VI
Resultó más sencillo de lo que creían el acoplar ideas y planes.
Ya tenían fecha para la recogida de los muchachos y no había marcha atrás. En tres días los recogería Rob. ¡Uf! ¿Por qué demonios se ofreció? ¡No estaba preparada! ¡Ni por asomo! Era torpe e inconsistente y más torpe y...
La mano de John se posó en su trasero, sobre la ahuecada falda pero sintió algo raro, como si no les separaran tres capas de tela. Su corazón se encogió y supo que sus ojos reflejaron su miedo o simplemente, que su marido supo leer en ellos como en un libro abierto. Al girar los enormes ojos en su dirección y por la mirada de su gruñón supo que con un leve sonido por su parte, mandaría todo el plan al demonio.
Le faltó poco, tan poco, pero de la nada en su mente se formó la imagen de Amanda Lancaster seguida de los atormentados ojos negros de Peter. No necesitó más.