IV
No te resistas, no lograrás nada. Y ¡deja de mirarle!
La bofetada le dio en pleno rostro pero no sintió nada. Su única preocupación se centraba en el hombre que se balanceaba sin conocimiento tras el puñetazo recibido. Se juró que por ese golpe Saxton recibiría el doble, tarde o temprano.
Paciencia, tesón e ira concentrada era lo que necesitaba y las tenía, en abundancia, sobre todo ira.
Los dedos de la zorra le recorrieron la mejilla, el fuerte cuello, pausando en donde latía el regular pulso, la clavícula, el desnudo y firme pecho, hasta llegar a la cintura del pantalón.
Quiero verla.
Bajó la mirada hasta alcanzar el perfil de la mujer que más aborrecía en el mundo. La odiaba por lo que le hizo y la odiaba aun más por recordárselo.
Quiero ver mi marca.
Ella le hablaba, susurrante, pero no podía concentrarse, no con Saxton cerca de Rob, apenas a unos pasos de donde se encontraban. Debía impedir que le tocara, que lo manoseara, que le oliera, que se acercará más a él.
Miró a la mujer sabiendo perfectamente lo que deseaba escuchar. Tantos años de estudiarla para buscar debilidades, de tratar de conocer al enemigo no habían sido en balde.
Acércate la miró a los ojos y repitió suavemente la palabra.
La zorra lo hizo.
Seguía siendo tremendamente curiosa y esperaba que le siguiera enloqueciendo, que él se mostrara complaciente.
Haré lo que quieras, te mostraré tú marca, sin luchar, si lo alejas de él. Lo haré si logras que se aleje.
Los azules ojos brillaron llenos de un enfermizo apetito. Se giró hacia el hombre que daba vueltas alrededor de Rob, lentamente, rozándole con los dedos con más y más familiaridad con el transcurso de los minutos. Peter sintió que un furioso calor le envolvía. De algún modo debía parar esa familiaridad que le enfermaba, aunque tuviera que sacrificarse a sí mismo.
La mujer habló y con las palabras vertidas Peter logró sentir algo de alivio aunque fuera efímero.
Querido, antes de que empieces con el juguete, deberíamos darle su regalo ¿no crees? hizo un mohín con los rojos labios ¿Podrías ir a por él?
Los claros ojos de Saxton se detuvieron fijos en ellos y creyó que se negaría, que había resultado demasiado evidente su intención, su desesperación, pero lo único que respondió fue un claro querida, quedo pero preciso.
Pasó junto a Rob acariciándole la descubierta cintura, ordenó al hombre que permanecía callado en una esquina del cuarto que lo acompañara y desapareció de su vista sin una sola palabra de advertencia ni de protesta.