El doctor Fernando Jiménez del Oso fue mi amigo, mi hermano, mi maestro, mi cómplice y mi confidente.

De él se ha dicho casi todo.

Era humano, sí.

Se conmovía ante una mirada.

Era calvo, sí.

Pero le traía sin cuidado.

Era generoso, sí.

Le vi muchas veces vacío por dentro.

Era feo, sí.

Pero las mujeres pensaban lo contrario.

Era inteligente, sí.

Tanto que supo sobrevivir a Fernando Jiménez del Oso.

Era perspicaz, sí.

Por eso se hizo psiquiatra.

Era valiente, sí.

Y salió en televisión hablando de enigmas y misterios cuando nadie salía en televisión hablando de enigmas y misterios.

Era romántico, sí.

Por eso flipaba con Drácula.

Creía en Dios, sí, a su manera.

Por eso no perdía la ocasión de hacer el «pacto» con quien fuera menester…

El último del que tuve noticia fue con una tal Milagro.

Me lo contó Leyre Azpiroz[45]:

Ese año de 1990, cerca del verano, acudí con mi padre a la casa de Fernando Jiménez del Oso… En esos momentos, Fernando estaba investigando los extraños ruidos del palacio de Linares, en Madrid… Y mi padre me obligó a contar la experiencia con el abuelo muerto… No me hizo gracia, pero lo conté… Fernando escuchó pacientemente, como siempre hacía, y comentó: «No puedo decir si esa experiencia con tu abuelo muerto fue real o no. Lo que sí te digo es que no se trata de un caso aislado. Te contaré algo que me sucedió a mí…».

Entonces procedió a narrar la historia de su «pacto» con una amiga llamada Milagro… El primero de los dos que pasara al «otro lado» debería dar una señal al sobreviviente… Eso significaría que había vida después de la muerte… Y un día, al volver a casa, la mujer de Fernando le dijo: «Te ha llamado Milagro»… Y él respondió: «¡Vale! ¿Te ha dicho algo?». Pilar replicó: «No, sólo que me asegure de decirte que ha llamado»… Al cabo de tres días, Fernando se encontró con un amigo y le anunció que Milagro había fallecido dos semanas antes.

Llamé a Pilar y confirmó el hecho, pero hizo un par de precisiones:

No fui yo quien recibió la llamada telefónica, sino su secretaria… Milagro, una amiga de Fernando, preguntó por él. La secretaria la interrogó, por si quería dejar algún recado, y la voz le dijo que no… «Dígale, únicamente, que le ha llamado Milagro»… La secretaria se lo comunicó a Fernando y, al cabo de unos días, éste se encontró con un amigo común… Fue entonces cuando supo que Milagro llevaba muerta más de una semana.

El bueno de Fernando falleció el 27 de marzo de 2005, Domingo de Resurrección, como no podía ser de otra manera.

Pilar y Fernando Jiménez del Oso. (Foto: J. J. Benítez).

Recuerdo que le ofrecí una rosa roja.

Y me di cuenta de que no había hecho el pacto con él. Ya se sabe: en casa del herrero…

No importaba. Lo haría después de muerto.

Y así fue.

Acudí al cuaderno de «pactos y señales» y escribí: «Querido Fernando, si estás VIVO (con mayúsculas), por favor, házmelo saber…, pero sin sustos, que te conozco».

Y establecí el protocolo: «En el siguiente número de la revista Enigmas (que él había dirigido) deberá aparecer un dibujo de Jiménez del Oso (lo olvidé: también era un excelente dibujante)».

Y maticé: «El dibujo, obra de Fernando, tiene que publicarse en la página tercera; en la que escribía su columna mensual: “Y digo yo…”».

Esperé.

El 1 de abril acudí al quiosco de la prensa, en Barbate, y compré el recién publicado número de Enigmas.

Decepción.

En la página tercera, en el editorial, Fernando mencionaba mi nombre, pero no aparecía la señal establecida: el dibujo del psiquiatra.

Algún tiempo después, indagando, supe que ese número, el l13, fue cerrado el 14 de marzo (2005). En otras palabras: trece días antes del fallecimiento de Jiménez del Oso[46]. Y decidí darle otra oportunidad.

El dibujo de marras tendría que aparecer —necesariamente— en el número siguiente y en el mismo espacio: la página tercera.

No tardé en reprocharme: «Eso es absurdo. Fernando ya no está. Él no escribirá “Y digo yo”…».

Y volví a esperar; esta vez nervioso…

Y llegó, puntual, el número 114 de Enigmas.

¡Dios bendito!

¡Allí estaba el dibujo que establecí como señal!

Era una caricatura de sí mismo, tirando de un ovni.

Fue una emoción intensa.

Fernando Jiménez del Oso sigue VIVO…

Tres meses más tarde, en la noche del 21 al 22 de junio de ese año 2005, tuve un sueño especialmente vívido.

Me encontraba en mitad de una carretera. Nunca supe en qué lugar.

Entonces se presentó Fernando Jiménez del Oso. Vestía los inevitables vaqueros y una chamarra marrón.

Dejó que me acercara.

Tenía el rostro serio.

Caricatura aparecida en la página tercera del número 114 de la revista Enigmas (sección «Y digo yo…»).

Y, sin más, me echó una bronca: «¿Por qué has abandonado el tema de las piedras grabadas de Ica?».

Eso fue todo.

¡Ah!, lo olvidaba: Fernando apareció en el sueño con las manos limpias, sin el inseparable cigarrillo[47].

Reconocí que llevaba razón. Desde 1975 no he vuelto a publicar nada sobre el enigma peruano[48].

Y tomé buena nota…

Pactos y señales
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