Hay experiencias, relacionadas con Caballo de Troya, que me atrevo a calificar de sublimes. La vivida por Laura Acedo fue una de ellas…
Esto fue lo que me contó:
¡Hola!
La verdad es que no sé muy bien cómo comenzar esta carta. Supongo que lo mejor es empezar dándote las gracias (perdona que te tutee pero somos de la familia).
Gracias por los libros, por las palabras y por «sus» palabras.
Antes de leer tus libros me sentía bastante perdida. Perdí la fe cuando murió mi abuela…, pero al leer Al fin libre recordé que todavía me quedaba la CONFIANZA. Desde aquel momento me he sentido un poco |0| puesto que lo llevo en mi fecha de nacimiento: 01-01-1981, y veo la vida con otros ojos.
Desde aquellos años (dieciocho años) hasta ahora (tengo treinta y uno) han pasado muchas cosas en mi vida. Las que más he valorado han sido las Pequeñas Grandes Cosas. Ahora, cuando echo la vista atrás, veo que todo va teniendo sentido, que todo ha sucedido «en su momento».
No voy a aburrirte con sucesos de mi vida. Sólo me gustaría contarte lo que ocurrió leyendo Caballo de Troya 9. Estuve esperando este libro muchos años hasta su publicación. Deseaba leerlo porque tenía la intuición de que ese libro guardaba «algo», algo importante para mí… No sé cómo explicarlo pero tenía el presentimiento de que Él me hablaría en ese libro a través de ti…
Compré Caballo de Troya 9 el día 9 de noviembre del 2011 y terminé de leerlo a finales de ese mes y no encontré ese «algo» que esperaba…
Pero el día 6 de diciembre me hice un test de embarazo y dio positivo…
El embarazo no fue buscado, así que sé el día en el que me quedé embarazada. Fue la noche del 8 al 9 de noviembre; es decir, mientras leía el libro estaba embarazada. Para mí fue ese «algo» que buscaba…
Meses después, el 13 de julio de 2012, nació Nicolás.
No lo supimos hasta que nació, pero Nico tiene síndrome de Down.
Cuando me dieron la noticia me eché a llorar. Pensaba que no podía ser verdad, que no me podía pasar a mí, que tenía mala suerte…
Es curioso cómo, a veces, nos olvidamos de aquello en lo que confiamos.
Pero al minuto siguiente me di cuenta de que he tenido suerte y que Nico decidió en su «contrato» tener síndrome de Down y que yo fuera su madre. Y yo decidí, en el mío, que él fuera mi hijo…
David, Nico y Laura. (Gentileza de la familia).
Por eso y por otras cosas que han pasado, y que sé que pasarán en mi vida, gracias…
Besos. Laura Acedo.
PD. Y gracias por hacerme saber que mi hijo es un HÉROE.
Recordaba la secuencia, en el Caballo 9, en la que el Maestro explica a Mateo que Telag, hijo del discípulo y también con síndrome de Down, no era un endemoniado. Todo lo contrario.
Acudí de inmediato al Caballo 9 y leí las páginas 866 a 870.
El texto en cuestión dice así:
Fue en esos momentos, mientras Jesús elogiaba la bellinte del Creador, cuando reparé en Mateo Leví. Se hallaba sentado cerca del Maestro. Los ojos azules estaban húmedos. Noté cómo los labios aleteaban ligeramente. ¿Qué ocurría? Lo primero que pensé es que las palabras del Galileo le habían emocionado.
Sí y no…
El Maestro prosiguió, entusiasmado, y, de pronto, Mateo se vio asaltado por un llanto incontenible.
Jesús se detuvo. Todos miramos al discípulo, y Andrés, solícito, echó el brazo sobre los hombros del gabbai [recaudador], tratando de consolarlo. Pero ¿de qué? ¿Cuál era el problema?
Andrés preguntó al recaudador y éste, sin poder evitarlo, dejó que las lágrimas fluyeran. Bajó la cabeza y gimió desconsoladamente.
Suvas palideció.
Yo noté un nudo en la garganta.
Y el publicano, finalmente, terminó confesando.
Jesús hablaba y hablaba de la maravillosa bellinte del Padre, pero él no podía apartar de su mente la imagen deformada y vencida de su hijo Telag, el niño down.
«¿Dónde está la bellinte en alguien así?».
Mateo se vació.
«Telag es un endemoniado…».
Jesús replicó, negando con la cabeza. Pero Mateo con la vista baja, no le vio. Y relató, con toda clase de detalles, cómo el niño envejecía por momentos, y cómo todo el mundo le huía. Por aquella casa, en Nahum, había peregrinado lo mejorcito de los rofés o «auxiliadores» (médicos), y no digamos el gremio de los brujos, caldeos, echadores de cartas, hechiceras, y demás tunantes. Mateo llevaba gastada una fortuna, inútilmente. […]
Sentí tristeza. Telag tenía seis años pero, en efecto, parecía un viejo. Todo se debía a un problema genético: al desequilibrio de la dosis génica originado por la existencia de tres cromosomas 21 (en lugar de dos). Por esta razón, las neuronas del down se oxidan más rápidamente y mueren antes de lo normal. Pero, como decía, quien esto escribe no pudo aclarárselo.
[…]
Cuando Mateo se calmó, Jesús insistió:
—Tu hijo no es un endemoniado…
El publicano seguía sin prestar atención al Hijo del Hombre.
—Sé que todo se debe a mis muchos pecados…
—Mateo —el Galileo levantó el tono de voz—, Telag no es consecuencia de tus culpas…
El publicano miró a Jesús, e intentó comprender.
—Nadie puede ofender al Padre, aunque lo pretenda…
También lo habíamos hablado.
Pero Mateo, Andrés y el matrimonio etrusco no entendieron.
No importaba. Jesús continuó:
—Telag forma parte de los designios de Ab-bā.
—Entonces —musitó el publicano—, ¿qué es?, ¿por qué ha nacido así?
El Maestro repitió, y con énfasis:
—Telag no es un endemoniado, ni tampoco la consecuencia de tus muchos pecados…
Dejó correr una pausa y preguntó, con acierto:
—¿Tus muchos pecados?
Sonrió, y añadió:
—Con los dedos de una mano podría contarlos…
Mateo Leví no prestó atención a la interesante conclusión del Maestro sobre sus pecados, y regresó a lo que le atormentaba:
—¿Qué es Telag?
El Hijo del Hombre respondió con una seguridad que me dejó atónito:
—¡Un guibôr!
Jesús utilizó el hebreo, no el arameo. Guibôr significa «héroe».
Le miramos, perplejos.
Supongo que el publicano pensó: «El rabí se burla…». Pero no. Ése no era el estilo del Hijo del Hombre.
Y el Maestro leyó en la mente de su entristecido discípulo:
—No me burlo, Mateo…
—Lo sé, rabí, pero no entiendo… ¿Telag es un héroe?
Y Jesús procedió a explicar lo que había avanzado en los pantanos de Kanaf: eliges al nacer…
Creo que los varones no le creyeron. Suvas, en cambio, asintió, sorprendida.
Mateo resumió el sentir de los hombres:
—¿Cómo puede ser que alguien elija una cosa así?
—En el reino del espíritu —proclamó Jesús— hay leyes y razones que la materia ignora… Ellos escogen encarcelarse en sí mismos y viven una dramática experiencia…
Guardó un respetuoso silencio y añadió:
—La más dramática… ¿Entiendes por qué los llamo héroes?
Silencio.
E intenté trepar a las mentes de los down, de los autistas, y de los paralíticos cerebrales que he conocido, y que conozco. ¿Héroes? ¿Criaturas «encarceladas» entre los barrotes de sí mismos? Si fuera cierto —y el Maestro jamás mentía—, esas dramáticas experiencias tendrían sentido, supongo…
El Hijo del Hombre leyó igualmente en mi corazón y se apresuró a declarar:
—Esos héroes, además, multiplican el amor allí donde están, y allí por donde pasan. Nadie ama tanto como el que ama a una de estas criaturas…
Rectificó.
—Nadie ama tanto como el que ama a una de estas maravillosas criaturas…
Mateo, atónito, dejó de sollozar. El azul de sus ojos se hizo más «profundo o agachado», como decía Suvas.
—Mateo, nadie ejerce la generosidad, y el amor puro, como lo hacen los padres y cuidadores de estos seres…, irrepetibles.
»Sí, hijos míos… Telag, y los que son como él, son en realidad héroes… Hace falta mucho valor para llevar a cabo un trabajo de esta naturaleza… Ellos también construyen el mundo, y con amor puro.
»Mateo, no mires sólo las vestiduras de Telag…
Jesús utilizó la palabra begadim (vestiduras), pero no terminé de captar el sentido exacto del término. Supuse que hacía alusión al cuerpo, como «vestidura» del alma y de la «chispa».
—Aprende a mirar el interior de las personas. La lectura no es la misma…
Observó intensamente a Mateo y preguntó:
—¿Crees ahora que Telag es una bellinte?
Suvas tenía los ojos humedecidos. Nadie se atrevió a responder.
La anciana se levantó y, en silencio, caminó hacia uno de los «invernaderos».
Jesús prosiguió, con la voz quebrada por la emoción:
—Arrodillemos el alma cuando estemos en presencia de un guibôr…
»Son la admiración de los cielos.
Mateo y Andrés estaban pensativos, muy pensativos.
Y en eso regresó Suvas. Traía un hermoso ramo de lirios amarillos. Eran iris con los sépalos punteados en negro, y unas ligeras manchas verdes. Disfrutaban de tres pétalos cada uno. Eran lindos. Parecían robados del jardín de Monet, en Giverny, o de alguno de los cuadros del genial Van Gogh.
Se acercó a Mateo y le entregó los iris, al tiempo que deseaba:
—Acéptalos, para que Telag cumpla la condena con brevedad…
[…]
Jesús señaló el ramo de iris y añadió:
—Si Ab-bā pinta a mano, cada noche, todos y cada uno de estos iris, ¿qué no hará por una criatura humana?
Miró a Mateo, después a Andrés, y, finalmente, al matrimonio, y casi gritó:
—¡Confiad!… La belleza de Telag es infinitamente mayor que la de un iris.
Mateo se alzó y, sin mediar palabra, abrazó al Galileo. Y el discípulo lloró de nuevo (supongo que de alegría).
Todos lloramos…
Era, sencillamente, maravilloso…
Yo también creo al Maestro…
En consecuencia, tanto Telag como Nico son héroes.
Leí la carta de Laura muchas veces.
¡Dios santo!
Ella buscaba «algo» en el Caballo 9 y el Padre Azul le entregó a Nico.
Me arrodillo ante la bellinte del buen e incomprendido Dios.
En las páginas del Caballo 9 estaba la señal para Laura… y llegó Nico. (Gentileza de la familia).