Paqui S. Roque también ha recibido señales, como casi todo el mundo…

Paqui vive en Madrid.

Dos de esas señales llegaron tras la muerte de su padre.

He aquí, en síntesis, la primera:

Las personas que han perdido a su padre me entenderán… Yo lo simbolizo con el dibujo del árbol genealógico. Está el tronco, con sus raíces, fuertemente anclado al suelo. En ese tronco veo a mi padre y a mi madre… Al fallecer mi padre es como si un leñador hubiese dado un fuerte hachazo; tan fuerte que hace tambalear el árbol. El tronco se inclina hacia un lado. Y con ese golpe, las ramas, nosotros, sus cinco hijos, se golpean sin querer… Eso fue lo que sucedió.

El día que falleció (25 de febrero de 2002), mi padre se arregló como todas las mañanas. Pensaba salir para hacer la compra, en compañía de mi madre… Cuando se levantó hizo el siguiente comentario: «Estoy cansado… He soñado que corría mucho… Y no sé por qué…». Cuando mi madre se estaba maquillando entró al baño y le dijo: «Qué guapa estás hoy… Voy bajando. Te espero abajo y voy tirando la basura».

Se sintió mal antes de llegar a los contenedores de la basura. Se sentó en un banco y falleció.

Los hijos nos encerramos en un mutismo difícil de entender… Y pasó el tiempo… Nos dedicábamos a consolar a nuestra madre, cada uno por su lado… Parecía que nos tuviéramos que perdonar algo… Tras la muerte de mi padre se levantó un muro entre los hermanos. Todo eran reproches y enfados…, absurdos.

Y cansada de tanta incoherencia decidí hablarle a mi padre. Fue una petición… Solicité una señal… Pedí que me guiara… Pregunté qué sucedía con mis hermanos… ¿Por qué se había ido de esa forma?… No pudimos despedirnos de él…

Y esperé.

La respuesta llegó al poco, y en sueños… Yo, en el sueño, siempre estaba haciendo algo… Mi padre aparecía a mi lado… Me miraba y sonreía, pero no decía nada… Yo preguntaba, pero sólo oía música… Siempre la misma música… Cuando despertaba no lograba recordar qué música era la que sonaba en el sueño…

Yo sabía que mi padre quería decirme algo, pero no daba con la clave.

Francisco S. Gil, padre de Paqui. (Gentileza de la familia).

Y los sueños se repitieron. Siempre igual, siempre la misma música.

Entonces le pregunté: «¿Qué quiere decir la música?».

Y esperé, una vez más.

Tuve otro sueño… Llegué a una sala muy rara… Carecía de paredes… El «suelo» era gris plomizo… Era como estar en el aire… Y allí, en el centro de la «sala», se hallaba mi padre… Estaba sentado en un sillón… Frente a él había otro sillón, cerca, pero lo suficientemente retirado como para no poder tocarle… Nerviosa, y con muchas ganas de abrazarle, supe que debía sentarme en el segundo sillón… Y, de pronto, sonó esa música, la de siempre… Miré hacia arriba, buscando el origen, pero, como te digo, no había techo ni paredes… Era como estar en mitad de no se sabe dónde… Contemplé a mi padre… Sonreía… Y pregunté: «¿Qué quiere decir esa música?… No entiendo… Dime algo, por favor».

Él sólo sonreía, dulcemente. Sentí que me acariciaba con la mirada. Experimenté paz y tranquilidad… Y reconocí la música…

Entonces oí un zumbido y «caí» (?) en la cama… Me desperté bruscamente. En mi mente seguía sonando aquella música…

Me levanté, nerviosa, y fui a la torre de los cedés… «Tiene que estar aquí —me decía—. Lo sé…». Pero, en realidad, no sabía qué estaba buscando…

Nada, no daba con la dichosa música.

Mi marido se levantó y preguntó, asombrado: «¿Qué haces?».

Yo me hallaba en el suelo, rodeada de cedés.

Conté lo sucedido y pidió que tarareara la música.

Lo hice, pero no le sonaba.

Al poco entró en el salón nuestra hija Ariadna. Escuchó lo que tarareaba y exclamó: «Esa canción es de la película de El rey león».

¿De El rey león?

Busqué el cedé. Allí estaba… ¿Cómo era posible? Mi padre nunca veía esas películas de Disney… Me entró la risa…

La letra de la canción me dejó de piedra. Era la respuesta a mi petición… «El círculo de la vida», así se titula…

La canción, de Elton John, dice, entre otras cosas: «Algunos se quedan por el camino y algunos de nosotros remontamos hacia las estrellas… Hay demasiadas cosas para comprender…».

Mi padre se fue hacia las estrellas. Es el círculo de la vida. No debemos preocuparnos.

Ni que decir tiene que llamé a mis hermanos y quedamos en charlar y solucionar nuestras diferencias.

Aquellos sueños no volvieron a repetirse.

Pero las señales continuaron.

El 29 de agosto de 2011 me reuní con Paqui y con su familia. Blanca y Rosa Paraíso fueron testigos de la conversación.

Y Paqui procedió a contar otra experiencia singular:

La situación, en mi familia, no mejoró… A partir de la muerte de mi padre, mi madre no levantó cabeza… Sufría del corazón… Entonces contaba ochenta años de edad… En noviembre de 2010 la llevé a vivir a mi casa. Tres meses después tuvimos que ingresarla de nuevo… Me sentía muy cansada… Y llegó el 6 de marzo de 2011… Estaba tan agotada que pedí a mis hermanos que se ocuparan de ella durante ese día… Necesitaba descansar… Y salimos fuera de Madrid… Disfrutamos mucho… De regreso, Jara, mi hija, quiso jugar con la nieve y nos dirigimos a la Pinilla. Hicimos un alto en el camino, para ver Ayllón, en Segovia… Allí hicimos fotos y volví a solicitar una señal…

—Papá —le dije a mi padre, fallecido nueve años antes—, no sé qué pasa con esta familia.

Mis hermanos se resistían a ver a nuestra madre. Yo le daba todo el cariño posible, pero ellos se lo tomaban a mal. Supongo que malinterpretaron mis besos y mis abrazos…

—Papá —insistí—, ¿qué puedo hacer? ¿Cómo soluciono el distanciamiento de mis hermanos?… Dame una señal.

De vuelta al coche tomé la cámara de fotos y me puse a repasar las imágenes que habíamos tomado durante el día. ¡Había doscientas fotografías!

De pronto, una de ellas me llamó la atención. Se veía el cielo, las nubes y, en la esquina inferior izquierda, un número. Amplié la imagen… No había duda… Y comenté: «Hay un “125” en el cielo».

Al llegar a casa lo confirmamos. ¡Era un «125»! Y supe que era la respuesta —la señal— de mi padre…

Pero Paqui no terminaba de entender el significado del «125» y me entregó una copia de la imagen.

Imagen tomada el 6 de marzo de 2011 en Maderuelo. En el recuadro inferior, el «125», ampliado.

Analizamos la fotografía. No había fraude.

En cuanto al número, sinceramente, quedé desconcertado.

En Kábala[5], «125» equivale a «acuerdo o convenio». A su vez, el referido número puede descomponerse en «100», «20» y «5». Pues bien, siempre desde el punto de vista kabalístico, «100» = «a vosotras, para vosotras» y también equivale a los conceptos «riña, querella y disputa».

«20», por su parte, entre otras opciones, equivale a «fraternidad, declaración, gozo, profetizar y mano abierta».

El «5» tiene el mismo valor que «nube» y «espíritu».

Con estas equivalencias, y conociendo el problema familiar, la construcción del «mensaje», contenido en «125», no fue difícil. Una de las interpretaciones fue ésta: «Para vosotras (las hermanas), que estáis en disputa, declaro (profetizo) fraternidad y júbilo, y lo hago desde el espíritu, desde la nube».

Paqui confesó que, en efecto, hubo acuerdo o convenio entre los hermanos. Y sucedió tras la aparición de la misteriosa foto. Acudieron a un notario y uno de los hermanos se hizo cargo de la madre. A cambio recibió la casa.

Sencillamente asombroso…

Pactos y señales
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