IV
Desde el momento en que la observó dirigirse como un tornado hacia Brandon, John supo que no iba a funcionar. Brandon era un hombre sumamente inteligente, aunque, desde luego, Mere no le iba a la zaga. La pequeña era una liante de primer orden, quizá hasta podría con un hombre de tal calibre. Eso siempre que no le hiciera recordar que era una mujer lo que se dice..., algo patosa. Entonces al traste con sus intenciones que se irían totalmente a pique, y él se vería en la necesidad de intervenir en defensa del pequeño torbellino.
Apenas le había dado tiempo a digerir el pensamiento cuando observó el gesto divertido en el rostro de Doyle y la jodida mirada que lanzaba al escote de Mere. Todo a pique, como había vaticinado. En el escaso tiempo que sonó un acordé de música rodeó la pista de baile y se acercó a Brandon. Era el momento de marcar su territorio.
Buenas noches, Brandon. Veo que has intentado, por no decir otra cosa, mantener una conversación con mi prometida.
¿Tu prometida, eh? Así que... ¿al fin te decidiste antes de que se te adelantaran? No puedo decir que me sorprenda de reojo Mere recibió una sonrojada mirada Déjame decirte que por poco, Aitor, por muy poco. Creo que debo felicitarte ya que te llevas un jugoso tesoro. Entre nosotros, los hombres que nos rondan, salvo un puñado, son unos afeminados incapaces de lidiar con una hembra como debe de ser. Imagino que encontraste tu futuro. Realmente, amigo, me alegro por ti y en cierto modo, lo lamento en lo que me toca avanzó hasta quedar a un paso de John y extendió su mano en un gesto abierto.
John le observó detenidamente hasta que se decidió y respondió al gesto con un firme apretón de manos. Mere no se lo podía creer. Notaba que su barbilla estaba prácticamente a la altura de su escote y su boca abierta de par en par, tanto por el asombró que llenaba su mente como por lo reseca que la sentía, pero le era imposible controlarlo. Su gruñón irascible era un pozo interminable de sorpresas.
¿Os conocéis? su voz parecía salida de ultratumba. Se orientó hacia su futuro marido ¿Y no se te ocurrió mencionarlo a pesar de lo que te conté?
La respuesta vino envuelta en un imperceptible ademán ya que la mirada de ambos seguía trabada. Aquello se parecía a una contienda entre gladiadores, por llamarlo de alguna manera. Se miraban enfrentados, sin apartar la vista, examinándose, midiendo sus fuerzas y flaquezas y sin parpadear, con la espalda de John apuntada en dirección a la zona que había bordeado apenas hacía un minuto, resguardándoles, en cierto modo, de observadores indiscretos. Fue una milésima de segundo, tan breve, que a Mere casi se le pasó por alto, pero lo percibió, el momento en que decidieron entre ser francos o esquivos, optando por lo primero. Mere lo sintió en las entrañas, como solía decir el gruñón.
¿Por qué no me preguntas, sin indirectas, lo que te interesa? A tu linda prometida se le trabaron las palabras. Como vuelva a lanzar una sonrisilla, le doy un guantazo pensó Mere. De todos modos la situación se había tornado tan interesante que, con mucho, mucho esfuerzo, intentaría no intervenir. Con un supremo esfuerzo les dejaría controlar la conversación que se preveía la mar de absorbente.
¿Conoces a Cecil Worthington, Doyle? este entrecerró los ojos y se irguió.
De oídas, únicamente.
Era una oportunidad única. Doyle lo presentía y en las contadas ocasiones en que no se había dejado guiar por sus sentidos y lo había hecho con la cabeza se había arrepentido más tarde ¿Era esta, quizá, la oportunidad que había estado esperando durante tantos años para averiguar aquello que lo estaba consumiendo poco a poco? Decidió que lo era y se lanzó de cabeza, sin dudar, con voz firme.
Imagino que lo preguntas por lo que el hombre andaba farfullando en la fiesta que celebraron el sábado los padres de Meredith, después de beber en abundancia y de que tu prometida intentara sonsacarle, lamentablemente con poco éxito Doyle arqueó las cejas a la espera.
Sin poder evitarlo Mere deslizó su mano en la de John y apretó. De alguna forma debía indicarle que adelante, que ella estaba con él y que hablara, que lo hiciera sin tapujos porque algo en su fuero interno le decía que Doyle Brandon perseguía lo mismo que ellos. Notó que le devolvía el apretón generando un alivio que le hizo sentirse algo más ligera, como si le hubieran liberado de un gran peso aprisionando su pecho.
Sí. No estoy seguro de si esta conversación debiera seguir aquí, al menos de momento. Las paredes tienen oídos y otras personas están involucradas. ¿Por qué no te acercas mañana a la mansión Evers? John observó a Mere y esta asintió. Nos reuniremos un grupo de personas y prometo que te relataremos lo que conocemos hasta el momento. Créeme que a mí mismo me ha pillado por sorpresa ya que tan solo vislumbraba una pequeña parte de lo que se estaba tramando. Puedo adelantarte que aparte de nosotros, acudirán un viejo amigo de la familia, la abuela de Mere, un par de amigas y quizá Jared Evers.
Ya le conozco. Por mi parte quizá acuda acompañado, si no hay inconveniente.
¿Tu hermano? Doyle observó con atención a John.
Eres observador, Aitor. Mañana nos veremos ¿al atardecer? esperó al gesto de asentimiento y tras inclinarse con elegancia ante Mere se alejó lentamente en dirección a la salida.
John le siguió examinando hasta que desapareció de su vista. Había hecho lo correcto. Tan solo cabía esperar.