Nadie lo sabe.
Durante dos años (2007 y 2008) permanecí encerrado en «Ab-bā», absorto en la redacción de una novela que fue rechazada por la Editorial Planeta: El habitante de los sueños[131].
Y ahí sigue, en un cajón, dormida…
Pues bien, durante la creación del libro (1111 páginas) recibí un río de señales.
Una de ellas me hizo sonreír…
Leo en el cuaderno de pactos y señales:
«4 de junio de 2007.
No estoy registrando las muchas señales que recibo casi a diario en la redacción de El habitante de los sueños… Pero la de hoy me resisto a silenciarla… Andaba pensando en la resolución de una secuencia… Folio 182… El protagonista, una vez más, deja su cuerpo físico al cuidado de su sombra y emprende otra aventura… Y pienso que hay que bautizar a la sombra… Pero ¿qué nombre puedo elegir?… Recibo Fide (por aquello de la fidelidad), pero dudo… A las 19.30 horas consulto un libro de nombres… Fidelio se presenta en la página 144… Después leo Fidel, en la página 70… Consulto la Kábala… El número “70” no me dice nada… “144”, en cambio, me deja perplejo… Equivale a ¡“sombras”!… Mensaje recibido…».
Y me pregunto: ¿quién mueve los hilos?
¡Qué pregunta tan tonta!
El 5 de febrero de 2008, al redactar uno de los anexos de El habitante de los sueños, caí en la cuenta. La pregunta 101, dirigida al Padre Azul, dice así: «¿Por qué esa manía tuya con el “5”?» (Recuerde: 5 = 101)[132].
Insisto: ¿quién mueve los hilos de nuestras vidas y de cuanto existe?
Idéntica respuesta: qué pregunta tan tonta…