En ocasiones, las señales proceden de personas desconocidas.
A estas alturas del «negocio» sé que nada es imposible para el buen Dios.
Éste fue el caso de Jesús de Polanco…
El sábado, 21 de julio de 2007, a eso de las dos de la tarde, me enteré, por la radio, del fallecimiento de Polanco, fundador del grupo PRISA, propietario del periódico español El País y de la Cadena SER (Sociedad Española de Radiodifusión).

Jesús de Polanco.
La verdad es que no lo conocía. Jamás tuve relación con él.
Y esa tarde, hacia las 18 horas, al encerrarme con el fin de estudiar, oí de nuevo la maravillosa «voz» interior:
—Haz el pacto con Polanco —susurró.
—¡Qué tontería! —repliqué—. No le conocía de nada…
Y los susurros insistieron.
También he aprendido a seguir los consejos de ese Alguien que me habita desde los cinco años. Él sabe…
Así que tomé el cuaderno de pactos y señales y escribí: «Mi desconocido Jesús de Polanco: siento molestarte. Sé que ahora estás feliz y con la boca abierta… Cumplo órdenes. Si te encuentras en “M-1”, por favor, hazme llegar una señal. Insisto: siento molestarte…».
¡Qué ridiculez!
Y la «voz» susurró:
—¡Cabezota!
Pensé en la señal y rematé el protocolo: «El 23 de julio, lunes, deberá aparecer en el correo la letra “k” o la palabra “ka”».
Eran las 18.30 horas del sábado, 21 de julio de 2007.
Y apreté: «Nada de correo electrónico. Tiene que ser en el correo de a caballo… Recuerda: “k” o “ka”».
El lunes, 23, Blanca acudió a Barbate y recogió las cartas.
A la hora del almuerzo las revisé. Había muchas.
Leí la mitad y el resto se quedó para el día siguiente.
La verdad es que el pacto con Polanco se difuminó. En las diez cartas leídas no se presentó la señal convenida. Y pensé: «Me he equivocado».
El martes, 24, leí el resto de la correspondencia.
¡Sorpresa!
Una de las misivas era de Ana María Alonso de la Sota, egiptóloga.
Enviaba un informe sobre «K», el personaje mitológico del antiguo Egipto. Y adjuntaba seis páginas sobre «k», extraídas del diccionario de Elisa Castel. Recordé que se lo había pedido meses atrás.

Parte del informe remitido por Ana María Alonso de la Sota sobre «K».
Conté las letras «k» y las palabras «ka» que contenían el informe y la carta de Ana María: ¡57![54]
La carta de Ana fue fechada el 7 de julio y matasellada el día 11. Blanca acudía cada semana a Correos. ¿Por qué la misiva de la egiptóloga llegó a mis manos, justamente, cuando efectué el pacto?
Pura magia…
Pero la cosa no quedó ahí.
Ese martes, 24 de julio (2007), tuve que viajar a Cádiz capital. Fue un viaje relámpago.
Y a las 19 horas, de regreso a «Ab-bā», cuando circulaba frente a un almacén de madera llamado Polanco, cerca de Chiclana, sonó el teléfono móvil.
En esos momentos le daba vueltas y vueltas al asunto de Polanco.
También era casualidad… ¿Casualidad? Lo dudo.
No suelo responder al teléfono cuando conduzco, pero esta vez lo hice.
Leí un número terminado en 629. No supe quién era.
—Diga…
Y contestó una señora:
—¿Es la casa del vidente?[55]
Me quedé de piedra.
—No, se ha confundido —acerté a responder.
Y corté la comunicación.
Lo tuve claro. Al Padre Azul le chiflan las señales…