III
La fuerte palmada en el trasero le despertó de inmediato. Diablos, quién demonios... Su mente se paralizó ¡Se habían dormido!
Se incorporó como un rayo y se sentó tieso en el lecho intentando tapar con su cuerpo el de Mere que presentaba leves rojeces por toda su pequeña extensión. Si no se equivocaba en demasía, barruntaba que él se las había ocasionado. Lo que jamás hubiera imaginado es que del mejor sexo experimentado en su vida le fuera a despertar su iracundo futuro cuñado, y mucho menos con una agresiva palmada en el trasero, que para colmo le había escocido a rabiar. Tapó como pudo a su mujer y se volvió hacia la furia envuelta en un enorme paquete que de por sí ya era imprevisible. El vozarrón no se hizo esperar.
¡Qué demonios habéis hecho! ¡No!, no quiero saberlo, es evidente. ¿Y si hubiera sido a madre a quien se le hubiera ocurrido venir a despertar a Mere?
Madre está al tanto vocalizó una vocecilla a espaldas de John. Ambos se giraron. Bueno, es una mujer experimentada y nada la asusta.
¡Ja!, nada menos esta escenita, seguro gruñó Jared. Se dirigió a John ¡Tú! A la habitación de invitados, después a tu casa a mudarte y ¡súbete los pantalones, por los dioses, que los llevas por las rodillas!
Así lo hizo, sin chistar, desplegando una portentosa visión de su trasero solo para los ojos de Mere. ¡Y menudo trasero era ese! Sin dar tiempo a que Mere reaccionara golpeó con sus labios los de ella, ligeramente hinchados, y lanzando una carcajada de satisfacción, como un lunático, pasó junto a Jared. Se agachó para recoger su camisa y salió de la habitación, no sin antes dirigirle a Mere una apreciativa y sensual mirada. La furia de Jared se trasladó al bulto femenino hundido en el lecho.
Pero ¿es que te has vuelto loca? ella inclinó la cabecita hacia un lado.
Le quiero, Jared y me hace feliz.
Cuernos, con eso lo dejó sin habla, y de sopetón se dio cuenta de que su terca y pequeña hermana había crecido y se había convertido en una hermosísima mujer, quizá no físicamente, pero con un corazón tan inmenso que la hacía bella a sus ojos y, al parecer, volvía loco a su mejor amigo hasta el punto de hacerle perder los papeles y acostarse con ella pese a que a diez pasos dormían los restantes miembros de su familia. En otras palabras, habían perdido la cabeza el uno por el otro, aunque lo cierto es que no estaba realmente sorprendido. ¡Esto último sí que le asombró! Con un expresivo gesto de agotamiento, optó por salir de la habitación sin nada más que decir. Para el caso, su hermana siempre le ignoraba...
Todo el mundo le ignoraba en esta casa.