VII
Se estaba mareando como una cuba con el traqueteo del carro y los pies se le estaban quedado congelados del intenso frío. En la lejanía escuchaba palabras sueltas que cruzaban los hombres sentados al frente del vehículo, pero estaba demasiado centrada en sofocar el inicio del mareo como para atender. Eso y escudriñar a los muchachos que la rodeaban mermaba sus fuerzas. Mere se daba cuenta de que la esperanza inicial que se vislumbró en las derrotadas miradas de algunos se estaba apagando, y hubiera deseado con todas sus fuerzas poder decirles que estaba allí para sacarles del infierno al que los habían arrojado, pero se arriesgaba a que la vieran sin la venda cubriéndole la boca.
Eran tan jóvenes algunos...
No podía permanecer callada, pese a saber que era lo más seguro, lo procedente, pero a veces actuar así estaba reñido con la compasión, con la humanidad, seguir en silencio frente a esos ojos que la taladraban hubiera ido en contra de todo aquello en lo que creía, contra su naturaleza. La mordaza estaba floja, lo suficiente como para retirarla un poco en dirección a la barbilla, luego ya trataría de volverla a su lugar o lo más cerca que pudiera sin llamar la atención.
Si era Rob quien ayudaba a sacarlos del carro, no tendría problemas, si era otra persona...
Frotó suavemente contra su hombro hasta que sintió que la tela de la mordaza se deslizaba algo, quedando trabada bajo los labios.
No os asustéis y no intentéis quitaros las mordazas. Sabemos que a algunos os han secuestrado y a otros os han vendido en el hospicio los miró intentando parecer segura, resuelta. Necesito conocer cuántos de vosotros habéis sido secuestrados, ¿de acuerdo?
Esperó unos segundos que parecieron interminables, pero los muchachos comenzaron a reaccionar.
Bajad la cabeza aquellos a los que hayan raptado seis inclinaron la cabeza.
¡A seis de ellos, por todos los santos! Seis jóvenes destinados a vivir un cruel infierno.
De acuerdo. Tendréis que escucharme con atención ¿vale? Trabajo con otras personas, buenas personas, para parar a los hombres responsables de arrancaros del lugar al que pertenecéis. Hemos logrado infiltrarnos y la razón es intentar averiguar el lugar donde van a retenernos para disponer de pruebas y conseguir que os liberen a todos los miró atentamente. Escuchadme, llegará un momento en que podamos hablar. Si alguno, cualquiera de vosotros habla de lo que está ocurriendo en este momento, dentro de este carromato, perderemos la única posibilidad que tenéis de escapar. La única.
Los movimientos que atestiguaban la ilusión de una posible huida, cesaron. Ello por sí solo indicó a Mere que los muchachos habían captado la importancia de permanecer en silencio, y ella lo agradeció en el alma.