XIII
Sopesó la horrible situación en la que estaban y decidió ganar tiempo, de la manera que fuera. No podían tardar demasiado en llegar, y Peter, al fondo, tramaba algo. Estaba convencida de ello.
Suéltale o dispararé a tu amante.
La mano le temblaba tanto que puede que se le disparara sin quererlo. La perturbada mirada de Celeste Saxton, recayó en el hombre por el que había arriesgado todo. Su matrimonio, posición social, amistades, familia...
¿Martin?
El hombre ni titubeó.
Mátala, querida. Se ha vuelto cansina. Ya tengo lo que deseo y tú sola, mi lindo bombón, acabas de caer en mis manos.
Mere no podía creer lo que escuchaba ni salir de su asombro. La miraba como si le perteneciera, como si estuviera planeando un mundo de posibilidades. La frialdad de esa voz causaba escalofríos. A ella le repugnó pero la mujer a la que se refería se enfureció. Celeste Saxton se lanzó hacia Martin como lo que era, una lunática. Chillando. Algo brilló en el aire, algo afilado, en su mano derecha. Y Rob estaba en medio, ¡por Dios!, saldría herido. La escena pareció discurrir lentamente ante sus ojos, como si ella fuera un espectador en la lejanía.
Apretó el gatillo y de nuevo nada.
¡No! no, no. Lanzó la pistola contra la figura que con el puñal en alto se acercaba a los dos hombres, pero ni la rozó. Peter luchaba contra sus cadenas, contra la única cadena que le ataba a la pared. ¡Había logrado liberarse de uno de los grilletes! Rob se retorcía entre los brazos que lo aprisionaban hasta que, en el último momento, Saxton lo apartó para inmensa sorpresa de Mere. ¡Lo había apartado! para apuñalar a la mujer que, perdida la razón, se negaba a parar el impulso de matar que le llenaba la mente. Martin le gritó, le ordenó que no lo hiciera pero ella no paró moviendo el arco del brazo en sentido descendente, con tremendo impulso, el reflejo del metal a la vista de todos.
¡No!
El grito surgió de Saxton pero ella hizo caso omiso, envalentonada. No fue a por Martin, sino derecha hacia Rob, como si matándolo fuera a enterrar su odio, su inmensa furia por todo lo que acababa de perder. No lo logró ya que Martin Saxton tampoco vaciló. Con su brazo libre bloqueó el de ella y con la otra hundió el puñal que sujetaba firmemente en su mano en el torso de la alocada y bella mujer que se abalanzó sobre él. Hasta la empuñadura.
Ella no emitió ni un sonido, la boca abierta, los ojos enormes, fijos, llenos de incomprensión, traicionados, en el hombre que sonreía irónico mientras le susurraba al oído algo que solo Rob alcanzó a escuchar. Empujó el mango arrancando un quejido de los labios ya ensangrentados y lentamente extrajo el filo, dejando de sostener el delgado cuerpo que se desplomó a sus pies, los ojos abiertos de par en par, sin ver. Cruzada sobre el inerme cuerpo de Evans.
La sonrisa que cubría los labios de Saxton mientras observaba la sangre fluir del delicado cuerpo, era espeluznante.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Mere.