XIV
Su paciencia se estaba agotando debido a la sensación de pérdida de tiempo. Habían terminado por reunirse de nuevo los cuatro a fin de huir de las pegajosas jovencitas que abundaban en el baile y decidir si continuar con la búsqueda o dejar la fiesta, cuando el tieso lacayo que les había acompañado al llegar se acercó con premura hacia ellos.
Señor Aitor, tenemos un ligero problema en la puerta de entrada y hemos trasladado la incómoda situación a la zona de servicio. ¿Querría acompañarme?
Los cuatro cruzaron sus miradas. ¿Y si era una trampa?
¿De qué se trata?
Acompáñeme, por favor.
Primero, indíqueme de que se trata.
Un... joven, un tanto peculiar, pregunta por usted y parece... estar rozando el llanto. Hemos intentado ahuyentarle para que deje de molestar pero está siendo... difícil de controlar y ciertamente tajante. Ha dicho que si no habla con usted o con cualquiera de los señores que le acompañan comenzara a lanzar berridos sobrehumanos con una mueca de disgusto continuó como comprenderá, no podemos permitir tal escándalo.
El lacayo se hizo a un lado con total naturalidad para evitar llamar la atención.
Se me olvidaba. Ha pedido que les trasladáramos lo siguiente: Mere en apuros. También Jules.
El terror que sintió en cuanto escuchó esas palabras borró lo demás. Como una tromba, seguido de cerca por sus amigos, siguió al lacayo apremiándole para que urgiera el paso.