Aquello era dinamita…
Lo leí entusiasmado.
Junto a la nave siniestrada hallaron cuatro pequeñas criaturas…
Uno de los soldados, nervioso, disparó contra uno de los seres cuando trataba de huir. Lo mató en el acto…
Corría el mes de mayo de 2012.
Yo andaba enredado en la lectura de unos documentos confidenciales sobre la nave extraterrestre, supuestamente estrellada en Roswell[28].
Me los había proporcionado un general de la USAF, ya fallecido.
La lectura, como digo, me impresionó vivamente.
Y fue en esos primeros días de mayo (2012) cuando, al concluir la lectura de los papeles, me vi asaltado por un tropel de ideas, a cual más loca; mejor dicho, a cual más supuestamente loca.

Nuevo México (USA).
Una voz, en mi interior, repetía:
La nave de Roswell no se estrelló accidentalmente…
La nave de Roswell fue accidentada…
La nave de Roswell fue derribada por los propios extraterrestres, pero no por los seres que la pilotaban…
Los tripulantes de esa nave eran robots orgánicos; mitad máquinas, mitad seres vivos…
El derribo fue minuciosamente programado, incluida la tormenta eléctrica que se registró en la zona…
La humanidad necesitaba un cambio tecnológico y «ellos» se lo dieron…
Y las locas ideas me atosigaron durante días.
Las rechacé, pero regresaban.

La nave de Roswell (1947) fue estrellada por los propios extraterrestres. Cuaderno de campo de J. J. Benítez.
Finalmente decidí seguir el juego. E hice un pacto con «ellos».
«¡Qué absurdo!», me dije, pero seguí adelante.
«Si la nave de Roswell no se estrelló accidentalmente —planteé—, por favor, dadme una señal».
¿Y qué señal solicitaba?
Todo aquello era ridículo…
Tenía que ser una señal compleja; cuanto más compleja, mejor.
Y llegó la solución.

Virgilio Sánchez-Ocejo, en Miami. (Foto: Blanca).
En ese tiempo yo esperaba respuesta a dos cartas enviadas a mis buenos amigos Virgilio Sánchez-Ocejo y Manu Larrazabal, mi maestro de Kábala.
Y escribí en el cuaderno de pactos y señales:
«8-5-2012: las fechas que encabecen dichas cartas deberán contener la señal. Me explico. Los dígitos de tales fechas, convertidos a letras por el método de Cagliostro, ofrecerán una palabra coherente y de gran importancia para mí».
Fin del protocolo.
Lo repasé de nuevo y quedé alucinado.
«Eso es poco menos que imposible…».
Pero dejé de lado a la razón y seguí el consejo de la bella intuición (¿de qué me suena la frase?).
«¡Ánimo!… ¡Confía!».

Correo electrónico de Virgilio Sánchez-Ocejo. Al pie, apuntes de J. J. Benítez.
Y confié, sí, y esperé.
Once días después del pacto llegó un correo electrónico de Virgilio. Era la respuesta a mi carta.
Me lancé sobre la fecha (19 de mayo de 2012) y sometí los números al referido código de Cagliostro[29].
¡Imposible!
El resultado me dejó atónito.
Repasé las combinaciones de letras. Todo parecía correcto.
«¡Imposible! —repetí—. Debo de estar soñando…».
No lo estaba. Entre las diecinueve letras resultantes se presentó una única palabra coherente. ¡Y qué palabra!
Por supuesto que era, y es, de gran importancia para mí.
De hecho, mi casa lleva ese nombre: ¡Aba!
¡Aba! Es decir, Padre, referido a Dios. ¡El Padre Azul!
¿Cómo podía ser?
Me serené y repasé lo escrito en el cuaderno de pactos y señales. No convenía precipitarse. Estaba claro: la señal debía aparecer en las fechas de las dos respuestas. Había llegado una. Faltaba la segunda.
Y me dije: «Imposible. La fecha de la carta del doctor Larrazabal puede ser cualquiera…».
La esperada misiva de Manu llegó el 6 de junio de 2012. Aparecía fechada el 18-5-2012. Curiosamente, un día antes del correo de Virgilio (misterios del servicio de Correos).
Y practiqué la misma operación, mediante el referido código de Cagliostro.
Convertí la fecha «18-5-2012» en letras.
El resultado me dejó sin habla.
Repetí y repetí las operaciones…
Siempre surgía la misma palabra.
¡Dios de los cielos!
Entre las veintiuna letras —clara y espléndida— amaneció de nuevo la palabra «Aba».
Era imposible, pero cierto…[30]
Me negué a averiguar la probabilidad matemática de que algo así pueda producirse, y por partida doble.
El mágico mundo de las señales…
La nave de Roswell, por supuesto, fue estrellada.
Por cierto, en esas mismas fechas recibí una carta en la que me advertían: «Hay gente leyendo sus “comunicaciones”».

Conversión de los dígitos de las fechas a letras, por el procedimiento de Cagliostro. En ambas fechas se presenta la palabra «Aba», el Padre Azul. Cuaderno de campo de J. J. Benítez.