IV

Las miradas que les lanzaron al bajar con un retraso de media hora dejaron su rostro del mismo color que seguramente exhibía su trasero. Más aun tras levantarse disparada en cuanto se sentó de golpe al olvidarse del triste estado de su enrojecida parte trasera.

Todos estaban desperdigados por el saloncito de invitados y la calma parecía predominar en el estado de ánimo general. La abuela, Jules y Julia sentadas en uno de los tresillos con numerosos papeles desperdigados frente a ellas; Norris junto a su hijo, examinando de cerca las marcas que, algo difuminadas, todavía destacaban en su cuello; y los hermanos Brandon con las cabezas unidas hablando, o más bien debatiendo, algo relacionado con las mujeres, por las reiteradas miradas subrepticias que el mayor desviaba en dirección a Julia.

John no se anduvo con protocolos, tras saludar brevemente a todos los reunidos.

¿Cómo lo vamos a hacer?

Ya he mandado aviso a la familia Lancaster y Marietta está encantada de recibirme. Va a resultar extraño ya que es una mujer aguerrida y desconozco cómo recibirá las indagaciones. Si alguna de sus hijas fuera una de las mujeres chantajeadas, tendremos que lograr que hable y convencerla para que denuncie. No sé si lo hará. Me parece tan, tan difícil. Se dirigió a Mere cariño, ¿me acompañarás?

Claro abuela y John vendrá con nosotras resultaba extraño que todos estuvieran sentados y ella en pie.

John la miraba fijamente con una leve sonrisilla en los gruesos labios.

Cariño, pero, siéntate.

La petición de su John la pilló desprevenida. Su marido no tenía una idea sana. Le encantaba esa vena traviesa aunque ya se vengaría, tarde o temprano.

No, gracias, querido. Prefiero estirar las piernas, mis cortas piernas todos, absolutamente todos, les miraban con ojos especulativos. Tenía que desviar la atención del evidente doble sentido en la conversación. ¿Los demás qué haréis?

Comenzó Rob.

Intentaré que mi superior me escuche. Lo de que haga caso de mis recomendaciones ya son palabras mayores. El hombre es desesperantemente idiota, suavemente hablando. Comenzaremos a investigar si ha habido denuncias de robos o allanamientos en casas de la clase alta, de gente adinerada.

Nosotras nos dedicaremos a organizar la sesión de ocultismo en casa de Julia y a prepararnos para hacer frente a Selena Saxton Jules se alisó, de forma que parecía apacible, el estirado pelo, pero ninguno de los presentes perdió el detalle del temblor de su estilizada y delicada mano. Quizá consigamos algún dato que nos sirva.

No creo que sea buena idea las palabras surgieron de Doyle mientras con tozudez mantenía la vista en la figura femenina situada frente a él. Julia.

Es que no tienes que creer nada, Doyle Brandon farfulló Julia.

Doyle, me llamo Doyle. Lisa y llanamente Doyle, demonios. ¿Cuántas veces he de repetírtelo?

¿Hasta la saciedad? la voz de Julia rezumaba socarronería.

¡Oooh! algo que no llegaba a pillar ocurría entre esos dos, hasta el punto de que el hombre de los ojos plateados empezaba a enrojecer ¿de enfurruñamiento?

Esos dos o terminaban odiándose o, como el grandullón y ella, inseparables. Se inclinaba por la segunda y le encantaba la mera idea.

Todos se giraron hacia Peter.

Yo tengo una cita con mi amiguito de ayer.

Mere se estremeció. Dios santo, por nada del mundo desearía estar en el pellejo de ese hombre.

Mejor dicho, tenemos una cita con ese gusano

Por el brusco giró de la cabeza de Rob en dirección a su mejor amigo, no le agradó en absoluto la aclaración.

No, dije que no te acompañaría.

Déjate de bobadas, Rob las oscuras cejas comenzaban a fruncirse en cuanto vuelvas de comisaría nos metemos con ello.

No lo repetiré, Peter. No haré lo que quieres, no en esta ocasión.

Es por lo que ocurrió en el carruaje ¿verdad?

No es asunto tuyo.

Por la forma en que crispaba las manos era evidente su incomodidad, pero ni eso paró al inmenso y terco hombre que no echaba marcha atrás.

¡De eso nada! Y queda entre nosotros pendiente esa maldita conversación.

Vete a paseo.

Rob se levantó disparado de su asiento junto a su padre, y de inmediato su movimiento se vio reflejado por el de Peter, al lado de su hermano quien suspiró resignado.

No me agobies, Peter.

¿Agobiarte? ¿Qué eres ahora, una delicada damisela a la que no se le puede hablar de lo que le incomoda?

Rob entrecerró esos azulones ojos fijos en la oscura figura que había avanzado dos pasos en su dirección.

Eres un terco insistente, pero ¿sabes qué te digo? Que en este caso, puedes desgañitarte, que te diré nada de nada.

La coletilla final de la frase rezumaba sarcasmo y provocación. Algo que hizo que el otro rechinara los dientes.

Eso lo veremos Peter se adelantó otro paso cerrando los puños.

Demonios, esto se complicaba, pensó Mere. Al paso que iban terminarían a golpes y la distancia entre ellos era cada vez menor...

Le dio un ligero cachetazo a su marido para que calmara las embravecidas y tortuosas aguas.

Finalmente quien intervino fue Norris, una costumbre que parecía estar implantándose en sus reuniones y que agradecía tanto. Su serenidad lograba apaciguar las mentes e inquietos pensamientos de todos ellos. Le recordaba a los tiempos en que los miembros del Club del Crimen se concentraban en la trastienda de la tienda, antes de que todo se convirtiera en una absoluta locura, antes de que se les escapara de las manos y comenzaran a matar a seres humanos por codicia.

Hijos, por favor, no es el momento de pelear. Bueno, de pelear más allá de lo habitual.

Fijó la mirada en ambos, que parecieron relajarse de inmediato, hasta que el más alto contestó.

De acuerdo se dirigió de soslayo a Rob pero no te librarás de esa maldita conversación, así que hazte a la idea...

Este resopló a modo de contestación mientras murmujeaba bajito: y un cuerno. Norris se ubicó en medio de la línea de visión entre su hijo y Peter y tras unos segundos, continuó hablando.

Todos tenemos algo que hacer, salvo en principio, Doyle y un servidor. Mere y Allison están cubiertas con John, pero me preocupan Jules y Julia. Si nuestra ella es Selena Saxton, es muy peligrosa y me desagrada profundamente que acudan solas.

Yo les acompañaré intervino el mayor de los Brandon.

¿Con qué excusa?

Ya se me ocurrirá algo de camino, no os preocupéis.

Algo estaba tramando, algo que iba a dejar pasmada a Julia por la forma en que la examinaba, una mezcla de cautela y atrevimiento.

Estupendo. Yo me quedaré a la espera y alerta, por si alguno requiriera apoyo de cualquier tipo.

Y yo dejaré órdenes explícitas a Williams, para que haga lo que estimes necesario recalcó John.

Todos se miraron, unos rezando para que no surgieran contratiempos, otros preparándose para enfrentarse a aquello que les había tocado en suerte. Peter y Rob lanzándose dentelladas con las miradas, y el más anciano pidiendo por la seguridad de los que iban a salir de la sombra protectora de la mansión. Sentía preocupación, una inquietante premonición de la que no conseguía liberarse.

Segundos después desfilaban atravesando la puerta de entrada en grupos. El primero en dirección a la mansión de la familia Lancaster, otro en dirección al domicilio de Julia, Rob de camino a la comisaría y Peter preparándose para una tarea en la que prefería no pensar.

Norris quedó atrás contemplándoles, absorbiendo las figuras que se iban alejando de él y las unas de las otras. Se giró con brusquedad y cerró la puerta. La suerte estaba echada.

Amor entre acertijos
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