X
Pocas veces había escuchado de primera mano un relato tan sobrecogedor. Que alguien, y todavía peor una mujer, con el espíritu quebrado, hubiera tenido que soportar lo que habían escuchado, no le cabía en la cabeza. Estaba furioso.
Desde luego, no iba a quedarse quieto, no esta noche. Miró los rostros que le rodeaban y supo lo que correspondía hacer.
Llevaremos a la señora Saxton a su domicilio se dirigió a la pequeña mujer que le miraba con ojos aprobadores, mientras se avenía a ello. De ese modo la mantendremos segura hasta que mañana podamos recabar su declaración. Nos ha facilitado suficientes datos como para presentar al magistrado hechos y no presunciones.
La hundida cabeza cubierta por la hermosa cabellera dorada se alzó repentinamente.
Esta mañana ha ocurrido algo.
¿A qué se refiere?
Todos prestaron atención. Si esa mujer había abandonado su ensimismamiento debía ser por algo importante.
Celeste volvió a casa a media mañana y estaba enfurecida. Preguntó por Martin, pero este había salido pronto dejando recado de que no aparecería en todo el día, y así se lo hice saber. Su reacción a mi respuesta fue enfurecerse y jurar. Pensé que me golpearía. No sé muy bien cómo decirlo para que me comprendan. Cada dos semanas aproximadamente, en ocasiones menos tiempo, se citan para llevar a la práctica sus depravaciones. Nunca llegué a saber dónde, pero esta noche tocaba los miró con los ojos enrojecidos. Para mi esas noches suponen un respiro, un bendito respiro y por regla general Celeste está exultante. Hoy no ha sido así, y por ello supe que algo fuera de lo habitual había ocurrido.
Mere se giró hacia Doyle, Jules y Norris, angustiada.
¿Y si les han descubierto? No se lo esperan...
Intercambiaron preocupadas miradas y quien apuntó con decisión lo que se podía hacer fue el receptivo hombre que les había atendido y escuchado sin una mínima pega.
Permítanme unos minutos para vestir con ropa adecuada. No tardaré.
Comenzó a andar hacia la puerta, pero se paró apenas dados unos pasos, cuando alcanzó a escuchar la suave pregunta.
¿Saben dónde se reúnen? la pregunta apenas perceptible para el oído, surgió de Selena.
Sí contestó casi bajo el marco de la puerta en un burdel especializado en caballeros, en una zona poco recomendable de la ciudad, por decirlo de forma suave. Y allí es donde nos dirigiremos, tras dejar a las señoras en sus domicilios.
¡De eso nada! la sólida contestación de Mere dio a entender que no admitiría oposición, pero ello no paró al anciano que le miraba entre angustiado y resignado.
Hija, no puedes...
No dejaré a mi marido solo. No si puedo evitarlo. Y sabes que si intentas impedirme llegar a él, armaré tal escándalo que me oirán en la Conchinchina. Y no solo por él sino también por mis hermanos, por Rob y Peter. Les debo mucho, Norris, sobre todo a tu hijo.
Clive Stevens apenas podía creer lo que escuchaba ¡La iban a dejar acompañarles! Habían perdido la cabeza. Abrió la boca para intervenir pero una mano perteneciente al hombre de los ojos transparentes le contuvo.
No se moleste, Clive. Es malgastar saliva y no logrará nada. No hay quien las pare. A ninguna de ellas. Ya lo comprenderá.
Le miró alucinado.