pedazos de fruta en un
yogur o con los cereales. Puedes rellenar de mermelada la masa de
un pastel de chocolate, o decorar con frutas silvestres una tarta.
Así, además, añadirás menos azúcar, que será compensada con la
fructosa.
Si
aun así tu hijo continúa rechazando algunos alimentos básicos para
una buena dieta, prueba el siguiente juego: elabora un menú de
colores, asigna a cada día un color e involucra al niño en el
juego, pídele que te ayude a elaborar el calendario semanal, a
escoger los alimentos, a preparar cada menú... Poco a poco y con
paciencia, obtendrás tus frutos.