Tengo que repetirlo. El día del relámpago (continuación de la serie Caballo de Troya) vio la luz el 4 de abril de 2013.

Hasta ese momento, nadie conocía su contenido; ni siquiera Blanca.

Pues bien, en mayo de 2012 (once meses antes de la publicación del referido libro) recibí una carta que me dejó atónito.

Procedía de Málaga (España) y la firmaba una lectora a la que llamaré Gema.

Decía así:

¡Estimado amigo!

Espero que estés bien. Prometí escribirte cuando terminara de leer Caballo de Troya 9, y espero puedas perdonar que lo haga tan tarde, teniendo en cuenta que hace ya muchos meses que lo acabé.

El motivo de volver a escribirte a mano es porque he intentado hacerlo por tu web, pero no hay manera. Supongo que debe ser así.

Como te dije en mi anterior carta, desde el primer Caballo de Troya tengo un deseo extraño de ponerme en contacto contigo. Y te pido disculpas por ello porque, por norma, jamás he tenido ese sentimiento. No sé si te puede molestar que te vuelva a escribir… ¡Ah!, gracias por contestarme. Me hizo mucha ilusión. Por fin alguien me escribe (que no sea el banco).

Debo sincerarme antes de nada.

Me ha sabido a poco el libro. Me he quedado con ganas de más…

La sensación que tuve al terminar fue una tristeza enorme. Lloré. Me emocioné. Lo echo de menos (a Él)…

Decirte todo esto es porque, hace cosa de un mes y medio, tuve un sueño extraño, con una persona muy especial que acaba de fallecer, que a modo de despedida me dijo: «Ahora no lo puedes entender. Mira el libro de Eliseo. Entonces comprenderás».

La verdad es que no entendí nada.

Fue un sueño tan real…

No lo asocié con Caballo de Troya, para nada.

Estuve mucho tiempo buscando en Internet. Busqué por el libro de Eliseo, Eli, Eliya, etc., y nada. No encontré nada.

Al instante, al leer las palabras de Gema, me vino a la mente El diario de Eliseo. Pero ¿cómo podía saber? A día de hoy (6 de febrero de 2014), esa obra está por publicar…

Solicité detalles y Gema envió una nueva carta.

Aparecía fechada el 12 de junio de 2012.

Estimado amigo —escribía Gema—. Acabo de recibir tu carta y me gustaría poder ser lo más clara posible. Disculpa si no me explico bien, pero es que la narración no es mi fuerte.

La mujer que falleció era mayor. Aunque no era familia, teníamos una afinidad muy estrecha. Era desconfiada, muy autosuficiente y sólo quería estar conmigo cuando enfermó. El 27 de marzo me despedí de ella en el hospital. Aquella noche falleció.

Justo a la semana (la noche del 4 al 5 de abril) tuve el sueño extraño del que te hablé. Te cuento:

Yo entraba en la habitación del hospital, donde la dejé tan malita antes de irme. Me acerqué a ella y preguntó que dónde estaba. Miré a mi alrededor y estaba en la habitación de siempre, en el hospital. En una esquina, asustada, se hallaba la cuñada (la poca familia que le quedaba). Le dije que estaba en el hospital, pero no comprendía… No me atreví a explicarle que estaba muerta.

Me acerqué y empezó a ponerse bien.

Ella estaba desnuda y preguntó que por qué no tenía ropa.

Yo sólo decía: «Es que estás en el hospital».

Le di la mano, para tranquilizarla y para que supiera que estaba con ella.

Y fue cuando empezó a mejorar.

Entonces se levantó de la cama. Vestía una túnica blanca. Era mucho más joven.

Me dijo que la acompañara, y también a la cuñada.

Abrió la puerta del armario y entramos en un lugar en el que he estado en otros sueños.

Es un prado verde y llano, repleto de paz y de tranquilidad.

Hay una especie de velador de piedra…

No hay nada hecho por el hombre…

Y delante de ese pedestal me dijo: «Ahora no lo entiendes. Mira en el libro de Eliseo y comprenderás».

Y añadió: «Ahora debes irte».

Y me invitó a mí y a la cuñada a salir de allí.

Supe que estaba en paz, pero no entendí nada.

Ella se quedó allí…

¡Asombroso!

La primera mención a El diario de Eliseo la recoge El día del relámpago (página 551), pero fue publicado, como dije, un año después del sueño de Gema.

Sí, fue otro guiño del Padre Azul…

Pactos y señales
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