V
Habían tenido suerte, mucha suerte. El encuentro con el nuevo capataz había transcurrido arriesgándolo todo. Como siempre, se había colocado la barba postiza y humedecido el cabello para darle cierta apariencia o aspecto de sucio, y como en las anteriores ocasiones, había colado. Se notaba el apremio en los preparativos y el descoloque por la desaparición de Anderson. Pero como en toda organización criminal las hienas estaban al acecho en cuanto había que cubrir una vacante y esta no era diferente.
Se acercó a caballo a la fábrica agradeciendo la luna llena. En Cotton, el caballo percherón que empleaba para desplazarse en estos casos y al que adoraba, aunque se rieran de él. Un pura sangre habría llamado la atención y aunque hubiera querido, que no era el caso, el limitado salario de un inspector no daba para más. Además Cotton los superaba a todos en tozudez y buen carácter. Por eso congeniaban tanto.
No perdieron tiempo dándole instrucciones. El miércoles se encargaría de la recogida de un nuevo cargamento en Windsor, facilitando el complejo plan que estaban elaborando al ubicarse mucho más cerca de Londres que Bath. Desconocía que las redes de la organización se extendieran a otras ciudades, pero no iba a quejarse. Veinte millas, veinte endemoniadas millas en las que en el viaje de vuelta tendría que fingir un percance y lograr introducir a Mere en el carromato. Como era habitual en un gafe nato como él, también tenía su parte negativa debido a que iría acompañado de uno de los secuaces de Anderson al que, si no se equivocaba, le había sentado a cuerno quemado no haber cubierto el puesto vacante dejado por este.
Mala combinación. Un gafe con un resabiado y rencoroso compañero de viaje. Lo habitual en su vida llena de baches.
Estaba agotado. Siempre que tenía que acudir a la fábrica se ponía en guardia por la sola posibilidad de cruzarse con Martin Saxton, y después se quedaba flojo como un merengue debido a la adrenalina.
Demonios, se le había olvidado. Todavía tenía pendiente la conversación con Peter, esa jodida conversación. Ahora no podía pelear con su amigo, esta mañana no tenía las fuerzas necesarias, pero algo le avisaba de que tenía que acudir preparado ya que de esta no se iba a librar. Entre otras causas porque había quedado en pasarse por la mansión Brandon para recogerles de camino ya que padre se había adelantado, intuía que por las ganas de ver a la abuela.
Se sentía feliz por su padre, le había tocado en suerte una gran mujer. Ojalá encontrara otra para sí.
En su mente aparecieron fugazmente unos profundos ojos negros, pero los apartó a una recóndita y escondida esquina, sin darle mayor importancia.