V
Odiaba quedarse atrás tanto como ver alejarse, sin protección, al hombre que ascendía las escaleras. Era una sensación de imposibilidad de proceder conforme le pedía el cuerpo, de incapacidad de proteger. Un sentimiento que detestaba.
Debería acostumbrarse al cambio en los cimientos de su relación, aunque le costara una enfermedad. Empezando por quedarse donde estaba. Notó la calidez de una mano en su antebrazo.
Todo irá bien, hijo.
Sin desviar la mirada del lugar por el que había desaparecido la erguida figura, habló.
¿Alguna vez te ha hablado de Clive Stevens?
No, salvo de refilón.
¿Quién diablos es?
Creo que estudiaron juntos en la academia y se hicieron casi inseparables, después los destinaron a diferentes divisiones, pero han seguido teniendo un trato muy cercano. Lo cierto es que no sabría decirte más. Apenas habla del hombre.
¿Cómo es?
Norris no supo qué contestar ya que no sabía muy bien a qué se refería.
La impaciencia comenzaba a perfilarse en la grave voz.
Déjalo, Norris, no importa. Es asunto suyo.
El hombre mayor no pudo callar, no cuando se trataba de dos de las personas que más quería y estaba tan claro que eran infelices.
¿Qué os pasa, hijo? Creí que las cosas se estaban arreglando...
Los labios del hombre que seguía con la vista clavada en el pasillo del primer piso se comprimieron.
Creo que he cometido el mayor error de mi vida, viejo, el mayor.
Las suaves palmadas que recibió en la espalda no le reconfortaron en absoluto.