Conocí al profesor J. Allen Hynek en el lejano 1977, en México.

Coincidimos en una cena, en la casa de Ariel Rosales, entonces director de la revista Contactos extraterrestres.

Hynek, además de astrónomo y profesor, fue el ufólogo número uno del mundo, sin lugar a dudas.

Era reservado y tímido, siempre con la mirada azul y apacible. Jugueteaba, a ratos, con una pipa negra y roja, tan callada como él.

Me preguntó sobre la primera desclasificación ovni en España[9].

No recuerdo bien lo que dije. La verdad es que estaba fascinado con su presencia y con aquel delicioso olor a tabaco de pipa, mezcla de brezo y de manzana.

Hynek tenía un excelente amigo, el físico nuclear Willy Smith.

Un buen día, mientras conversaban, salió el tema de la vida después de la vida. Willy se mostró escéptico. Hynek, entonces, le propuso algo: «Si hay vida al otro lado te lo haré saber».

Willy, en esos momentos, lo tomó a broma.

Allen Hynek. (Gentileza de la familia).

Y ahí quedó la cosa…

Hynek falleció el 27 de abril de 1986, con la llegada del cometa Halley. Tenía setenta y cinco años de edad[10].

Pues bien, dos años después (1988), el matrimonio formado por María Elena y Virgilio Sánchez-Ocejo, amigos de Hynek y de Willy Smith, viajaron a Orlando (USA) y se alojaron en la casa del físico nuclear.

María Elena y Virgilio me contaron aquella experiencia en diferentes oportunidades.

Virgilio Sánchez-Ocejo. (Gentileza de la familia).

María Elena, con la pipa de Hynek. (Foto: Blanca).

—Willy tenía un cuarto de invitados —precisó María Elena—. Allí nos quedábamos. Disponía de dos camas, dos mesillas de noche, una mesa y una silla, frente a la ventana, y un butacón.

»Pero ese día, al entrar en la habitación, me sentí mal. Fue algo extraño… Vi a Hynek en el butacón…

Debo aclarar que María Elena era una mujer especialmente sensible.

—Yo no deseaba quedarme —prosiguió—, pero tuve que hacerlo. No logré dormir en toda la noche… Hynek estaba allí.

»Se lo comenté a Willy y nuestro amigo se limitó a responder que Hynek nos quería mucho y que sería incapaz de hacernos daño.

»La noche siguiente fue igual o peor. Dormimos con las luces encendidas… En realidad el que durmió fue Virgilio. Yo no pude… Hynek seguía en la habitación, sentado en el butacón. Estaba aterrorizada.

María Elena y su marido regresaron a Miami y, al poco, Willy les telefoneó.

—Tenía la voz alterada por la emoción —detalló Virgilio—. «No imaginas lo que ha sucedido», me dijo. «¡He encontrado la pipa de Hynek!».

»Traté de tranquilizarlo y, poco a poco, explicó lo sucedido. La costumbre de Willy y de Terry, su mujer, era limpiar el cuarto de invitados cuando éstos se marchaban. Movían los muebles, pasaban la aspiradora y cambiaban la ropa de cama. Y así lo dejaban, para el siguiente invitado. Pues bien, en una de esas limpiezas, al mover el butacón, encontraron la pipa.

—¿Pudo tratarse de un error?

—No lo creo. Willy y Terry son muy minuciosos. Desde que Hynek se alojó en aquella habitación (estamos hablando de 1985), por el lugar pasaron muchos invitados. Willy limpió y movió los muebles muchas veces. Allí no había nada. La pipa hubiera sido vista, con seguridad.

—¿Y cómo sabéis que era la pipa de Hynek?

—Willy lo consultó. La pipa era inconfundible.

—¿Cuál es vuestra conclusión?

—Hynek cumplió su promesa. Después de la muerte hay vida.

El 15 de febrero de 2004 tuve la fortuna de volver a ver a Willy Smith. Seguía tan sorprendido como la primera vez. Y me mostró la pipa. Era idéntica, o muy parecida, a la que había visto en la casa de Ariel Rosales, en México D. F.

Willy Smith, con la pipa de Hynek, misteriosamente aparecida en el cuarto de invitados. (Foto: J. J. Benítez).

Años más tarde, en diciembre de 2007, cuando recorría Argentina, inmerso en otras investigaciones, fui a conversar con Faruk Alem, un veterano investigador que también conoció a Hynek. Y me relató lo siguiente:

Sucedió al año de la muerte de Hynek. Nos encontrábamos en Buenos Aires, en la calle Corrientes. Nos habíamos reunido para llevar a cabo una serie de «canalizaciones». Y, de pronto, el médium empezó a oler a tabaco de pipa. Todos lo notamos. Pensamos que el olor procedía del exterior, pero no… El médium, entonces, dijo que, en la sala, había una persona, ya fallecida. Y la describió: barba corta y cana, pelo blanco, gafas, ojos claros…, y fumaba pipa. ¡Era Hynek!… El olor a tabaco de pipa era intenso. Lo llenaba todo… Era un gratísimo olor a manzana y a brezo.

Para Faruk, que invitó a Hynek a visitar la Argentina en el año 1982, la presencia de su amigo en la sesión de mediumnidad fue una señal, una grata señal. Hynek seguía vivo.

Y pasaron los años…

Aquel 9 de abril de 2011 me hallaba en plena transcripción de Caballo de Troya 9.

A las diez de la mañana, Blanca se presentó en mi despacho.

Lloraba.

Imaginé que traía malas noticias.

Así era.

Acababa de abrir un correo electrónico, procedente de Miami. En él anunciaban el fallecimiento de nuestra querida amiga María Elena, esposa de Virgilio Sánchez-Ocejo.

Sabíamos que estaba delicada de salud, pero nadie podía imaginar un final tan rápido.

El correo lo enviaba Alyssa Pérez.

En un primer momento, Blanca no reconoció al remitente y estuvo a punto de no abrirlo, y de borrarlo. No lo hizo, por fortuna. Y al leer la comunicación se dio cuenta: el texto había sido redactado por Virgilio y enviado por Alyssa, una de las hijas.

Le rogué que lo imprimiera y seguí con lo que llevaba entre manos.

En realidad no pude. La imagen y la voz de María Elena entraron de lleno en mi mente y allí se quedaron.

Apreciábamos de corazón a aquella gran cantante y mejor persona.

Miré el reloj. Señalaba las 10.15.

Y la idea llegó con fuerza: «Haz el pacto con María Elena».

No importaba que estuviera muerta.

Y así lo hice:

«Si estás viva, si te encuentras donde imagino que te encuentras, por favor, házmelo saber».

¿Qué señal solicitaba? Era importante concretarla, y especificar el plazo.

Fue fulminante.

En esos instantes, en mi mente se instaló una palabra: «Hynek».

Me gustó la señal.

Acudí al cuaderno y escribí:

«Hago el pacto con María Elena. Si está viva, como creo, deberá darme una señal… A lo largo del día de hoy (ése es el plazo) recibiré la palabra “HYNEK”. No importa por qué medio».

Y a las 10.30 horas, como tengo por costumbre, hice un alto y me dirigí a la cocina con el fin de calentar un segundo café. Y en ello estaba cuando reparé en un par de folios, depositados sobre la mesa. Blanca había cumplido mi ruego. Era el correo electrónico de Virgilio. Al empezar a leer tuve que detenerme. El corazón se agitó. La comunicación empezaba así:

Estimados Juanjo y Blanca,

Hoy recibí el CD de Hynek. Muchas gracias…

Y Virgilio daba cuenta del fallecimiento de su esposa.

Habían transcurrido veinte minutos desde la formalización del pacto (!).

A lo largo de ese día no volví a recibir la palabra «Hynek». El CD contenía los archivos fotográficos de Hynek (más adelante me referiré a ellos). «Causalmente» llegaron a manos de Virgilio, en Miami, el mismo día del fallecimiento de su esposa. Pero sucesos más maravillosos estaban por llegar…

Correo electrónico escrito por Virgilio Sánchez-Ocejo. La palabra «Hynek» aparece en el lugar número 10. (Archivo de J. J. Benítez).

Pactos y señales
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