VIII
Optaron por reunirse con Amanda Lancaster, la abuela y ella. Era curioso pero la mujer que llegó a su casa tenía un fin y se notaba. Estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para atrapar a quien se había burlado de ella, a quien la había herido en lo más hondo. La sensación que transmitía era de un furioso dolor que nada parecía poder aplacar salvo confrontarlo con el hombre que lo había causado, pero era algo tan improbable. Sentir en tus adentros esa mezcla de sentimientos que poco a poco te van corroyendo era demasiado, incluso para imaginarlo.
Todavía le faltaba enterarse de toda la historia y desconocía cómo iba a reaccionar. Pensándolo bien, incluso ignoraban si tenía trato con los Saxton.
¡Diantre! No se les había ocurrido. Estaban cómodamente sentadas tomado un suave té afrutado y Mere se estaba carcomiendo, deletreando con los labios en dirección a la abuela “y si es amiguita de la melenas”, pero no había forma. Ni que su abuela estuviera como una tapia.
Bien pensado, daba igual porque tenían que asumir el riesgo y rezar porque pensara lo mismo que ella, que era un florero insulso que ocultaba una venenosa serpiente.
Vale, allá iba, y que fuera lo que Dios quisiera.
¿Conoces a Selena Saxton?
Los ojos de la abuela casi cayeron al té de lo mucho que los abrió.
¿Quién?
Saxton.
¿La mujer de Martin Saxton?
Ay, pintaba mal.
Su invitada las observaba con un ligero tinte de extrañeza en la mirada.
Te seré sincera, me parece una mujer desgraciada.
¿Desgraciada? la voz casi se le trabó ¡Me llamó rana inflada!
La tacita de té que manejaba la buena mujer casi se derramó por todos lados mientras apretaba los labios para no echarse a reír.
No tiene gracia.
La risilla resonó en toda la habitación y no tardaron en unirse las demás. Intentando aguantar una sinsorga risa, Mere intentó explicarse.
Vale, puede que tenga un puntito risible. ¿Por qué dices que es desgraciada?
No sé. Quizá sea que una mujer desgraciada reconoce a otra de inmediato. Qué triste ¿verdad? acariciaba el borde de la taza pensando en algo de lo que estaba claro que no iba a hacer partícipes a las demás. No creo que su marido la quiera; por el contrario parece despreciarla y la ignora, e incluso en una ocasión presencié un pequeño altercado entre ambos. Ella le recriminaba que pasaba demasiado tiempo con sus padres y no creo que a estos les agrade su mujer. No podría explicarlo con palabras, es una simple apreciación y lo cierto es que quizá no sea del todo imparcial. Hubo un tiempo en que me veía reflejada en todas las mujeres o puede que quisiera que así fuera. Una mala época.
Y ahora ¿qué hacían? Andaba muy descaminada la mujer. A ver cómo le relataban lo desgraciada que era el bendito pajarillo, o mejor dicho, el sarnoso buitre. Esto iba a doler.