A Renato lo conocí en otra firma de ejemplares.

Había vivido una interesante historia de «resucitados».

Pero empezaré por el principio…

El 23 de abril de 2013 presenté El día del relámpago en la ciudad de Lima. Era la primera vez que presentaba un libro en Perú.

Ante mi sorpresa, y la de la editorial, más de cien personas se quedaron en la calle. El local resultó pequeño.

Una de las personas que tuvo problemas para asistir a la presentación y al coloquio fue el mencionado Juan Renato Martin.

Yo tenía que conversar con él, pero ninguno de los dos lo sabíamos…

El Padre Azul, afortunadamente, lo tenía todo previsto…

Así me lo contó Renato días después:

… Hola. Aquí les cuento lo que padecí cuando me gané el libro de Juan José…

El domingo, 21 de abril de 2013, por la noche, estaba navegando por Internet (escuchando también Radio Capital: el programa del señor Anthony Choy, Viaje a otra dimensión) y oí que Juan José Benítez venía a Perú a presentar un nuevo libro y que la radio y la Editorial Planeta estaban realizando un concurso que consistía en contar una historia paranormal… El premio era un libro de Juan José y, además, el estar en la presentación y en la firma de autógrafos.

Anuncio del concurso.

Ni corto ni perezoso me puse a escribir algo que me pasó con mi padre… Y ante la incredulidad de mi hijo envié a la página web del programa, vía Facebook, la referida historia.

Los resultados, al parecer, los harían públicos el lunes, 22.

Ese lunes, por la tarde, ingresé en la página del programa, pero nada… También lo hice más tarde: nada…

El martes, por la mañana, tampoco dijeron nada.

Y a eso de las cinco (p. m). me llamó mi hijo, anunciándome que había sido uno de los ganadores.

La alegría me invadió.

Tenía que estar en el lugar de la presentación antes de las 19.30 horas.

Salí del trabajo a las 18.30, para estar media hora antes. Pero, al llegar (hacia las 19), la calle estaba a reventar de gente. Incluso habían cerrado las puertas del local. Ya no entraba nadie más. El tumulto llegaba hasta la vereda…

Los de seguridad repetían que no iba a ingresar nadie más…

En ese momento pensé: «No puede ser».

Intenté acercarme todo lo que pude a la puerta, con el fin de comunicarles que había ganado un concurso, pero fue en vano. Había tanta gente que era inviable.

Esperé veinticinco minutos para ver si abrían alguna otra puerta, pero no fue así. Y los de seguridad empezaron a decir que habría otra presentación al día siguiente… Algo que resultaba obviamente falso…

En esos momentos me puse a pensar qué hacer…

¿Había otra puerta?

Primero se me ocurrió intentar el acceso por la playa del aparcamiento. No tuve suerte. Había mucha seguridad.

Estaba casi al borde de la desesperación y pensé en ir por un costado del edificio.

Allí había una pequeña puerta, de vidrio…

Toqué y me atendió uno de los de seguridad. Le dije que había ganado un premio de la editorial y que deseaba entrar.

Pero me pidieron mis documentos y reclamaron a la representante de Planeta.

La señora de la editorial acudió al lugar y me entregó un libro de Benítez. Yo vi el cielo abierto, pero no…

Y de pronto me dice que está todo lleno y que no puede entrar nadie más.

Y se marchó…

En esos momentos, mientras la representante de Planeta y los de seguridad hablaban con el público que se hallaba en la calle, varias personas entraron por la puerta de vidrio. Y preguntaron dónde era la conferencia. Les dije que sólo sabía que era en la sala Alcides Carrión… Y entraron… Me fui tras ellos… «Lo peor que puede pasar —me dije— es que me saquen».

En el segundo piso me encontré con los que acababan de entrar.

Nadie sabía nada…

Nos metimos en el ascensor y subimos a la sexta planta.

La sala, en efecto, estaba llena.

Los de seguridad no dejaban entrar a nadie…

Muy cerca se hallaba Anthony Choy, que presentaba el acto, y me acerqué a él. Le dije que había ganado el concurso pero, lamentablemente, no pudo ayudarme. No dependía de él, sino de la editorial.

Y me dije: «Esperaré la llegada de J. J. Benítez. Entonces intentaré que me firme el libro».

Llegó Juanjo pero no pude aproximarme. Además, no quería que me tomara por un fanático. Y decidí esperar al final.

Empezó la presentación y me paré en la puerta. Desde allí escuché lo que pude.

Conforme se aburría el de seguridad me fui colando y colando, hasta que logré entrar en el salón. Permanecí de pie, pero me di por satisfecho.

Renato, con J. J. Benítez, el día de la firma. (Gentileza de Renato Martin).

Cuando acabó la presentación se hizo una cola, para la firma de autógrafos.

Me puse al final, y ciertamente temeroso… La gente decía que era sólo para los que compraban el libro…

En la cola observé cómo Juan José conversaba con todos y cada uno de los lectores.

Y pensé: «¿Qué le voy a decir?»… No se me ocurrió nada.

Cuando me tocó el turno, Juanjo me dio la mano, me saludó, y empezó a escribir. Fue entonces cuando preguntó qué me parecían sus libros… Hablamos un momento y le dije que me había llamado la atención lo que había comentado en la presentación sobre un próximo libro que tenía en preparación… Un libro sobre encuentros con personas fallecidas… Entonces le expliqué que yo había tenido una de esas experiencias, con mi padre… Juan José cerró el libro y dijo: «Cuéntame»… Y yo empecé a hablar…

La cola empezó a impacientarse, pero eso, a Juanjo, no le importaba, y a mí menos…

Finalmente me pidió un teléfono o un correo, para estar en contacto.

Yo estaba fascinado…

Tres días después, Renato y yo pudimos conversar tranquilamente en el hotel Ariosto. Y contó su interesante experiencia con su padre, muerto[139].

No cabe duda: el Padre Azul escribe recto con renglones torcidísimos…

Pactos y señales
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