III

Estás bromeando.

¿Acaso mi boca se curva hacia los lados?

No, pero contigo nunca se sabe.

Vale chicos, quietos y a tranquilizarse.

Lo estaban acorralando y acechando, como cuando de pequeños jugaban a bandidos, y para aguar más la situación, estaba en desventaja sin Mere y John a su lado. Poco a poco habían conseguido desplazarle hasta que su espalda quedó contra el borde superior de la encendida chimenea, y por el calorcito que sentía en el trasero, más no podía retirarse, ni queriendo o se le chamuscaría una parte muy preciada de su anatomía.

Lo sabía. Sabía que con sus hermanos no iba a funcionar la torpe explicación. La única capaz de convencerles era la renacuajo y a pesar de sus capacidades para aplacarlos con una mirada, dudaba de que hoy fuera a colar. No le sorprendía la fiera respuesta de sus hermanos, tan diferentes en todo: reacciones, aspecto, humor, genio. Y en lo que concernía a su hermana, tan parecidos en su afán de proteger, amar y controlar.

Tan solo imaginar que le pudiera ocurrir algo a la personilla que los unía más que la sangre o los recuerdos que compartían, les helaba las venas. Por todos los diablos, hablaban de Mere, el ancla de todos ellos. Si le ocurría algo, cualquier cosa, no lo superarían. Así de simple.

Advirtió la implacable mirada de Tom y la vio reflejada en Dean. Si incluso este mostraba señales de semejante rabiosa terquedad, estaban acabados, a falta únicamente del brusco remate final.

Chicos, sé el susto que os habéis llevado, ¡joder!, yo también, y para colmo cuando me avisaron estaba solo, pero es ella quien debe decidir, no nosotros.

Y una mierda, so idiota refunfuñó Tom mientras mesaba su oscuro cabello casi con desesperación y si le pasa algo que...

No me ocurrirá nada.

Todos, como un resorte se giraron hacía la vocecilla temblorosa y femenina que les llegó desde la puerta. Una pequeña y tiesa figura se apostaba en ella como si no se decidiera a entrar, pese a tener a su espalda a su gigantesco marido, presto a partirse la cara con quien fuera necesario para apoyar a su incontrolable mujer.

Esto iba a peor por momentos.

Se volvió hacia sus hermanos para graduar su reacción. Se habían quedado perplejos y completamente estáticos, recorriendo con la mirada el cuadro que presentaba su pequeña hermana, disfrazada de hombre. Thomas parpadeó varias veces, aleteando esas larguísimas pestañas que bordeaban unos ojos de un azul cristalino, cerrándolos una y otra vez al tiempo que sacudía la cabeza esperando que desapareciese la visión que había aparecido frente a sí.

Dios, sus dos hermanos eran idiotas.

Dean, por el contrario tenía la boca abierta de par en par y los verdes ojos desorbitados, clavados en el pecho de su hermana como buscando lo que obviamente faltaba.

¡Estoy vendada!

Thomas optó por cerrar de nuevo los ojos con fuerza, tras escuchar el chillido, mientras Dean permanecía de forma obsesiva con la vista clavada donde era evidente que seguía faltando algo, dos redondos algos, como esperando, el muy lerdo, que fueran a volver en cualquier momento por ciencia infusa.

¿Quieres dejar de mirarme fijamente el pecho?

¿Dónde están? el chillido de Dean penetró sus oídos hasta casi perforarle el tímpano ¡tus globos!

Mere elevó los brazos desesperada y los cruzó sobre su pecho.

¡Pechos! Se llaman pechos, so lerdo, y están por aquí carraspeó en algún sitio.

¡Vaya, podía hacerlo! Podía cruzarse de brazos. Oh, qué suerte tenían los hombres.

Tras girar la cabeza hacia su gruñón, con un gesto de total resignación, y volverla de nuevo hacia el interior de la acogedora salita, entró a buen paso, derecha hacia sus objetivos y con resolución cogió de la mano a cada uno de sus hermanos y con leves empujones, los sentó en el tresillo ubicado frente a la chimenea. La gravedad hizo el resto. Bueno eso y que los grandotes se dejaron hacer, como si les faltara la fuerza necesaria para oponerse o estuviera totalmente agotada por el exceso de nervios.

A continuación sostuvo dos sillas por el respaldo y las situó frente a sus hermanos. Ocupó una y con una leves palmaditas en el asiento indicó a su John que tomara asiento en la otra.

Imagino que no estaréis de acuerdo con el plan.

Imaginas bien, renacuajo Thomas no tardó en responder recibiendo un codazo de Jar, sentado a su lado.

Déjala hablar, al menos.

No, que nos lía.

Dean seguía recorriéndola con la mirada, con la lengua casi colgando fuera de la boca.

Todos comenzaron a hablar, no, a vociferar a la vez, salvo el bobalicón de la lengua de trapo, dando inicio a la jaula de grillos en que se solía convertir toda reunión de los hermanos Evers. Ruidosa, enloquecedora y desquiciante.

Por favor, chicos al paso que iban, se veía suplicando necesito que me apoyéis, por favor.

Sabía que era lo único que acallaría el estruendo, que les suplicara ser escuchada al menos una vez.

Callaron y la miraron con una mezcla de curiosidad, empecinamiento y sorpresa. Inmensa sorpresa.

La única forma de parar a los hombres que perseguimos es que alguien se introduzca entre los muchachos, que yo me infiltre.

Todos abrieron la boca para hablar, pero Mere, sin apenas ruido, les lanzó un suave por favor.

Los retienen, maltratan y con ello destrozan familias, destruyen a personas, a buenas personas que no lo merecen, por el solo hecho de necesitar ser amadas con la mirada preguntó a Jared si sus hermanos estaban al tanto de todo y por la respuesta de esos tiernos ojos, lo estaban. Casi matan a Norris, mi Norris, y solo por eso deben pagarlo. Pero hay más, mucho más. Hemos conocido a personas que han sufrido y siguen sufriendo y no deberíamos permitirlo. No, si podemos hacer algo, cualquier cosa. Necesito que me ayudéis. Sin vosotros no estaré entera ¿entendéis?, me faltará una parte y me enfrentaré a ellos aun más asustada de lo que ya estoy. Por favor...

¡Mierda, Mere!, no nos hagas esto.

Alguien tiene que hacerlo.

Lo estaban pensando y era más de lo que tenían hace cinco minutos.

Dadme datos, detallados datos del plan las firmes palabras salieron de boca de Thomas, su otro amoroso gruñón, y la opresión en el pecho, pese a los vendajes, se suavizó una pizca, una leve pizca provocando su siguiente movimiento, en respuesta a un impulso totalmente ingobernable.

Se lanzó sobre sus hermanos y se dejó caer en el regazo de su Tom, dándole un suave beso en su áspera mejilla.

Gracias a los tres.

Más te vale salir sana y salva de este desastroso plan, renacuajo, o tendrás un inmenso problema entre manos con las manos le sujetaba la cara para que no desviara las mirada de esos intensos ojos claros, y luego no digas que no estás avisada.

Me doy por avisada. Y mi trasero también.

Su hermano la levantó de un impulso e hicieron lo de siempre, la ignoraron completamente reuniéndose los cuatro en círculo, como si la cosa no fuera con ella. Intentó escurrirse, sin resultado, entre los altísimos cuerpos que rodeaban una de las mesas de la salita, e incluso sopesó la loca idea de pellizcar el trasero de alguno, pero finalmente optó por dirigirse a la cocina a llenarse algo el estómago, lo suficiente para taponar el tremendo agujero que sentía en la boca del mismo.

Ya le comentaría su grandullón el contenido de la conversación. Ahora necesitaba engullir algo con urgencia.

Tratar con sus hermanos siempre la agotaba y le daba hambre.

Amor entre acertijos
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