VI
Mere suspiró. Ya no tenía remedio, lo hecho, hecho estaba. Sus padres y su abuela se habían quedado patidifusos. El repentino me gustaría irme a vivir una temporadita con la abuela, al menos hasta la boda. Tengo nervios prenupciales les había caído de sopetón. Las mentes de sus padres se perdieron entre las nubes de posibilidades que podrían haber dado lugar a su decisión, pero su perspicaz abuela la miró fijamente y Mere comprendió al instante el sentido de su mirada. Tú y yo, cielo, hablaremos más tarde...
Mientras esperaba fuera de la salita de invitados a que la abuela informara a los reunidos de los últimos acontecimientos, Mere recopilaba fuerzas para hacer frente a John y a su hermano Jared. Maldita sea, pero iba a aguantar el tipo en la reunión y por Dios que nadie se iba a dar cuenta de la angustia que sentía. Y mucho menos el causante de ella. Confiaba en que para cuando se enterara de su decisión ya estaría instalada con la abuela, protegida y resguardada. Lejos.
Con un ligero suspiro y tras besar en la mejilla a la abuela cuando salió de la salita, Mere entró en el cuarto. Allí estaban Norris, tan distinguido como siempre, Jules, vestida como una monja de clausura de lo apretujado que llevaba el escote, y Julia, todo lo contrario, con colores llamativos, que chocaban radicalmente y se mataban con el color de su cabello y su tez. También estaban ellos, sentados tan tranquilos, como si hacía apenas una hora no la hubieran hundido en un fango tan hondo que casi podía paladearlo. Con sigilo se ubicó entre Julia y Jules, negándose a desviar la mirada hacia el otro lado de la sala.
Apenas unos segundos más tarde Havers anunció la presencia de los hermanos Brandon dándoles entrada en el cuarto, lo cual Mere agradeció ya que sentía en su persona el cálido peso de la mirada de John. Alejó de su mente todo pensamiento ajeno a lo que estaba por ocurrir. Había llegado el momento.