Aquel domingo, 27 de diciembre de 2009, tras escribir, acudí a la playa, según mi costumbre.
Se había colado un frío y largo viento de poniente.
La mar, al verme, hizo olas…
Me sentía desconcertado, pero no por las olas.
Esos días me hallaba en plena transcripción del prodigio de Caná, en el Caballo de Troya 9.
¡Qué bellinte!
Y hablé y hablé con el Padre Azul.
«¿Cómo puedes ser tan imaginativo?», le decía.
Y en esas andaba, de tertulia con Ab-bā, cuando, de regreso a casa, a las 13.30 horas, apareció ella.
¡Oh!
Qué extraño. En el camino de ida, hacia el faro, no la había visto.
E inspeccioné los horizontes, como un bobo.
Me arrodillé en la arena y la observé.
Estaba solita, como perdida.
Lloraba.
La mar, celosa, llegó un par de veces y quiso cubrirla de espuma. No lo permití.
Vestía un pijama azul…
La tomé con delicadeza y la limpié.
Ella, coqueta, dejó hacer. Y sonrió desde sus azules.
—¿Quieres venirte conmigo? —pregunté.
Y la pequeña pelota azul dijo que sí, pero con timidez.

La pelota azul, con el pijama a rayas. (Foto: Blanca).
El pijama —o lo que fuera— aparecía cubierto de rayas.
Después me fijé mejor. No eran rayas.
Se trataba de círculos concéntricos grabados en la piel. Supuse que era una pelota africana (por lo de los tatuajes): seis series de tres círculos concéntricos cada serie.
Los círculos estaban entrelazados.
«¡Vaya —me dije—, la bandera de mi “socio”, el protagonista del Caballo 9!».
Y empecé con las cábalas…
Tres círculos concéntricos… Seis series de círculos… Total: 18 círculos…
«3-6-18».
Y la Kábala me abrió los ojos, una vez más.
El «3» tiene el mismo valor numérico que «Jefe, Creador y revelación».
«6» = «hombre».
El «18» equivale a «Ab-bā».

Cuaderno de campo de J. J. Benítez.
La lectura fue: «Ab-bā (en el interior) (la “chispa”) y el hombre rodeado (protegido) por el Jefe, mi Dios y Creador».
¿Es este el simbolismo de la bandera de Jesús de Nazaret (Micael), el Dios de la «Vía Láctea»?
Al sumar los dígitos (3 + 6 + 18) se presentó el «27» = «Dios»[156].
Desde entonces, la pelota azul vive a mi lado…
¿Quién la puso en mi camino aquella fría mañana?
¡Qué pregunta tan tonta!