XIII

Tras adentrarse en la tienda y encender un par de velas olorosas que llevaban consigo, sus ojos se clavaron inmediatamente en la extensa mancha oscura que cubría parte del piso. No era lo mismo verlo que imaginarlo, ni de cerca. Saber lo ocurrido hacía poco en el mismo punto que pisaban en ese momento les puso la carne de gallina. Mere se dirigió a Jules, quien seguía restregándose las manos en los faldones de la chaqueta intentando eliminar cualquier resto pegajoso cosechado en el infecto carro que les había servido de medio de transporte. Mere abrió los ojos al verla. Por Dios, se restregaba las palmas con desesperación. Debían distraerla antes de que quedara sin piel.

Jules, mira en la zona delantera de la tienda mientras Julia y yo nos dedicamos a la parte trasera y el pequeño almacén.

No perdieron tiempo ni escatimaron esfuerzos. Tras diez minutos de intensa búsqueda comenzaban a flaquear. Les quedaba por rebuscar en el pequeño almacén lateral de la estrecha tienda, donde se encontraban en esos momentos, desesperadas.

Ya había transcurrido casi media hora y el tiempo se les echaba encima.

Esto es una pérdida de tiempo, chicas. Podríamos pasar horas rebuscando y no encontrar nada. Debemos pensar en esto desde otro punto de vista.

¿Cómo cuál?

No sé, si estuvierais aterradas con un asesino siguiendo vuestros pasos y tuvierais algo de mucho valor que conservar ¿qué haríais?

Esconderlo, sin duda.

Pero ¿dónde?

En un lugar donde no esperaran encontrar algo valioso...

Exacto.

...y jamás se les ocurriera mirar.

Las tres callaron hasta que la mirada de Julia se paró en una sencilla cesta repleta de hojas desechadas y desperdicios de toda clase. No podía ser tan sencillo...

Es el lugar perfecto. ¿Por qué buscar en un lugar lleno de basura apestosa?

Jules se acercó lentamente como si temiera tener demasiada suerte. Se agachó y volteó el contenido, dando a los objetos volcados varios golpecitos con la punta del zapato, hasta localizar una pequeña libreta de piel, sucia, desgastada y cubierta de restos de comida.

Dios mío, ¡la tenemos!

Jules señaló con el índice lo que parecía una libretita desgastada y muy sucia por lo que fue Julia quien se agachó y tras limpiar algo el exterior, desató la pequeña lazada que la envolvía hasta retirar con cuidado la suave encuadernación. La expresión de su rostro alarmó a las demás. Alzó la vista y parecía demudada.

No tiene sentido extendió la libreta en dirección a Mere, quien la recogió, repasando con sus dedos la sedosa cubierta.

Dios mío, por esto había muerto un hombre. Por una cosa tan pequeña. Volvió la primera hoja y entendió lo adelantado por Julia. Estaba repleta de anotaciones con tachones y borrones en los márgenes. Una primera parte contenía números en apariencia aleatorios y determinados nombres. Mere leyó varios intentando que cobraran cierto sentido, pero era inútil.

030365CL en B 05 tot(3vy2h)/ 2R/1otros

:Lancaster, Hamstead/ Matthews.

121266 EULAL en L03 tot(2vy 1h)/2R/1otros

No seguro, Carmichael/ Harrigan

040968 CL en B02 tot(2v)/2R Sullivan, el único.

A continuación nombres que para la mente que los escribió debían tener relación con lo anterior ya que cada línea comenzaba con el número correspondiente a las anotaciones anteriores, pero para ellas se asemejaban a hojas en blanco.

030365986 libras Lancaster(marfiles y plata), Hamstead (cadenas y plata)

diez por ciento

121266339 libras Carmichael (oro, sortijas y plata)diez por ciento...

Los apuntes continuaban y continuaban hasta llenar al menos dos hojas enteras. Las reseñas que seguían hacían referencia a nombres propios y apellidos, lo que parecían ser fechas de nacimiento y descripciones.

Diantre, tanto esfuerzo y habían topado con un intrincado jeroglífico, para lo que les servía... Un completo misterio pero tampoco les extrañó. Lo contrario hubiera sido demasiado sencillo ya que al ritmo que iban nada salía como esperaban.

Mere se giró hacia las demás y entregó la libreta a Julia que la escondió bajo su blusa.

Debemos llevar esto a casa cuanto antes y enseña...

A sus espaldas se escuchó un sonido inquietante, el de la puerta de entrada al abrirse o entornarse, y desde luego, no corría el viento suficiente como para empujarla. El estómago se le contrajo. ¡Por Dios, eran idiotas! No se les había pasado por la cabeza que al igual que ellas, el asesino de Cecil hubiera tenido la misma idea.

Y no llevaban armas. ¡No sabían manejar armas!

Enlazó la mano de Jules y apoyaron la espalda contra la pared, intentando evitar hacer el más mínimo ruido, incluso respirar. El miedo le atenazaba la garganta y apretó aun más la mano de Jules.

Julia estaba escondida bajo la mesa que ocupaba gran parte de la estancia y en ese mismo momento Mere se dio cuenta de que estaban a oscuras, totalmente a oscuras. Habían apagado las velas para que ninguna luz llamara la atención desde el exterior. ¡Por Dios! Las iban a matar y apenas llevaba casada tres semanas.

Si sobrevivía a esta pesadilla John la iba a estrangular y empezaba a pensar que en parte se lo merecía, por osada e insensata.

El pavor que sentía aumentaba por momentos, pero tenía claro que no iba a quedarse quieta como un fiambre a la espera de que la apuñalaran como a Cecil Worthington. Arrastró los pies hacía la salida tirando de Jules tras de sí.

¡Hacían demasiado ruido con los zapatos! Se agachó, se quitó el derecho esgrimiéndolo como arma y decidió que ahora o nunca. Lanzando un chillido que hubiera enorgullecido a Medusa se abalanzó sobre una de las figuras que se recortaban contra el cristal de entrada. ¡Y le sorprendió!

No supo de dónde sacó la puntería pero con el tacón le golpeó en los morros. A su espalda escuchó una refriega y comprendió que Jules, la temblorosa Jules, había hecho lo mismo, exactamente lo mismo que ella, abalanzándose sobre el otro.

Mientras el malnacido al que había golpeado se recuperaba miró hacia Julia y gritó con todas sus fuerzas que se fuera, que corriera en busca de ayuda, en busca de John. Lo repitió y repitió hasta que no pudo chillar más, ya que el hombre al que había golpeado se había incorporado y estaba enfurecido. Le decía no se qué de puta y me las vas a pagar, pero era raro, lo escuchaba en la lejanía. Su atención estaba dividida entre Julia, a la que con inmenso alivio vio cruzar el umbral corriendo, Jules que seguía forcejeando con el otro atacante y el maldito zapato que seguía en su mano.

Su atención se desvió hacia Jules hasta que la vio caer redonda tras recibir un brutal puñetazo del mal bicho con el que peleaba. Con el zapato aun en la mano se lo lanzó al hombre que tenía frente a sí y se abalanzó tan veloz como pudo hacia el repugnante hombre que inclinado sobre Jules levantaba el puño con intención de rematarla. No podía permitirlo. No a Jules.

Sin pensar lo que hacía, se tiró sobre la espalda del hombre y se aferró a ella con todas sus fuerzas mientras lanzaba puñetazos donde alcanzara a dar. Con sus piernas le rodeaba la cintura con fuerza para no desprenderse y con sus puños seguía golpeando y golpeando... La furia había aparcado el miedo.

Siguió pegando pese a que notaba que iba perdiendo las fuerzas, hasta que un violento tirón de su cabello la impulso hacia atrás cayendo contra el pecho del hombre al que antes se había enfrentado. Sacudió las piernas y seguía intentando alcanzar al que tenía delante o detrás, le daba igual. Simplemente debía distraer su atención de Jules, como fuera.

Sintió un fuerte golpe en la cabeza que la atontó, después otro en el lateral de la cara que la dejó sin fuerza y una desagradable voz que le hablaba, que le decía algo sobre Jules, que solo necesitaban a una y que ella era la preferida..., no tenía sentido..., decía que se lo iba a pasar muy bien con ellos..., que era un bonito pajarillo...

No entendía lo que decía, sintió que la izaban en volandas, flotando, mientras algo cálido y espeso le resbalaba por la cara, y ya no supo más...

Amor entre acertijos
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