VI

No tardaron demasiado en aparecer recorriendo de vuelta el pasillo superior, aproximadamente media hora, pero les pareció eterna, inquietándose más y más según transcurrían los minutos.

El hombre que acompañaba a Rob les sorprendió gratamente, salvo a Peter que por una razón inexplicable para Norris, sintió un exacerbado rechazo en cuanto se acercó a ellos. Inmóvil y tremendamente tenso, mientras los demás parecían relajados, aguardó a que se acercaran.

Alto, de complexión parecida a la del hombre que caminaba a su lado, exhibía un rostro simétrico, clásico, aniñado en parte por el efecto que causaban las pecas desperdigadas por sus mejillas, pero esa primera impresión desaparecía en cuanto esa gris mirada penetraba la de enfrente. Unos ojos llenos de inteligencia, cautivadores. Peter lo aborreció en cuanto cruzaron sus miradas.

La provocativa sonrisa del superintendente, dirigida a él, no se hizo esperar,. Le molestó sobremanera esa estúpida mueca, haciéndose incomprensible para él que un hombre como Rob mantuviera amistad con semejante e. insufrible y pedante.

Os presentó a Clive Stevens, mi superior. Ya está al tanto de todo.

Stevens se aproximó y con exquisita galantería besó la enguantada mano de la marquesa y susurró un correcto señores, en forma de sobrio saludo.

Hemos preparado todo para recabar su declaración. Ya disponemos de los nombres de los muchachos que fueron secuestrados y actualmente se encuentran refugiados en la mansión Aitor. Ya está dada la orden para proceder a iniciar las pesquisas al respecto. No tardarán en dar fruto, sobre todo a la hora de verificar si se han registrado denuncias de desaparición con sus nombres.

Se giró hacía el par de agentes situados a su espalda.

Ahora mismo conviene recabar sus testimonios por lo que les agradecería que acompañaran a mis hombres a una de las salas. Tan pronto terminen, una patrulla les escoltara hasta su domicilio.

Dios, el tontolaba, a su derecha, miraba al esnob cayéndosele la baba. Le estaba poniendo de los nervios, ¿acaso no se daba cuenta que hacía el ridículo?

Le palpitaba el codo con las ganas de lanzarle un golpetazo en el costado, a ver si quitaba esa expresión de pasmado complaciente del rostro. Era grotesco.

Imagino que usted será el padre, y... lo lamento, pero de usted no me ha hablado.

Capullo.

Gracias al cielo que Norris se adelantó porque se estaba enfureciendo y algo le decía que el esnob lo estaba haciendo a propósito para cabrearle. Si de natural no necesitaba de demasiados estímulos para atizar su mal genio, las provocaciones no ayudaban, y desde luego, en este caso sobraban.

Es Peter Brandon, un conocido, y por supuesto, mi padre.

El colmo, eso fue el puto colmo. Un conocido.

Como si se lo hubiera encontrado en la calle de pasada e invitado a acompañarles para que no pasara frío.

No iba a reventar. No delante de este idiota. Ya tendría tiempo más adelante de cantarle las cuarenta al canijo. Cuando todo esto hubiera acabado de una puñetera vez y Saxton estuviera bajo tres palmos de tierra. Entonces el hombre que se negaba a mirarle, la tendría con el conocido. Diablos, se encrespaba solo de susurrar la palabra en su rebotada mente.

Inclinó la cabeza a forma de saludo, mordiéndose la lengua y permitiendo que la conversación continuara su curso.

Hemos organizado todo para que se investiguen las finanzas del inspector jefe Albridge y obtener pruebas consistentes antes de acusar. Con las amenazas nada podremos hacer ya que ocurrieron sin testigos, pero si es parte de la trama y recibe pagos de esta organización, lo sabremos. El salario de un inspector jefe llega hasta cierto punto, por lo que no resultará complicado rastrear los ingresos en los registros bancarios.

¿Y hoy por la noche?

Tres agentes se apostaran en las cercanías de la casa de citas.

Casa de citas, qué finolis hablaba el hombre. Peter se dio cuenta de que sus manos formaban puños y se obligó a relajarse pero le costó hacerlo, le costó mucho. La forma en que Rob miraba al pedante ese le estaba poniendo de los nervios.

Y hemos decidido que ninguno acceda al interior ya que disponéis de hombres suficientes. No creemos que sea oportuno llamar la atención más de lo necesario sobre una repentina y numerosa clientela, sobre todo si el dueño del burdel tiene algún tipo de acuerdo con los Saxton.

¿Quiénes?

La pregunta desconcertó a los presentes y todos se giraron hacia él, tres pares de miradas de diferentes colores, interrogantes todas, y dos de ellas ligeramente irritadas.

¿Quiénes qué? indagó Rob, la irritación desbordando las palabras.

Quiénes habéis decidido.

Notaba a Rob a punto de saltar, y por Dios, que sería bienvenido. Con los meros conocidos uno no saltaba como una fiera enfadada. La mueca que notó curvar sus propios labios acrecentó en Rob esa ira y hubiera reventado si la amplia mano del esnob no hubiera cubierto su antebrazo. Capullo.

Rob Stevens intentó apaciguar el ambiente ahora no.

¡Y le hacía caso el tontolaba!

Amor entre acertijos
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