Isabel Sánchez es muy especial… Y le suceden cosas especiales.
Una de ellas se registró el 4 de agosto de 2007.
Isabel pasaba unos días de descanso en una playa del sur de España, cerca de «Ab-bā», mi casa.
Así me lo contó:

Isabel M. Sánchez. (Gentileza de la familia).

El viento abrió la revista por una página en la que aparecía un texto de J. J. Benítez.
Ese día me hallaba en la playa, cerca del mar… Me quedé sola… Todos se bañaban… Mi tía Manoli había conseguido una serie de revistas… Se las prestó una amiga… Casi todas eran atrasadas… Puede que hubiera quince o veinte… Pues bien, decidí hojear una de ellas… La tomé, al azar, y la puse sobre las rodillas… Y en eso estaba cuando, de pronto, se levantó un viento muy fuerte… Me pareció un viento raro… Agitó la revista y ésta se abrió por una página en la que aparecía un escrito suyo… Era la respuesta a una pregunta… Una especie de encuesta… Yo he leído sus libros y me llamó la atención… Y el viento cesó, tan misteriosamente como llegó… Entonces leí lo siguiente: «¿Cree en la vida después de la muerte?», le preguntaba el periodista. «Desde hace años», respondía usted, «he investigado decenas de casos que demuestran que hay vida después de la vida. Algún día lo publicaré[56]. Entiendo que, tras el “ascensor” de la muerte, se vive en un mundo físico (yo lo llamo “MAT”), con un cuerpo, aunque diferente al que conocemos. A partir de ese mundo “MAT”, la muerte no vuelve a repetirse. La transformación es progresiva hacia un estado “espiritual”, la verdadera realidad. Creo que los mundos del tiempo y del espacio en los que ahora vivimos son la excepción que confirma la regla de esa genuina “realidad espiritual”. La física cuántica ha empezado a intuirlo…».
Pues bien al día siguiente recibimos una llamada telefónica… Miguel Ángel, un amigo de mi tía, había sufrido un accidente… Acababa de morir… El fallecimiento se produjo hacia la una, la hora en la que el viento agitó la revista y la abrió por la página que he mencionado… Era joven… Tenía cuarenta y dos años… No sé explicarlo, pero supe que aquel viento obedecía a una fuerza sobrenatural… Suspendimos las vacaciones, claro.
Sutilezas de Ab-bā, el Padre Azul…