XVIII
¿Qué demonios le ocurría?
Se encontró sosteniendo entre sus brazos el desplomado cuerpo de Rob. Hacía un segundo le estaba besando como si se lo fuera a comer y al siguiente estaba desmayado. Mientras lo sostenía con firmeza, una inquietante sospecha comenzó a formarse en su mente y dirigió la mirada hacia la voluptuosa mujer que no les perdía de vista desde el otro extremo de la habitación.
¡Maldita sea!
También él se sentía mareado, como una cuba, pero antes muerto que dejar desprotegido al canijo. Abarcó con su brazo el cuerpo de Rob y la otra mano se lanzó a por la daga que escondía en la parte interior trasera de su cinturón pero sentía el maldito brazo de gelatina.
¡Los habían drogado!
La vista comenzó a nublársele y dio unos pasos hasta golpear los talones contra la cama arrastrando consigo el inerme cuerpo de su mejor amigo. Lentamente se dejó caer presionando la espalda contra el borde de la cama y deslizándose hasta quedar sentado en el frío suelo con los muslos abiertos y el cuerpo de Rob entre ellos. Apenas podía moverlo. Tan solo sentía la cabeza apoyada contra su pecho...
Se dirigió a la mujer.
¿Por qué?
La sonrisa que asomó al hermoso rostro le heló la sangre.
Por una fortuna.
Comenzaba a pesarle la cabeza y le costaba hilar frases.
Te daré... lo que quieras. Solo... sácale de... aquí. Sácale...
Una pizca de piedad asomó a esos rasgados ojos.
Demasiado tarde, guapo. Ellos ya están aquí.
Dios... los había atrapado... Saxton los tenía en sus sucias manos...
Le costó un verdadero triunfo luchar contra la droga que invadía su sistema, contra la fatiga que le arrastraba, pero posó la amplia palma de su mano en la cabeza pegada a su pecho hundiendo los dedos en el salvaje cabello rubio. Escuchó una suave llamada en la puerta y vio a la mujer avanzar con parsimonia hacia ella y abrirla para dar paso a una alta figura vestida toda de negro... Un hombre... alto y musculoso con helados y satisfechos ojos azules clavados en ellos, como si lo que viera fuera algo que llevaba esperando toda una vida. Martin Saxton.
Todo se estaba difuminando, lentamente pero apretó con toda la fuerza que le restaba el cuerpo que permanecía entre sus brazos, inmóvil hasta que la oscuridad lo engulló por completo.