VI

En el acogedor comedor parecía estar celebrándose una competición de engullir, e incluso Rosie insinuó, de pasada, que la despensa iba a quedar vacía al ritmo en que invitados y habitantes de la casa devoraban los suculentos panecillos y bollería elaborada para acompañar el desayuno. Tras idas y venidas, revoloteos por la mansión y alguna que otra pérdida por los desconocidos pasillos, habían logrado reunirse en el comedor sin incidentes de consideración, a fin de dar cuenta del sabroso desayuno y reponer fuerzas para sobrellevar lo que vendría después.

El cuadro que presentaban era cuestión aparte. Julia seguía con el rojo pelo todo enmarañado, pese a la intensa sesión de cepillado, y los ojos hinchados, tremendamente inflados, hasta el punto de apreciarse unas diminutas rendijillas en medio de los mofletes. Jules había amanecido de todos los colores habituales propios de las diferentes fases en la corta vida de un moratón, y Jared seguía refunfuñando con los ojos inyectados en sangre, según él por falta de sueño, mientras lanzaba elocuentes miradas en dirección a John, quien, por supuesto, lo ignoraba para su inmenso fastidio. Pese a ello la actitud más sorprendente era la que mostraba la abuela, afanándose en organizar y agenciar papeles y plumas para los presentes, y tinta, mucha tinta. ¡Y no había zampado ni una minúscula delicia de las expuestas al alcance de la mano!

Mere la observaba acumular tinteros y tinteros para, a continuación, disponerlos con cautela en medio de la mesa. ¿Para qué tantos? Ni que fueran a bebérselos. Los demás también observaban con curiosidad sus movimientos, pero solía resultar más efectivo y menos cansino dejar a la abuela hacer a su antojo.

Únicamente faltaba que llegaran los Norris y los Brandon y estarían al completo.

Quedaban un par de panecillos encima de mesa cuando el rollizo mayordomo anunció la llegada de los cuatro hombres, y para variar, sus voces discutiendo se escuchaban sin excesiva dificultad desde el interior de la habitación.

Póntelo.

¡Que no!

No puedes andar por ahí con esas marcas, demonios refunfuñó Peter al tiempo que cruzaba el umbral de la puerta tras Rob, extendiendo en su dirección un pañuelo color mugre.

Vaya si puedo, no pienso ponerme esa cosa al cuello, parezco un, un... Rob no parecía encontrar la palabra indicada mientras daba manotazos al pañuelo que colgaba a su lado. Si entro en comisaría con eso puesto al cuello se van a carcajear todos, si tuviera algo de color, quizá, tan solo quizá, me lo pensaría.

¡Por todos los infiernos! Peter comenzó a girar alrededor de Doyle intentando alcanzar al terco número uno de la casa, según decía entre gruñidos yo me lo pondría si fuera necesario.

Claro, tú te pones cosas que jamás vestiría yo...

¡Eres una mona presumida!

Rob frunció el entrecejo y paró de golpe chocando casi contra el hombre que le perseguía.

¿Y eso qué significa?

Pues, eso.

Repítelo si te atreves.

Mona presumida el reto que se apreciaba en la frase mientras lo decía con total sorna, parecía a punto de sacar de sus casillas al hijo de Norris, por el exceso de color que se había agolpado en su rostro.

En esta ocasión fue Norris padre quien se situó en medio de ambos, en cuanto Peter hizo ademán de acercarse e ir a anudar el pañuelo en el cuello de su hijo. De un tirón se lo arrancó de las manos, mientras Peter protestaba y Rob ¿le sacaba la lengua? al enfurruñado moreno, a espaldas de su padre.

Eran una verdadera distracción y su comportamiento hacía que su presencia fuera de lo más entretenida. Por un rato lograron que las penas desaparecieran y una sonrisa cubriera los labios de todos.

Pero apenas duró el respiro. Mere inspiró profundamente e intentó tranquilizar los nervios, había llegado el momento de ponerse serios. Pese al cansancio evidente reflejado en el semblante de todos, y las variadas y diversas heridas que mostraban, tocaba reunir toda la información recabada hasta el momento y rememorar lo ocurrido aunque ello le hiciera retomar emociones y sensaciones que deseaba olvidar por encima de todo.

Se sentaron todos alrededor alternándose hombres y mujeres como si los primeros sintieran la necesidad innata de protegerlas incluso en un ambiente seguro. Se miraron hasta que John tomó la palabra.

Mere ya me ha contado con detalle lo que ocurrió apretó los puños en un impulso imposible de controlar. También lo que consiguió sonsacar mientras estuvo...

Con placidez Mere situó su mano sobre el puño cerrado logrando que su marido se girara hacia ella, momento que aprovechó para sonreírle.

Cariño, no pasa nada. Estoy tranquila y segura y por nada del mundo permitiré que lo que hizo ese hombre me rompa. No lo conseguirá.

No se escuchaba ni un tenue sonido en el salón salvo el de las respiraciones. Mere se giró con tranquilidad hacía su familia, hacia sus amigos.

Lo que me ocurrió me lo quedo para mí y mi marido quedó callada un instante y prosiguió el resto, me dejó asombrada. Conocíamos, no, intuíamos muy poco de lo que está ocurriendo. El animal que me mantuvo retenida lo narró porque jamás creyó que fuera a escapar, y menos aun, que le fuera a sobrevivir, y lo cierto es que no puedo deciros la razón de ello. Simplemente habló como si lo necesitara. No sé...

Prosigue, Mere la serenidad suficiente para animarla surgió para su sorpresa de su imprevisible hermano.

Ya sabíamos lo de los hospicios. En ellos compran a los niños e hizo referencia concreta a los de Santa Clara en Bath y Santa Eulalia en Londres. No podría deciros pero algo cruzó mi mente, un pensamiento fugaz, cuando mencionó ese dato y hoy, tras levantarnos, he intentado recordar.

Todos la miraban expectantes.

Las anotaciones de Worthington.

Se miraron esperando que cualquiera de ellos anunciara que alcanzaba a comprender la relación de lo dicho con lo anterior o que sacara la agenda de la manga y la situara en medio, al alcance de todos.

Nadie lo hizo.

¿Dónde está la agenda?

¡Maldición! gruñó Peter en mi abrigo.

Faltó tiempo para que Rob metiera baza.

¿En cuál de ellos? ¿En el negro o en el otro negro? No espera, en el otro que tienes de color negro. Yo seré una mona presumida pero tú eres un soso merengoso, y para colmo, olvidadizo.

La patada dio en la espinilla del hombre situado en la mesa frente a él. La mirada que recibió en respuesta fue entre jocosa y aviesa.

La necesitaremos insistió Mere. Algo de lo que dijo Anderson me trajo a la mente lo apuntado en ella. No sabría deciros hasta verla, pero hay algo...

¿Recordáis lo que ponía?

¿En la primera parte de los apuntes o en la segunda? indagó Norris

En la primera. Aparecían números al comienzo de cada anotación y después otra indicación intentó hacer memoria, pero le costó. Se me quedaron en la mente las dos primeras. Lo he estado pensando e intentando hilar con lo descubierto y creo que los números iniciales son fechas; lo siguiente creo que hace referencia a los hospicios de donde sacaban a los muchachos. No sé...

Repentinamente Peter se levantó de la mesa y en seguida, como un resorte, Rob. La mirada que recibió el segundo resultó elocuente.

¿Qué haces?

Acompañarte.

¿A dónde?

A tu casa, a por la agenda.

¿Y cómo sabes que voy a hacer eso?

Porque es lo que yo haría y te leo la mente la sonrisa le llegaba de oreja a oreja.

La mueca en la cara del moreno traslucía una mezcla de exasperación, asombro y algo más indefinible. Optó por ladear la cabeza y dirigirse a los demás tras lanzar un más que perceptible suspiro.

Apenas tardaremos, continuad con la reunión que ya nos pondremos al día en cuanto volvamos mientras hablaba echó a andar adelantándose a su rubio amigo, mientras este le preguntaba si de verdad creía que era una mona presumida porque le gustara ir arreglado. La respuesta del hombre más alto no alcanzaron a oírla, pero sí la risilla que siguió y el eres idiota que recibió en contestación. Tras escuchar que la puerta principal se cerraba, la abuela no se anduvo con reparos.

Sigue, cariño.

Compran en los hospicios a muchachos de ambos sexos, aunque vino a insinuar que daban preferencia al masculino. La gran mayoría trabaja en lo que se espera de ellos, como mano de obra, pero a unos pocos se los separa del resto. No dijo a donde los llevaban, pero sí lo que hacían con ellos.

¿Qué?

Los fuerzan a prostituirse.

¿¡Qué!?

¿¡Cómo!?

Las exclamaciones surgieron de inmediato e incluso alguno sacudió la cabeza como si creyera tener los oídos taponados.

Lo que habéis oído. Anderson dijo que a ciertos muchachos con determinadas cualidades...

¿Qué cualidades?

No lo dijo, pero imagino que referidas a su aspecto. Muchachos resultones o guapos.

Pero eso es enfermizo la frase surgió de boca de Doyle.

Mere decidió soltar toda la información de un tirón. Bastante había tenido con asimilarlo como para tener que repetirlo hasta que entrara en las momentáneamente desconcertadas mentes que la rodeaban.

Lo retienen y enseñan hasta que dependen plenamente de ellos. Supongo que si intentan huir, los matan. Para esos animales poco puede significar la vida de un muchacho o muchacha sin dinero, que proviene de un estrato social bajo, hijos de familias numerosas con demasiadas bocas que alimentar. Seguramente se aprovechan de ello. Si os acordáis, por lo poco que Worthington contó a Norris antes de que lo asesinaran, al parecer ningún muchacho había logrado escapar. Quizá los chantajean, no lo sé. Al final, de tanto tratar con el demonio, incluso quizá terminen por verlo como normal o puede que los gane la codicia.

¿A qué te refieres?

Los entrenan para dar placer y como víctimas seleccionan a mujeres de mediana edad. Por lo que comentó Anderson se centran en mujeres a las que sus maridos ignoran, necesitadas de atención, y, quién sabe, también de cariño. El medio por el que logran que se conozcan no lo mencionó, así que tendremos que descubrirlo.

Dios santo. Esto es...

Una salvajada. Lo sé. Mientras lo escuchaba de boca de Anderson me sentí enfadada, no sé, furiosa. Lo decía como si fuera un pasatiempo cuyo fin último era lograr una inmensa fuente de ingresos, como si fuera la mejor idea del mundo. Los miraba y veía a un animal, no a una persona. No sé..., no puedo explicarlo. Simplemente no puedo.

¿Por qué dices fuente de ingresos? la pregunta vino del otro lado de la mesa, de la amoratada Jules.

Mere exhaló aire y de nuevo aspiró. Iba a necesitar una buena bocanada para continuar.

Porque eso es lo que logran, obtener dinero. Anderson reconoció que había obtenido una fortuna.

¿Cómo?

Los muchachos roban.

¿Dónde?

El asombro estaba instalado en el semblante de todos salvo en el de su marido, aunque el que había mostrado hacía unas horas, cuando le adelantó la información, se asemejaba bastante.

De lo simple que resulta es hasta sorprendente. Localizan a mujeres adineradas, casadas siempre, cuyos maridos las ignoran por el motivo que sea: no las quieren, desean a otras personas, tienen amantes, es un matrimonio impuesto o concertado..., hay cientos para elegir; me refiero a los motivos. Supongo que también habrá demasiadas mujeres en tal situación. Imaginad el movimiento de sus manos exteriorizó su desazón una mujer desgraciada, insatisfecha con la vida que lleva, que de repente se ve sorprendida por las atenciones de un hermoso joven. Se hace ilusiones, al fin alguien que parece apreciarla, quererla. Finalmente cae en la red y se convierten en amantes hizo una pausa su marido desconoce lo que ocurre.

La expresión de la abuela indicaba a las claras que sabía lo que iba a narrar a continuación.

La relación se asienta hasta que la mujer comienza a sospechar o descubrir que le faltan joyas, piezas de valor de la casa o dinero. Lo que dio inicio como una maravillosa aventura, llena de pasión y diversión, se convierte en su peor pesadilla. Se encuentra en una situación sin salida. Sola, rabiosa y avergonzada. El hombre que creía que la amaba o deseaba había planeado todo para robarle y ella no puede hacer absolutamente nada, salvo que quiera originar un escándalo impensable, por ella, por su marido, por su familia, por todo. Caería en la más absoluta deshonra y su marido la repudiaría.

Las mujeres que rodeaban a Mere apenas respiraban como si se estuvieran poniendo en la piel de esas desgraciadas.

Debemos pararlo de alguna manera.

¿Mencionó Anderson a cuántas mujeres habían destrozado?

No, pero dijo que habían ganado una fortuna.

¡Por Dios!

Mere entendía las expresiones y juramentos que lanzaban. A ella le entraban ganas de gritar y jurar cada vez que pensaba en esas mujeres y en esos muchachos, porque también ellos eran víctimas. Víctimas de un grupo de canallas sin escrúpulos.

Mientras Anderson me relataba todo estaba tan aterrada que me resultaba imposible pensar. Solo me centraba en intentar entretenerle hasta que llegarais pero cuando me rescataron no pude evitar que mi mente comenzara a pensar y pensar, creo que hasta he conseguido dibujar en mi mente un pequeño esbozo. ¿Recordáis lo que comentó Rob de que Anderson le mandó vigilar una serie de casas de gente adinerada propiedad de banqueros? ¿Y si fueran los domicilios de las próximas víctimas ya seleccionadas?

John tomó la palabra.

¿Recuerdas lo que aparecía en la agenda de Cecil?

Números, al principio de cada anotación; y por la forma, yo me inclinaría a pensar en fechas concretas. Después, nombres. Lo he pensado detenidamente y creo que estos pueden hacer referencia a las familias a las que pertenecen esas mujeres. Mujeres atrapadas en ese horror que puede que estén siendo chantajeadas.

La expresión de todos mostraba repugnancia y la de la abuela, también compasión y dolor.

Aparecía una segunda secuencia de datos que comenzaba con las mismas numeraciones que las de la primera parte. Si los números fueran fechas, y los nombres, los de esas mujeres, quizá consigamos relacionarlas con algún robo que haya sido denunciado, no por ellas, porque no lo harían para evitar el escándalo, sino por algún otro miembro de la familia que ignore que el robo ha ocurrido desde dentro sin que esas mujeres pudieran impedirlo.

También se incluían cantidades en libras añadió Jules.

La abuela decidió participar.

Puede que fuera lo que obtenían en dinero en efectivo o el valor que Wothington calculó que obtuvieron de las casas...

Mere decidió que era el momento de facilitar el resto de información.

También descubrí algo más.

Todos se callaron.

Sé que fue arriesgado lanzó una mirada de soslayo y, en cierto modo, pidiendo perdón a su marido por el riesgo asumido pero pregunté a Anderson quién elegía a los muchachos. En un primer momento reaccionó de forma extraña, es difícil de explicar, dudó, pero finalmente lo dijo.

Parecía que nadie iba a preguntar, como si temieran escuchar la respuesta, y Mere tampoco podía esperar.

Mencionó a Saxton y a ella.

¿Al duque?

Eso pensé yo, y antes de controlarme creo que mostré desconfianza. Es difícil intentar repetir la conversación palabra por palabra. No me lo pidáis, ya que no podría salvo, quizá, la respuesta que me dio. Dijo que no hablaba del Saxton en el que yo pensaba, en referencia al actual duque, sino de otro Saxton que no es mayor, aunque sí respetado. Lo que más me chocó fue lo que dijo a continuación, que la mejor forma de definirlo era como una persona a la que se teme. Lo recalcó. La palabra que empleó fue temido.

Norris avanzó en voz alta lo que todos pensaban.

¿Temido? Solo nos quedan dos posibilidades. Laurence, el hijo mayor del duque, o Martin, el hijo menor.

Quien está casado con la babosa, no lo olvidemos.

¿Con quién? preguntó John.

La babosa, ya sabes.

John frunció el ceño e intentó descubrir a quién se refería el torbellino.

Ni idea.

Vaaale, me refiero a Selena Saxton, la reina de las fiestas, con su hermosa y ondeante melena rubia, ojos azules, alta, cuerpo perfecto, estatua grecorromana... ¿Nada?

No.

Mere sonrió.

Cariño, eres extraño. Los hombres dejan regueros de babas a su paso.

Sigo sin tener ni idea.

Me llamó rana inflada.

El pasmo se instaló en la cara de su grandullón. Su marido de nuevo lucía esa rara mirada como si ante él tuviera un hallazgo extraño con ocultos recovecos en los que esperara encontrar tesoros asombrosos. Le encantaba esa mirada algo extraviada.

¿Por qué?

Iba vestida de verde porque los restantes vestidos se me habían quedado algo, ejem..., justos.

Su marido sonrío.

Entonces, ¿no la apreciamos ni un poquito? ¿no?

No

Vale el hermoso rostro se iluminó ¿no será a ella a quien te referías cuando me lo has contado todo por la mañana, no?

Sí, cariño, la melenas.

Ajá.

Mere casi palpaba las oleadas de impaciencia que emanaban de los demás porque estaban ansiosos por descifrar de qué hablaban en clave matrimonial.

John, al igual que ella, debió percibir lo mismo, por lo que decidió aludir al breve encuentro con los Saxton en su mansión, durante la dichosa fiesta a la que fueron invitados.

Nos reunimos con el duque y el hermano mayor, pero no llegamos a conocer al menor. Con Laurence Saxton ya había coincidido cuando nos encontramos con ocasión de la propuesta de negocios que me hicieron. Al menor no le conozco.

A John se le ocurrió de repente algo.

Me decanto por el hijo menor como el hombre al que se refería Anderson y si así fuera, estaríamos ante la persona responsable de idear, llevar adelante el plan y sostener la organización a la que nos enfrentamos.

¿Por qué lo dices tan seguro? indagó Doyle.

John vaciló, hizo una pausa y se orientó levemente en el asiento que ocupaba en dirección a Doyle.

Creemos que a Peter lo secuestraron hombres dirigidos por la persona que está al frente de la organización para evitar que siguiera preguntando. Molestaba y lo quitaron de en medio. Lo retuvieron el tiempo suficiente como para que identificara al hombre que dio la orden, al menos por el olfato titubeó como si seleccionara con cuidado las palabras. En la fiesta de los Saxton nos reunimos con el viejo duque y su hijo mayor las siguientes palabras las pronunció con la mirada fija en el mayor de los Brandon. Estuvimos lo suficientemente cerca, sin que en el despacho le distrajeran la mezcla de colonias o perfumes que flotaban en el resto de la casa, como para que lo llegara a reconocerlo y no fue así. No los asoció a sus recuerdos, por lo que el único hombre que queda es Martin Saxton su rostro parecía petrificado. ¿Y si lo que parecía a simple vista no fuera tal? Lo lógico es pensar en el duque, que es el dueño, y por tanto, el que manda, y quiere evitar ser descubierto, pero, ¿y si fuera su hijo el que se ha aprovechado de la fortuna y las empresas de su padre para medrar y montar un más que turbio negocio a sus expensas? Cuadraría a la perfección. Puede que el padre ignore lo que está ocurriendo bajo sus propias narices...

Volvió la mirada en dirección a su pequeña mujer.

Mere también preguntó al cabronazo de Anderson si con ella se refería a Selena Saxton. No lo confirmó, pero la describió con cierto detalle. Habló de una hermosa cabellera dorada y por la locuaz, por no decir otra cosa, descripción que Mere me dio esta mañana, unida a la información que nos ha ofrecido ahora mismo, tenía que referirse a ella. Añadamos que son matrimonio y el círculo se cierra. Tendríamos a las dos cabezas pensantes.

También me avisó acerca de ella, como alguien con quien mejor no cruzarse. La describió como fría y cruel. Ninguna de nosotras la conoce hasta tal punto pero podemos acercarnos lo suficiente, incluso tenemos una excusa... todas sabían a qué se refería con la sesión de ocultismo.

Los hombres enarcaron sus cejas.

Ya os lo contaremos con más detalle, pero tenemos la posibilidad de aproximarnos a ella.

Norris se levantó, estiró levemente sus agarrotados músculos e inició un suave paseo alrededor de la amplia mesa provocando que todos se giraran conforme pasaba junto a ellos.

De acuerdo. Tenemos lo siguiente: compran muchachos en los hospicios, los retienen y entrenan para lograr acceder a casas adineradas a través de las damas que las habitan. Para cuando esas pobres mujeres llegan a darse cuenta del pozo en el que han caído, carecen de salida, salvo que quieran terminar repudiadas y arruinadas. Los jóvenes amantes se aprovechan de ellas y del acceso facilitado a sus mansiones para robar; y no creo que nos equivoquemos demasiado si estimamos en una fortuna los ingresos que hayan podido obtener. Tenemos la información facilitada por el capataz...

El más probable candidato a ser el cabecilla de la maldita trama es Martin Saxton, si nos atenemos a lo indicado por John; y, desde luego, tiene lógica lo que ha dicho, ya que si fuera el hermano mayor Peter lo habría reconocido al instante continuó la abuela. Coordinados como siempre. Finalmente, esto último debemos enlazarlo con lo que Anderson avanzó sobre Saxton y su mujer. La describió centrándose en su dorada cabellera. Todas la conocemos y coincide con la descripción la abuela observó al resto de las mujeres presentes y todas confirmaron lo dicho por Mere.

Norris quedó pensativo.

El maldito problema es probarlo todo. Carecemos de la más mínima evidencia. Disponemos de datos y elucubraciones. Una agenda con garabatos que hemos hilado en nuestras mentes y suposiciones. No disponemos ni de testigos, ya que están todos muertos, sobre todo Cecil y el antiguo capataz de la fábrica, ni la identidad confirmada de alguna de las víctimas, cualesquiera que sean esas desdichadas mujeres o los muchachos secuestrados.

Al menos tenemos aquello de lo que carecíamos hace una semana continuó la abuela información sobre la que investigar. Tan pronto traigan la libreta cotejaremos los datos para ver si concuerdan con lo que Mere ha recordado.

A esta se le iluminó la mente.

Y tenemos a Rob. Con la poca información de la que disponemos podrá investigar con los recursos de Scotland Yard.

Pero no podrá...

Ya sé que están muy limitados en personal y medios, pero podrá abrir puertas que a nosotros nos es imposible. Si los nombres que aparecen en la libreta son los de las familias a las que pertenecen esas mujeres, tenemos un punto de partida. Y quizá se haya denunciado algún robo en esas casas.

El problema es cómo orientar la investigación. Si es oficial, será difícil ocultar lo ocurrido a esas mujeres y terminaran por sufrir lo que han intentado evitar, el ostracismo. No desearía tener eso sobre mi conciencia.

Yo tampoco la rotunda frase emanó de Julia, y Jules asintió con la cabeza.

Norris posó su mirada en cada uno de los asistentes a la reunión.

En eso estamos todos de acuerdo esperó que nadie le contrariara. Finalmente se me ocurre otro pequeño problema. Desconocemos dónde esconden a los muchachos cuando los trasladan desde los hospicios. Tiene que ser un lugar lo suficientemente discreto como para que no llame la atención el continuo movimiento de gente; un lugar alejado o bien camuflado de alguna forma. Uno de los hombres de Rob ya terminó herido, por lo que es de prever que vigilan la zona constantemente. Quizá la única manera de entrar y tener acceso a los chicos sea infiltrando a alguien. No sé, deberemos planearlo con mucho detenimiento.

Nosotros pondremos todos nuestros recursos a disposición de la investigación aprovechó para lanzar Doyle. Su gesto era de preocupación. No estoy seguro de si mencionarlo, ya que por ahora no pasa de ser una conjetura, pero si fuera cierto y confirmáramos que los animales que idearon todo esto y retuvieron a mi hermano son Martin Saxton y su mujer, no me creo capaz de parar a mi hermano. No creo, ni tan siquiera, querer parar a mi hermano.

Todos le observaron detenidamente. Las mujeres con algo de sorpresa ya que desconocían el alcance del odio que sentía el menor de los Brandon por quienes lo retuvieron, y por extensión el hermano que los miraba con esos impresionantes iris casi transparentes.

¿Cómo decir que esperara, que aguantara, a un hombre que tenía al alcance de la mano la venganza que había esperado obtener durante tanto tiempo?

Mere dudaba que alguien lo llegara a intentar. Ella, desde luego, no iba a ser quien lo hiciera. Esas personas estaban enfermas y dañaban a los demás por su propia ambición. No merecían piedad. Lo que sí merecían era tener a sus espaldas el tipo de depredador que Mere intuía en Peter Brandon. Letal.

Doyle continuó expresando lo que en su interior le obsesionaba.

No quiero pedir a mi hermano que no haga lo que lleva esperando tanto tiempo y aunque lo aceptara por sí mismo, no ocurrirá. Por Rob. Es sencillo. Matará a quien sea necesario para protegerle y nadie, absolutamente nadie, será capaz de pararle, ni tan siquiera yo.

Amor entre acertijos
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