VII

El costado le estaba matando pero la angustia de saber que había dejado atrás a su hermana podía con todo. Eso le carcomía el pensamiento. No tardó demasiado en salir a la helada oscuridad de la noche. Mere tenía razón. La diferencia con el tumulto de la llegada resultaba sorprendente, como si la clientela hubiera presentido lo que se avecinaba y desaparecido uno tras otro.

El alivio fue inmenso pese a estar medio vestido. Y hacía un frío de pelar los huesos. Rápidamente se dirigió en la dirección indicada por Mere hasta que una fuerte mano le pegó un tirón forzándolo a un lado.

Contuvo la respiración.

Dean. Su pacífico y paciente hermano estaba crispado y eso nunca, nunca era buena señal.

Joder, hermano, ¿qué coño está ocurriendo allí dentro y qué cuernos te ha pasado en la cara? mientras hacía la pregunta comenzaba a recorrerle el rostro con sus suaves e inmensas manos, torciéndolo a un lado primero y después hacia el otro, examinándole. Aprovechando el giro se dio cuenta de que en el lugar y en las calles cercanas numerosos hombres acechaban el edificio.

¿Os habéis traído a un ejército?

Casi. Norris fue en busca de ayuda y se trajo a un regimiento cuando menos. Un tal superintendente Ross Torchwell, de Bow Street y de armas tomar; se ha traído a no sé cuantos hombres y está en estos momentos hablando con Stevens. Bueno, más bien discutiendo gesticuló en dirección al superintendente que hablaba con otro hombre de pelo castaño oscuro, de rasgos marcados, al que no podía apreciar salvo de perfil, y tan alto como John e igual de enorme. Y por los gestos que hacía parecía enfurecido con el hombre algo más bajo, que a todas luces trataba de hacerle entrar en razón.

Demonios, no era el momento de discutir, sino de actuar, por lo que se desprendió con gentileza de las manos de su hermano, apretó el antebrazo que por un segundo se resistió y se dirigió derecho a ellos.

No tenemos tiempo ambos pares de ojos se centraron en él y ello le permitió ver uno de los más extraños mirándole fijamente. Un ojo negro como el carbón, el otro de un color ámbar muy vivo. Costaba apartar la mirada hasta el punto de que el pobre hombre comenzó a sonrojarse, asumiendo una postura defensiva.

Perdón, no pretendía incomodarle carraspeó.

A lo que iba, carecemos de tiempo. Mere me liberó pero...

¿Mere?

Tom, Rob y Peter siguen dentro...

¿Quién es Mere?

Y los Saxton son...

Cómo no respondía al alto y oscuro hombre, este se volvió hacia Stevens vocalizando quién demonios es Mere, por lo que resolvió facilitarle la información de primera mano.

Mi hermana, y está dentro.

Eso lo dejó callado un par de segundos y cuando a punto estuvo de girarse de nuevo hacia Stevens para gesticular y vocalizar buscando más información, decidió explayarse. Tardarían menos que si el hombre seguía parloteando en silencio, con los labios.

Todo se precipitó hace unos días cuando infiltramos a Mere. Escapó por los pelos, a John casi le tenemos que sedar y a mí tampoco me hubiera venido nada mal un tranquilizante, ahora que lo pienso. Bueno respiró entre frases cogieron a Rob, lo recuperamos y supimos que los Saxton se iban a reunir en el burdel. Y hemos de localizar la ubicación de los muchachos y solo ellos pueden decírnoslo. Son repugnantes la sorpresa se filtró en los rostros que le observaban. Algo le decía que su explicación no iba bien y que procedía recular. Los muchachos no, sino ellos, o sea, los Saxton, y alguien debe pararles y la policía es corrupta hasta el tuétano. Creo que eso es todo. Horror. Se explicaba fatal a veces y quizá debió callarse eso último ya que el gigante de los ojos dispares lo fulminó con la mirada.

Tiene razón, Ross. Escúchale.

Parecía que si la información provenía del otro hombre adquiría una pátina de veracidad.

Capullo condescendiente. Se hartó de hacer el bobo merengoso delante del escéptico ojos raros.

Yo voy en busca de mis hermanos y de mis amigos. Ustedes... torpedeó con los labios al tiempo que sentía tras él la apaciguadora presencia de Dean...hagan como deseen. Quédense cotorreando como urracas si lo prefieren. Yo no estoy para idioteces. Ya se estaba girando cuando una grave voz le detuvo. Cortante y algo hiriente. El gigante.

Describa la distribución del interior, al detalle. Cuántas personas había al entrar, cómo salió, por dónde, con cuántas personas se cruzó al hacerlo, distribución de la casa, iluminación, todo lo que recuerde. Y sobre todo, cómo le atraparon.

Un cortante capullo en todo el sentido de la palabra, pero le daba igual. Al fin movían ficha.

Le quedaba poca, muy poca paciencia.

Amor entre acertijos
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