XII

¿Le llevaban arrastrando por algún sitio? ¡Increíble! Por el dolor que sentía en el pómulo derecho, había funcionado. ¿Sería cabronazo? ¡menudo leñazo!

Abrió un poco los ojos, bueno el que no parecía inflamado, y observó que alguien, un hombre, lo arrastraba asido por las axilas hacia el fondo de un pasillo al que rodeaban enormes máquinas de hilar ¿algodón? ¡Sí! Estaba dentro pero tenía que alcanzar, de alguna forma, como fuera, la tiza que llevaba guardada en el bolsillo del pantalón para marcar la dirección del lugar al que le conducían.

Se removió ligeramente obteniendo en respuesta un ligero gruñido y unas palabras sobre que pesaba como un plomo. Cayó desplomado al suelo cuando el idiota que lo cargaba lo soltó para cambiar de posición y arrastrarlo por los pies. La posición de este le favorecía ya que lo había agarrado dándole la espalda.

Aprovechó que no miraba para extraer con sigilo la tiza y dejar una línea entrecortada a lo largo del camino por el que avanzaban.

¡Coño! Le estaba haciendo polvo la espalda al habérsele salido la camisa de los pantalones, raspándose con el áspero suelo. Al menos el trasero lo tenía bien cubierto.

Siguió arrastrándole un breve trecho hasta que cruzaron el umbral de una puerta entreabierta que terminó de abrirse con una suave patada.

¡Anderson!

Empezaba el juego.

¡Jefe!

Desde el lugar en que estaba tumbado sintió la vibración de una puerta al cerrarse y algo más, las pisadas de alguien grande. Anderson.

¿Qué coño quieres, rata? ¿No ves que estoy ocupado? Espera a que vuelvan Gordon y los otros.

La información alivió buena parte de la preocupación de Rob. ¿Estaban en la fábrica únicamente Anderson y el tipejo que le arrastraba? Dios, ojalá fuera así. Quizá pudiera con ellos por su cuenta. Todo dependería de dónde y cómo estuviera Mere.

Le soltaron las piernas de golpe y el tal rata se apartó dejando vía libre para que el otro viera lo que se ocultaba parcialmente tras él.

La exclamación de asombro fue la esperada. Una sombra enorme se posicionó a su costado y lanzó una patada contra su cadera, que por el dolor iba a dejar un buen morado, y se acuclilló.

Vaya, vaya... ¿A quién tenemos aquí? Al niño bonito de la casa, aunque no tan bonito como quisiera la risilla casi hizo que Rob chirriara los dientes. ¿Qué te ha pasado, lindo? ¿No has dejado satisfecho a algún amante?

Recibió otra endemoniada patada en las costillas.

¿Está inconsciente?

Eso parece jefe. Al iniciar la ronda alrededor de la fábrica, lo encontré tirado en la entrada y a nadie a la vista. Quien lo dejó abandonado lo habrá dado por muerto o le habrá importado un carajo.

Es nuestra noche de suerte. Dos pajarillos de un solo tiro se volvió hacía el hombre calvo y con perilla que con esfuerzo lo había movido. Tráelo, rata, que hay mucho de que hablar.

Anderson se adelantó dejando el trabajo duro al subordinado.

Sintió que unas manos rodeabab de nuevo sus tobillos y que se adentraban en una zona poco iluminada y húmeda a la que accedieron tras cruzar una puerta en la que al pasar dejó una señal blanca. El camino estaba marcado.

Tardaron un rato en llegar por la dificultad en bajar unos escalones. A punto estuvieron de lanzarlo rodando. Lo habrían hecho de no habérseles ocurrido que lo podían matar del golpe antes de interrogarle. Cruzado el escollo, se removió como si estuviera recobrando el conocimiento y abrió el ojo que mantenía sano. Observó sin vergüenza los alrededores y a los hombres que le miraban con malicia. Ya no tenía que ocultar que había recobrado el sentido.

Vaya, vaya, ya ha vuelto del dulce mundo de los sueños...

¡Dios! odiaba al capullo ese que se creía tan gracioso. Intentó incorporarse del suelo, pero una inmensa manaza se lo impidió con un brutal empujón y le dio la vuelta quedando la cara contra el terroso suelo. Sintió cómo le ataban las manos con una gruesa soga. ¡Maldita sea! Como le cachearan le iban a descubrir los cuchillos ocultos.

Al levantarle sintió un ligero mareo y a empujones le guiaron hasta una puerta descascarillada. Lo que descubrió en su interior le hizo jurar en silencio y al tiempo suspirar de alivio.

Estaba viva aunque maltrecha. La habitación, si podía llamarse así, estaba abandonada, con las paredes de tierra erosionada en las que aquí y allá aparecían argollas clavadas, algunas unidas con cadenas a las paredes. Estaba sucio y olía a cerrado y a sufrimiento. Por un breve instante imaginó a Peter en este maldito lugar y apretó los puños maniatados.

Mere estaba sentada en medio de la habitación en una destartalada silla, con la carita sucia y el labio partido, restos de sangre en la cara y el cuello de la camisa. Lo que más le preocupó fue que su blusa estaba medio desabrochada mostrando parte de sus generosos pechos y el cinturón que abrochaba el pantalón a medio abrir.

Intentó indicarle con la mirada que se tranquilizara, que estaba a punto de terminar todo.

Rata, trae otra silla mientras daba las órdenes sacó un arma que llevaba en la parte posterior de los pantalones y apuntó a la cabeza de Rob.

Al demonio con la posibilidad de huir..., por el momento.

La espera fue realmente corta. No creía que hubiera transcurrido ni un minuto cuando se escuchó el arrastrar de un mueble y el rata introdujo una silla en la habitación. La posicionó junto a la de Mere y con un gesto brusco, tras mover el arma, Anderson le indicó que tomara asiento.

No se lo pensó dos veces.

Muy bien, chico. ¿Por qué has aparecido tirado en la entrada de la fábrica y quién te ha dejado la cara como un mapa?

Hice lo que me habías mandado, ni más ni menos movió la mandíbula, porque, joder, la fuerza del ogro era descomunal y su mentón al parecer de gelatina. Vigilar a los hermanos. Indagué en los alrededores de la mansión, pregunté en los comercios donde compra su personal, y finalmente me aposté frente a su casa para controlar las entradas y salidas. Lo siguiente que recuerdo fue un puño inmenso rebotar contra mi cara. El resto ya lo conoces.

Así que fuiste lo bastante torpe como para que te pillaran se acercó lentamente y colocó el cañón del arma bajo su barbilla. Con este le alzó el rostro. Dime entonces, niño bonito, ¿para qué me sirves?

La respiración de Mere se escuchó a través del sucio paño que cubría sus labios e impedía que hablara.

Anderson recorrió la varonil figura con detenimiento y una mirada viciosa. Retiró el arma del lugar donde la mantenía quieta y con su mano izquierda agarró el hinchado mentón.

Quién sabe, podríamos venderte a un gran precio.

El ojo que permanecía abierto se entrecerró y Anderson lo captó al momento.

Veo que no te gusta lo que digo ¿eh?, niño bonito. Te jodes, listillo. Lo estabas pidiendo a gritos creyéndote mejor que nadie.

Tengo información.

Los endemoniados ojos no apartaban la mirada.

¿Acerca de...?

Lo que andan haciendo los hermanos Brandon últimamente.

Habla.

Estaban investigando a un tal Worthington.

¿Otros tras el matasanos?

La risa sibilina de Anderson resultó desagradable, tremendamente desagradable.

Mientras hablaba, Rob calculaba el tiempo que le quedaba para entretener al cabronazo que no soltaba el arma. Se acercaba el momento. Tenía que lograr de alguna forma, de cualquier forma, que se centraran en él y se alejaran de Mere.

Se levantó de la silla sorprendiendo a ambos hombres.

¿Qué coño haces? ¡Siéntate, imbécil!

Dio un corto paso hacia Anderson y se dio cuenta de que el rata se situaba detrás de este. Ambos daban la espalda a la puerta. Tenía que desviar la dirección del cañón que apuntaba a la mujer que permanecía a su lado, así que dio otro breve paso hacia adelante y a su izquierda. Con ello consiguió que Anderson y el matón retrocedieran, aproximándose algo más hacia la endeble puerta y..., se enfurecieran.

¡Quieto, imbécil! o te vuelo la tapa de los sesos, valgas o no una fortuna.

No podía mirar a su derecha para avisar a Mere, no podía, si quería desviar la atención de ella.

La puerta estalló en mil pedazos. Instintivamente se abalanzó sobre Anderson quien se había girado del asombro al escuchar el estruendo, y le dio un tremendo cabezazo en pleno costado, cayendo al suelo ambos por la inercia de la carrera. ¡Mierda! tenía los brazos a la espalda y estaba en desventaja. Tras un mínimo forcejeo, sin dificultad alguna, el bestia ganó la posición superior y se sentó sobre su cintura aprisionándolo contra el suelo, aplastándole. Con ambas manos comenzó a apretar su cuello, con fuerza..., no podía respirar. Mientras boqueaba lo único que se le ocurría era qué estúpido, por Dios, Peter se iba a cabrear aun más...

Amor entre acertijos
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