V
Todo parecía discurrir como lo habían planeado. Al igual que en otras ocasiones, había recogido el cargamento de muchachos ya preparado en un punto concreto de la ciudad, con una pareja de intermediarios que le entregaron la relación de los chicos que llenaban la parte trasera del transporte. Doce muchachos. El número ideal para que uno más pasara desapercibido. Si hubieran sido pocos habría sido complicado explicar la aparición de uno sin razón para ello.
Solo había echado un vistazo rápido a la parte trasera y había sido más que suficiente. Las miradas llorosas y aterradas, suplicantes, le habían dejado un vacío en las entrañas. No sabía si esta vez iba a poder alejarse sin más, no después de lo que ocurrió con aquel muchacho pelirrojo, Bobby. Nunca olvidaría sus redondos ojos repletos de temor, un temor al que no pudo responder.
Observó de reojillo a su compañero de viaje, Robbins. Le desagradaba y mucho. Permanecía alerta y preveía dificultades para entretenerle o cuando menos distraerle. Maldita sea, ¿es que nada podía ser sencillo? Por una vez en su puñetera vida los hados o lo que fuera, podrían echarle un cable, un pequeño cable. No pedía más, solo eso. ¿O era esperar demasiado? Y para rematar la faena, le picaba a rabiar la barba postiza.
Entrecerró los ojos ya que comenzaba a oscurecer y se aproximaban a la zona caliente. Hacía un buen rato que se habían cruzado sin incidentes con el coche conducido por Williams y el que le seguía los pasos.
¿Qué coño es eso? la brusca pregunta surgió de su hasta ahora silencioso compañero de viaje. Ya habían llegado.
Como habían calculado, detuvo el carromato rozando el borde del camino, lo más próximo posible al lado, sin levantar sospechas.
Comenzaba la actuación de su vida.